Los sábados, cada dos semanas, hay una cena familiar con los Evans. A eso de las tres de la tarde, justo como marca el reloj colgado en la pared del living, papá, Kyle y yo vamos de compras. Volvemos a casa, dejamos todo en el refrigerador y ordenamos cualquier cosa fuera de lugar al igual que nuestras habitaciones a pesar de que nadie entre allí ese día. A las cinco, colocamos una variedad de comida en la barra de la cocina para después sacar los utencillos y poner manos a la obra. No es difícil. Cada uno tiene una tarea, y si nos organizamos, terminamos a tiempo. El problema es que después de lo que sucedió, con la peste y la discusión, nos encontramos separados y no hay posibilidad de que alguno se junte con el otro. Mi hermano tiene su orgullo, yo estoy psicológica mente herida y papá no quiere asumir que fue el causante de mi malestar.
Ahora Gary, a quien le dí el dinero restante después de encontrar un poco en uno de los cajones de mi mesilla de noche, me entrega unas cuantas bolsas. No encontré una lista que me dijera que arrojar al carrito del mercado, por lo que decidí hacer algo que horneamos unos años atrás. Es una receta que mamá hacia para todos. La observé preparándola, y creo que tengo los materiales suficientes para intentar imitarla.
-Lamento lo del dinero -digo antes de irme. Necesitaba disculparme porque me sentí una completa idiota al tener que poner el resto en el mostrador.
-No hay problema... -trato de entender que quiere decirme cuando la palabra se le queda en la boca- ¿Tu nombre?
-Oh -sonrío avergonzada-. Sky. Mi nombre es Sky.
-Creo que ya sabes el mío -devuelve el gesto con simpatía-. Estoy a tus servicios, y no te preocupes. No fue la gran cosa.
-Si tú lo dices.
Gary, a pesar de tener pinta de tímido, resultó ser una persona muy agradable. Muchos podrían creerlo por sus grandes lentes negros, el acné en su cara, la sonrisa encantadora, el cabello ordenado y la vestimenta del lugar: un mandil anaranjado con rayas negras. Seguramente su forma de arreglarse es solo por la exigencia del empleo. Lo sé porque estuve aquí y no duré siquiera un mes.
Miro mi reloj una vez que estoy de regreso. Ya son las cuatro y falta una hora para que den las cinco, pero no tengo por qué esperar. La receta tarda demasiado para mi gusto. Recuerdo ver a mamá con el delantal sucio, la frente sudada por la iluminación y el esfuerzo que le llevaba todo. La receta eran ''papas gratinadas al chipotle'' (chipotle: una especie de chile). Iba a tener un castigo por la cantidad de billetes entregados. Los ingredientes eran muchos. Entre ellos un tercio de papas, romero, hierbas, queso de cabra, aceite, harina, papel aluminio para el molde, unos cuantos tomillos que iban con las verduras, etc.
Una vez terminado a las siete, ya con mis manos entumecidas, el pecho pesándome de cansancio, el sudor ya mencionado, y la comida en el horno, logré sacar lo que había en el freezer -también conseguido en el mercado- para preparar el postre.
-No puedo creer que no me hayas dicho sobre esto -papá sigue regañándome.
-Estoy ocupada, y además, no cometí un delito -me limpio las manos con un paño mojado, el mismo que utilicé para el desorden que conseguí con lo preparado.
Dejé los boles con frutillas y duraznos recién cortados a un lado mientras por otro batía queso crema. Le agrego leche condensada y el yogurt para después colocar lo mezclado en pequeños moldes de plástico y hundir las frutas en el. Busco los palillos de madera que encontré entre los cubiertos para después hacer lo mismo en cada uno. Los dejo en el congelador y vuelvo a mirar mi reloj. Ya son las ocho.
Me quito el delantal y determino que es mejor bañarme para quitarme el estrés de encima. Subo los escalones ignorando el hecho de que me observan fijo y me deshago de la ropa para darme un merecido baño. Puedo notar mis músculos relajarse una vez que mi piel hace contacto con el agua caliente, y lo agradezco, porque es el único momento tranquilo que tendré hoy. Es decir, que puedo imaginar la tensión en la mesa, incluyéndome, por tratar de parecer felices con los vecinos.
ESTÁS LEYENDO
Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]
Genç KurguSky Hunter es una adolescente que no siempre ha tenido suerte en la vida, pero, ¿quien dice que los demás sí? Todos los adolescentes transitamos dolor, y ella atravesó grandes desgracias. Sin embargo hay una que, incluso siendo la peor de todas, sop...