9. Caos

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Aseguré desde las 6:30 am que hoy no tendría un gran día, pero no supe cuan grave sería con el paso de las horas. Todo se convirtió en un caos, cerca de ser el infierno. Pudo haber sido peor, pero no desee aquello cuando mi mente pereció consumirse en lava.


Hoy finaliza la fecha de entrega del proyecto de biología. Nuestra profesora, de unos treinta años, por su rostro sin rugosidad y su notable juventud, tanto extrañamente estricta como alegre, decidió después de muchas quejas que no habría más oportunidades para hacer nuestra exposición después de hoy. Si pasábamos esta prueba de responsabilidad y afán, teníamos asegurada esta clase sin problemas cuando termine el año, lo que estaba bastante lejos de hacer cuando nos encontrábamos en Julio y el resto vive en la pereza. Mis prejuicios pueden ser o no exactos hacia los demás, pero es cierto el hecho de que prefieren divertirse en una fiesta que estudiar para un simple examen o un proyecto tan importante como este. Tuve la suerte de que papá me ayude cuando mi maqueta estuvo a punto de desmoronarse. Y quedó bastante bien a decir verdad, por eso tengo la fe en que esto funcione, pero no el valor suficiente para hacerlo sola cuando mi compañero se la pasa con Amanda sentada en sus piernas. Eso me desilusionó cuando al ser la última en entrar al salón, puede notar a estos dos besarse con descaro. Supe que no valdría la pena acudir a su ayuda para que esté conmigo frente a la pizarra.

Derek se preocupó demasiado. No nos veríamos hasta la salida. Ni siquiera en nuestro escondite secreto o en la cafetería. Al parecer, cometió un error del cual no quiere hablar y el director le ordenó buscar utencillos de limpieza para así limpiar la sala de detención sin ayuda alguna. Eso no es lo que lo inquietó, sino el no poder estar conmigo para apoyarme. Él pensó que podrían avergonzarme de alguna manera, y no se equivocó. Yo también tuve ese horrible presentimiento cuando mi nombre hizo eco en la habitación de cuatro paredes, sumiendo todo en un gran silencio al incorporarme con las piernas temblorosas y la respiración irregular. Estaba nerviosa y mis manos sudaban al mismo tiempo que temblaban bajo la maqueta.

-Puedes comenzar -no supe distinguir el tono en su voz en ese momento. Los murmullos eran muy fuertes cuando empecé a recitar lo aprendido.

Respiré hondo.

- El ADN es un ácido nucleico que contiene las instrucciones usadas en el desarrollo y... -cierro mis párpados con fuerza. Por unos segundos, olvidé lo que estaba por decir, pero traté de continuar: - funcionamiento de todos -intento seguir, pero los murmullos ahora se convierten en pequeñas risas que seguramente terminen en fuertes carcajadas para mis oídos.

-Srita. Hunter, ¿se encuentra bien?

Mi corazón late con fuerza cuando lo intuido se cumple. Las risas suben el volumen de su sonoridad y este órgano parece crujir cuando entre ellas, se encuentra la de Ansel y Amanda, ambos al mismo tiempo, como si compartieran el deseo de que el desasosiego en mi mente crezca. No puedo recuperar el aliento perdido, incluso cuando la profesora procura que todos dejen de hacer ruido. Sin embargo, no lo logra y el control se escapa de sus manos. Nadie se empeña en callarse y yo parezco hundirme poco a poco, sin ningún sostén a mi alcance. Es cuando lamento no tener a otra persona que no sea Derek y mi familia. Es cuando lamento, por primera vez, haber conocido a el chico del que estoy enamorada, porque el suplicio en el que me encuentro es demasiado grande como para poder soportarlo delante de él y otras personas que me desagradan.

-¿Por qué no vuelves por donde viniste, rata de biblioteca? -Amanda alza la barbilla y se cruza de brazos en su asiento. Su sonrisa es más grande que mis deseos de seguir aquí dentro.

-¡Balbiani! -grita la profesora furiosa.

Dejo de prestar atención por un momento. Lo hago porque ahora me concentro en sus ojos índigos. No tiene una sonrisa como la de su acompañante. No tiene los brazos cruzados y el mentón en alto como si quisiera ver la escena con admiración y satisfacción, restándole importancia a mis sentimientos. Sólo se queda allí, con una expresión neutra en su rostro, la cual conozco perfectamente. Es la misma que me dedicó el día que lo conocí. Es la misma con la que me vio cuando intenté ser amable y ayudarlo con el camión de mudanzas. La misma, dos días después de besarnos cuando teníamos once. No quise recordar aquello, pero me fue difícil.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora