Capítulo 8

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Sentí que alguien me movía y me hablaba, pero gracias a que tengo el sueño pesado, logré ignorar eso. Siguió moviéndome y ya me terminé levantando.

-Rebe, llegamos. -Me dijo quien sería Rach.

Al despertarme completamente, me froté los ojos, y enfoqué la vista, efectivamente habíamos llegado.

-Voy a ir a recepción a qué nos den la llave de la habitación, si quieres ve sacando las cosas del auto.
-De acuerdo. -Dijo mi voz de recién levantada.

Antes de salir se acercó a mí con una sonrisa y dejó un pequeño beso en mis labios.
Conservé la sonrisa y ella salió, yo la imité. Rachel desapareció por las puertas del hotel, yo un poco lenta salí del auto y me estiré un poco. Con el control del auto se abrió la cajuela y de ahí saqué mi maleta grande y el bolso de Rachel, es increíble la diferencia, también es porque llevo ropa extra por alguna emergencia, como dice el dicho "mejor que sobre a que falte", mi madre se ha empeñado en enseñarme esa clase de dichos.
Cerré la cajuela y miré a mi alrededor. Estamos en un hotel, bastante grande podría tener unos veinte pisos, sin exagerar, y bastante bonito, sus paredes eran de cristal y estaba iluminado con varias luces en la zona verde en la que estoy parada junto con las letras gigantes y preciosas que juntas dice "Dunhill Resort", mínimo de unas cuatro estrellas.

Caminé hacia dentro el edificio, pase por la puerta principal y comencé a buscarla con la mirada. Al encontrarla, seguí caminando hasta quedar junto a ella. La recepcionista le entregó dos tarjetas, las cuales supongo serían las llaves de la habitación.

-Que disfruten su estadía. Mi compañero las acompañará a su habitación. -Nos dijo con una sonrisa.
-Gracias. -Dijimos ambas de la misma manera.

El compañero tomó nuestras maletas y las colocó con cuidado en un carrito. Rach se volteó a verme y yo hice lo mismo, me sonrió y tomó mi mano para luego entrelazar nuestros dedos.

Subimos hasta el último piso, vaya que me mareé al subir tantos. El joven dejó las maletas en el pie de la puerta y se alejó hasta desaparecer por el ascensor. Con las llaves abrió y tiró la puerta con cuidado para que se abriera totalmente, ella cogió las maletas, no me dejó agarrar ni una, y entró, al tener las manos ocupadas yo fui quien encendió la luz. Duré un poco en darme cuenta donde estaba, mis idas a la playa siempre eran sencillas, con mi familia en una casa alquilada, algo simple. Ahora estaba en una suite increíblemente grande, una cama dos veces más grande que la mía, la lámpara tenía cristales guindados, entré un poco más y me encontré con el baño, era como el tamaño del cuarto de Rachel, tenía una ducha y un especie de jacuzzi, el espejo rodeado de luces y el lavatorio. Un ventanal que daba paso al balcón, con una preciosa vista al mar, con sólo ver hacia abajo da vértigo de lo alto que estábamos.

-¿Cuánto te costo esto? -Dije después de ver hacia todos lados, ella estaba acomodando su ropa en el gigante armario que teníamos para las dos.
-Nada...no me costó nada. -Dijo sin parar de hacer lo que estaba haciendo.
-¿Tan caro que ni me puedes decir? -Dije tomándola del brazo para que me viera a los ojos.
-De verdad, no gasté nada.
-No entiendo.
-Mi papá adoptivo es dueño de una cadena de hoteles, están en una parte de Europa y en Latinoamérica, aquí hay como tres. -Dijo haciendo cuentas de cuántos hoteles tenían, yo cuento el dinero que me va a sobrar del metro. -Digamos que ellos me dan amor con dinero.
-¿Eres millonaria?
-Shhh...odio esa palabra.
-Pero lo eres.
-Sí, mi familia tiene buena herencia, pero a nivel legal. Técnicamente no comparto sangre con ellos.
-¿Por qué no me dijiste?
-Porque no soy de la clase de personas que anda diciendo "Soy millonaria".

Reí ante el comentario y vi como sus ojos se centraban en mis labios, acercó sus manos a mi cintura y suavemente me acercó a ella. Nos acercamos lo suficiente para juntar nuestros labios, y ella con forme más nos besábamos, más intensificaba el beso. Bajó sus besos hasta mi cuello, cerré los ojos, mordí mi labio. Subí su cabeza para besarla de nuevo, y no pasó mucho cuando sentía como me alza y me dejaba en la cama, ella encima de mí. De nuevo nuestros labios se juntaban, su mano seguía en mi cintura y comenzó a bajar la mano, y yo no estaba segura si dejarla o no, pero supongo que para todo hay una primera vez, así que me lo permití y ella bajó su mano hasta mi trasero, donde lo apretó a su antojo, haciendo que mi pulso se acelerara y dejé escapar pequeños gemidos.

No sé que somos, pero aún no te vayas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora