Capítulo 33

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No voy a casa directamente. Amanda me ha pedido que haga compañía a Beth por esta noche, que está algo desanimada después de lo del otro día. Así que paro por el "Gran Dragon Rojo" y compro un poco de comida para los dos. A Beth le encanta esa mierda.

Después del escuchar el comentario de Eddie la otra noche, decidí que lo mejor que podía hacer era no intervenir e irme como si no hubiera escuchado nada. Amanda se enfadó un montón después de aquello y se fué con Max detrás de ella. Poco después Eddie decidió que era momento de retirarse y poco a poco el resto de gente ajena a todo aquel asunto se fué marchando sin siquiera darse cuenta de lo que había pasado. Una vez todo el mondo se hubo ido, Beth se sentó en el sofá y se puso un maratón de "Sexo en Nueva York". No quise dejarle sola, de modo que tomé una manta y me tumbé junto a ella. Por primera vez desde el día que nos conocimos, fuí el primero en dormirse.

Me abre la puerta en pijama, o la versión de Beth de un pijama, que sería una camiseta vieja holgada de los San Diego Padres y unos pantalones azules viejos y roídos. 

-Me he puesto pantalones para abrirte, así que más vale que sea importante.

Prefiero la Beth alegre. La que mueve la colita cada vez que me ve.

Levanto la bolsa de comida que he traído conmigo.

-He comprado algo para cenar, ¿Estabas haciendo algo? -pregunto, tampoco quiero interrumpirle.

Ella sonríe. Bien, al menos parece feliz de cenar conmigo.

-Estaba viendo el Open de California, si estàs calladito te dejó quedarte.

Niego con la cabeza. Es imbécil incluso cuando está triste. Santa paciencia.

No dice nada mientras le sigo hasta el salón. Me siento a su lado en el sofá y dejo las cosas encima de la mesa. Lo que sea que estuviera viendo Beth, está en la pausa de publicidad. Meto la mano en la bolsa que he traído y voy  sacando poco a poco toda la comida que he comprado para hoy. Mi vecina me observa con los ojos abiertos y poco a poco le cambia la cara.  He cogido todos sus platos favoritos en cantidades ingentes. Lo más seguro es que incluso nos sobre algo. Sonríe y finalmente me da un abrazo agradecida. No soy muy cariñoso, pero por esta vez se lo paso dado que es raro que mi vecina agradezca algo.

Para cuando vuelven de la publicidad, ya hemos empezado a comer y hemos tenido un pequeño altercado para compartir el arroz tres delicias. Aunque sonará a torneo de tenis, el Califòrnia Open resulta ser una competición importante de bailes de salón. Sabía que Beth había estado metida en ese mundo hace años, pero no que lo siguiera con tanta vigorosidad.

Estoy sorprendido por lo mucho que le apasiona todo ese mundillo. Nunca me ha hablado de ello a parte de aquella vez que fuimos juntos a la classe de zumba. Ni siquiera es una persona con una gran capacidad de concentración, pero hoy observa tan atentamente todo lo que pasa en televisión que ni siquiera pela conmigo por el último wantung frito.

-¿Hacías todo esto tu? -preguntó abrumado por la cantidad de categorías que hay.

Ella assiente.

-No hacía tantas cosas como ellos, obviamente, pero sí estaba en todas las categorías -levanta una mano y me ensenya los  dedos-. A mi abuela -dice en español- le hacía ilusión que aprendiera a bailar el paso doble y me apunto a classes cuando tenía seis años. Luego aprendí también la samba, el cha-cha, la rumba y el jive y aquí me especialicé en los cinco estilos latinos.

Parpadeo. Repito que Beth ha hecho un montón de cosas en su vida.

-¿Cuál era tu favorito? -aunque Beth me ha dicho que esté calladito, sé de sobras que no le molestará que pregunte sobre su vida. Le encanta hablar sobre sí misma.

No es tan perraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora