11. Una última canción

206 16 3
                                    

Doce años de edad.

''Los trastornos de la personalidad son un conjunto de perturbaciones o anormalidades que se dan en las dimensiones emocionales, afectivas, motivacionales y de relación social de los individuos. Las personas con esta enfermedad pueden tener alteraciones en la cognición, funcionamiento interpersonal o en el control de impulsos. En general, el 40 o 60 % de los pacientes psiquiátricos representan el diagnóstico más frecuente. Y yo, formo parte del círculo de gente que lo padece''.  

Las horas transcurren como si fuesen minutos. No dejo de observar la manilla del reloj que se sostiene en la pared blanca frente a mis ojos, moviéndose hacia la derecha, hacia abajo con morosidad. Me inquieto. Comienzo a sentir el sudor deslizarse por mi sien. Los latidos de mi corazón se desbocan. Hay miradas puestas en mi. Muchas batas blancas paseándose de un lado a otro y mi familia en una esquina, simplemente esperando cerca los próximos resultados de mis comportamientos extraños. La sangre en mis manos perdura después del accidente. No quise que me toquen para lavarla. Por alguna razón, deseaba mantenerla allí como un recuerdo vívido de lo que sucedió antes de que llegara aquí, con la tés de mi rostro pálido, el leve shock por los acontecimientos, expresión neutral y los escalofríos que recorren mi piel, ahora cada vez que oigo la puerta abrir y cerrar de forma continua. Tengo miedo. No sé que es lo que va a ocurrir. Estoy inmóvil en la camilla y unas sábanas color crema me rodean, casi envolviéndome por completo. La ventana a mi lado mantiene el marco de sus ventanas unidas, e incluso las persianas me alejan de el anochecer. Lo único que puedo contemplar son las luces que me contornean. Lo único que puedo escuchar es el tic tac y a los médicos murmurar. También los sollozos de mamá, la confusión del pequeño Kyle que pregunta por qué estamos en esta habitación y a papá, intentando tranquilizar a todos con sus palabras.

—Pueden retirarse —el hombre con delantal nevado le habla a sus compañeros, quienes acatan a su orden.

—¿Qué es lo que pasa? —mamá se acerca a él.

—¿Está segura de que quiere que su hija...? 

—Sky está en su derecho, doctor.

Asiente, y sé que es una mala noticia por los rasgos en su expresión. La línea recta en sus labios y las cejas unidas. También por su postura. Los pies firmes en el suelo y la espalda recta mientras sostiene unas cuantas hojas en sus manos con lo que parece ser mi diagnóstico actual. Su voz es dura, pero tranquilizante ¿Cómo es eso posible? Entender que puede marcar tu vida con unas cuantas palabras, pero con amabilidad.

Me quedo rígida en mi lugar. Ahora las horas parecen segundos cuando habla. Todo transcurre con demasiada rapidez y me digo a mi misma que no podré controlar todo esto cuando a penas puedo procesar los resultados de mi problemático estado. Mi mente funciona con diligencia. Como si un roedor dentro de ella se tratase, moviendo sus patas, corriendo en una rueda con no tiene final, pero de todas formas no se detiene. Mi corazón va a salirse de mi pecho. Puedo sentir el escozor en mis ojos, sin embargo, lo soporto. Soporto el hecho de estar cargando con una cruz de hierro en mi espalda, estar condenando a mi familia, a la persona que amo al saber que esto fue producto de mi enamoramiento repentino, a mi misma porque seguramente me odie más adelante, cuando realmente tome conciencia y esta enfermedad evolucione. El doctor advierte que al crecer, los síntomas se desarrollarán y tendré que volver, ya que es muy peligroso y dañino no sólo para mi cabeza, sino también para los que me rodean. Dice también que a partir de mañana empezaré con el tratamiento adecuado, y en pocos meses podré salir de aquí.

<<Meses>>.

Me aterra.

Quiero llorar, gritar, exigir, pero nada sale de mi sistema. 

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora