Capítulo 23

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Antes de conocer a Susan nunca pensé que fuera alguien que se enamorara. No me imaginaba en esa situación, y no entendía esos sentimientos. Y luego... bueno, apareció en mi vida. Desafiándome, exasperandome, obsesionándome. Me cambió, para bien. Puede que Beth vea todo lo malo del mundo en mí, pero antes era mucho peor. Más autodestructivo. Más agresivo. En definitiva, una mierda de persona.

No me importaba absolutamente nadie que no fuera yo, y no entendía porque ni cómo podía preocupar al resto de gente a mi alrededor. Así, hice amistades que valían más bien poco, tuve relaciones no demasiado significativas y me alejé de todo aquel a quien podía ser especial.

Ahora tampoco estoy muy acostumbrado a ello. Sé que a Susan le preocupo. Que mi madre me quiere y mis hermanas me ven como a alguien importante. Pero por algún motivo me sigo sorprendiendo cada vez que alguien muestra interés en mí.

Como cuando Amanda me viene a avisar que tengo sesión con el doctor Ramooray. O si Beth al salir del gimnasio me pregunta como estoy, y me lo pregunta en serio, de verdad le importa. Incluso Sam, que cada vez viene más amenudo, y me pide algún que otro consejo, como amigo.

No lo sé, es como que todo ha cambiado mucho en estos últimos años. Estos meses. He empezado a apreciar el amar a alguien, el tener amigos. Entender que Beth y Amanda no son unas perras que quieren lo que quieren, son amigas.

El tipo de amigas que te acompañan a la fiesta del bufete de tu padre porque son así de simpáticas. Y porqué les has prometido comida gratis y de calidad.

Me ajusto bien la pajarita. Odio tener que ir arreglado, simplemente no va conmigo. Pero mi padre se pondría como un basilisco si me presentara en tejanos, y mi madre se decepcionaría. Hay muchas maneras de cabrear a mi padre, pero pocas de decepcionar a mamá.

Quizás por eso le pedí a Beth que viniera conmigo. A mi padre le encanta esta chica. Hace ya tres semanas que fuimos a mi casa, y todas las veces que he vuelto ha preguntado por ella. Que si que chica tan inteligente y tan atractiva. Que si tiene los pies en la tierra. Que si lo que ha hecho por mí no tiene precio.

Y para que no se hiciera tampoco ilusiones, invité también a Amanda. No quiero que piense que entre yo y Beth hay algo, además si ama a Beth, adorará a Amanda.

Llaman a la puerta, supongo que son las chicas. Al abrir, mi vecina menos loca me espera ataviada en un elegante mono plateado que le marca la cintura y realza las piernas. Se ha maquillado y peinado casi como una profesional. Realmente es una chica preciosa, de esas bellezas que te golpean desde un principio y te roban por completo el corazón. Va a impresionar a todos los inversores de mi padre. Si no estuviera con Max, puedo asegurar que se llevaría algún que otro pretendiente a casa.

-¿Aún estás así? -pregunta impaciente.

Llevo un buen rato con ello. Me he vestido y peinado rápido, pero soy incapaz de atarme la pajarita.

-No puedo con esto -digo quitándome el instrumento de tortura infernal del cuello.

Niega con la cabeza ye quita de las manos el lazo. Con una habilidad nunca vista, me anuda rápidamente la cinta al cuello.

-Vaya, me siento imbécil -digo viendo que le resulta bastante fácil.

Ella ríe.

-No lo hagas, a mis padres les encantan las fiestas de gala, pràcticamente aprendí antes a atar estas cosas que a nadar.

Río y nos quedamos en silencio. A veces nos pasa esto, no tenemos tan tema de conversación como con Beth, que puede hablar incluso con las piedras.

-Vas muy guapa -le digo, y es cierto.

Sonríe.

-Gracias, hace tiempo que no me ponía este mono -dice apartándose después de hacer un últim ajuste-. Y gracias también por invitarnos, es un detalle.

No es tan perraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora