Capítulo 1

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-¡Joder! -grito mientras lanzo el vaso de lleno de coñac contra la pared.

En mi cabeza puedo oír a Susan gritarme que estoy ensuciando el piso. Que después ella va a tener que limpiarlo y no le hace ninguna gracia. Si estuviera aquí me regañaría un poco. Me disculparía, juguetearíamos y luego me la llevaría a nuestra habitación y le haría el amor. Se pondría colorada con mis obscenidades y dejaría que la llevara al orgasmo mientras suspiraba y ponía esa cara de placer que tanto me gustaba.

Pero para empezar, si no se hubiera ido, yo no estaria destrozando mobiliario. Ni estaría bebiendo, porque se que Susan odia que lo haga. Ni hubiera empezado a descargar mi rabia contra la pared mientras un montón de lagrimas empiezan a deslizarse por mi cara.

Soy un jodido gilipollas.

Entre golpe y golpe llego a oír cómo alguien llama al timbre de mi apartamento. Lo ignoro. Sé que no es Susan porqué tiene las llaves de casa. Ha sido lo último que ha cogido antes de salir con un fuerte portazo. Y si no es ella, me importa un comino quien sea.

Sigo descargado mi furia contra la pared. En un momento dado noto cómo me sangran los nudillos. Y me de igual. No me importa nada salvo que Susan se ha ido. Me recuesto contra la pared y lloro más fuerte si es posible. No entiendo como el duro Nick McGilliant puede berrear de este modo, pero allí estoy, hundido en la miseria... mientras alguien insiste en entrar en mi casa.

Decido levantarme y me paso la mano por la cara para abrir al pesado que esta aporreando el timbre y decirle que se lo puede meter por le culo y largarse.

Pero no era ningún pesado. Más bien una pesada. La pesada de mi vecina, que me observa semidesnuda desde el umbral de su puerta. Más que semidesnuda, vestida tan solo con una sudadera holgada y unos pantalones cortos que más bien parecen unas bragas.

A Susan le cae muy mal nuestra vecina. Empezó a odiarla desde que apareció frente a nuestra puerta poco después de mudarse y nos pidió sal. Llevaba el mismo modelito. Y a Susan le pareció una autentica perra.

A mi también, si he de ser sincero. Parece el tipo de chica que me hubiera follado sin pensarlo dos veces antes de conocer a Susan. También me mira del mismo modo que lo hacían ellas. En una ocasión en la que mi novia no estaba en casa, llamó porqué se había quedado encerrada fuera de casa y quería pedirme si podía probar de saltar por el balcón. Lo consiguió y justo después me invito a tomar algo para agradecerlo. Le dije que no, y cuando se lo conté a Susan se puso como un basilisco.

También le he pillado un par de veces mirándome desde la ventana. Y eso si que no me gusta nada.

En esta ocasión parece increiblemente enfadada. Frunce el ceño y golpea nerviosamente el suelo con su zapatilla.

-Mira chaval, si quieres redecorar el piso hazlo en otro momento porque...-empieza a decir justo antes de reparar en mi estado fisico-. ¡Diós mío!

Mira fijamente mi mano mientras por su cara pasa una expresión de sorpresa que rápidamente se convierte en asco. 

-¿Se puede saber que te ha pasado? -pregunta mirando el salón destrozado que hay justo detrás de mi.

Maldita niñata entrometida.

-No te importa -digo antes de cerrarle la puerta en la cara.

Pero ella mete el pie por medio y la vuelve a abrir.

-El ruido que haces no me deja estudiar -se queja sin dejar de mirar mi mano-. ¿No deberías curarte eso? Sangra un montón.

Suspiro. No se que me irrita más, que sea una entrometida o que tenga tantas ganas de dar por culo, pero de repente tengo ganas de dejar de hacer ruido y de curarme la mano para que me deje en paz de una puta vez.

-Disculpe señorita si le he molestado -digo con sorna-. Y no tengo nada para curarme, así que...

Suspira y se vuelve hacia la puerta abierta de su apartamento. Cuando parece que va a cerrar la puerta se gira hacia mí y me dice:

-Creo que yo tengo un botiquín en el baño.

Y es así como poco después me encuentro sentado en el suelo del baño de mi vecina mientras ella arroja una botella de agua oxigenada y unas gasas hacia mi. Miro con recelo los utensilios y me dispongo a usarlos cuando, al coger las gasas, se me escapa una mueca de dolor.

-¿Me puedes ayudar? -pido a la chica.

Susan, si no fuera hacia editora, seguro que sería enfermera, porque siempre está allí para curarme las heridas cuando tengo un arrebato. Supongo que mi vecina hará algo parecido antes de ver como arruga su cara en una mueca.

-Qué asco, ni de broma voy a tocar tus manos ensagrentadas.

Bufo mientras la miro con exasperación. No es Susan, sin duda.

Se oye a lo lejos como suena el timbre del interfono y mi vecina se gira hacia la puerta.

-Debe ser la pizza -dice mas para si misma que para mi-. Acábate de curar mientras voy a abrir y... -hace una mueca de asco- limpia este desastre.

Suspiro mientras acabo de desinfectarme las heridas y me las cubro con unas vendas que encuentro por allí. Realmente no queda tan mal como me imaginaba, pero no es como si me hubiera curado Susan, y escuece bastante más.

Recojo un poco todo el suelo y me dirijo hacia la salida del apartamento. Sé que mi vecina intentaba ser simpática, pero realmente resulta algo desagradable. Me la encuentro cerrando la puerta con el pie mientras sostiene con una mano la caja de pizza ya abierta y con la otra una porción de esta.

Me mira mientras muerde su trozo y sonríe.

-¿Quieres un poco? -pregunta sin haber acabado de masticar-. Yo no me puedo acabar una pizza entera.

Hago una mueca.

-¿Entonces porque te la has pedido? -pregunto frunciendo en ceño.

Suspira y pasa por mi lado para dirigirse a la sala de estar. Se sienta en el sofá y empieza a hacer zapping aburrida.

-Mi compañera de piso se ha ido a pasar unos días de vacaciones con su novio -explica sin a penas mirarme-. Y yo no sé cocinar. Llevo tres días alimentándome de bocatas y hoy... era el día de cambiar.

-También podrías aprender a cocinar -digo.

-O no -responde-. Mira, ahora vivo con alguien a quien le encanta cocinar y el amor de mi vida también lo hará -ahora si me mira-. Es por eso que no voy a clases de cocina, ¿Y si me enamoro perdidamente de alguien allí, como en una película cutre? Si está aprendiendo a cocinar es que no sabe, por lo que nuestro amor será imposible. Entonces no aprendo a cocinar y así cierro un circulo vicioso.

No se si es porqué se ha ido de las ramas sola o porque encuentro su explicación genuinamente divertida, que logra arrancarme una sonrisa. Parece bastante satisfecha con ello, por lo que se vuelve de nuevo al televisor y sigue buscando algo decente entre los canales. Y yo, por algún motivo que no logro comprender, la observo hacerlo.

-¡Zombies en la nieve! -exclama cuando en la pantalla aparece un grupo de amigos en un coche.

-¿Qué es esto? -pregunto sin acabar de entender bien el nombre.

Ella me sonríe antes de echarse a un lado.

-¡Es la mejor película de zombis de la historia! -explica-. Va de unos amigos que van a esquiar y les acecha un grupo de zombis nazis que quiere acabar con ellos -se vuelve de nuevo hacia el televisor-. Es mucho más mala de lo que parece. ¿Te quedas?

Miro el sito vacío al lado de mi vecina y me encojo de hombros. No es como si tuviera nada mejor que hacer y, al fin y al cabo, mejor esto que destrozar el apartamento.

Me siento al lado de mi vecina que me ofrece un trozo de pizza sin siquiera despegar los ojos del televisor. Realmente debe gustarle muchísimo esta película.

-Soy Beth, por cierto -dice con la boca llena.

-Nick -respondo también mientras mastico.

No es tan perraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora