17. La promesa, el inicio del final.

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Joseph's PoV.

Que dramáticos que son todos. Hace ya algún tiempo Emma y Luke habían peleado. Él y sus estúpidas creencias celosas. Como sea, el punto es que hablaron, arreglaron su situación y todo acabó bien. La mala noticia es que no ganamos la final del Campeonato Intercolegial de Fútbol Americano. Llegamos tan lejos, ¿para no conseguir nada? Juro que no quise ni moverme de la cama, aunque Lucía no soporta tan bien mi berrinches como los demás, no es muy paciente que digamos.

Pero ahora tengo un presentimiento, algo está mal. Todo se estaba tornando un poco extraño estos días, y con todo me refiero a Emilia. No se veía con la luminosidad a la que yo me había acostumbrado, estaba más ojerosa, se notaba cansada y últimamente su ropa se estaba tornando muy oscura, literalmente, había empezado a vestir de color negro cuando regularmente usaba tonos pasteles o muy vivos.

Cada vez que quería preguntarle que le pasaba, me evadía el tema y salia con otra cosa. Y Emma no era gran fuente de información que digamos, siempre que intentaba averiguar algo a través de ella, me decía que tampoco entendía nada, aunque la mayoría de veces parecía que mentía.

Estaba un poco (muy) hostigado, así que decidí ir a la casa de Emma para ver si le puedo sacar algo de información. Espero unos minutos hasta que ella abre la puerta.

—Emma, necesito hacerte una pregunta, es importante. ¿Me puedes decir qué sucede con Emilia? Llevo todo la semana intentando hablar con ella, tratando de que me explique que le pasa, pero no me dice nada. Y no me digas que no ocurre nada, porque sé que es mentira —digo cuando se da cuenta que soy yo.

—Dime que día es hoy —pregunta acordándose de algo.

—¿Qué? —pregunto sin entender.

—¡DIME QUE DÍA ES HOY! —grita perdiendo los estribos.

—15 de febrero, ¿por qué? ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ OCURRIENDO?! —grito.

—Es hoy, lo olvidé, maldita sea... —masculla con los ojos brillantes, agarra una mochila, cierra la puerta y empieza a correr.

—¡Hey! —la alcanzo luego de correr un poco y la detengo —¿Me explicas qué ocurre? Porque juro que no entiendo nada y me desespera no poder ayudar. Sé que intentas protegerla y todo, pero yo formo parte de su vida también, tengo derecho de saber.

—Su madre murió hoy hace cinco años, siempre se pone así para esta fecha. Se cierra, no come, no habla con nadie, no deja que nadie la ayude, y se queda en su habitación sin permitirme entrar, tengo que ir a verla, aunque sea para quedarme detrás de la puerta pero tengo que asegurarme que esté bien.

—¿Tienes la llave de su habitación? —pregunto.

—Ella me dio una copia, sí, pero no me deja entrar cuando estas cosas ocurren.

—Dámela —ordeno.

—¿Qué?

—¡Dámela, joder! Si quieres ayudarla a ella, ayúdame a mi dándome las llaves —grito. Creo que se da cuenta de que estoy realmente desesperado, por que me las entrega sin rechistar. Apenas las deja en mis manos salgo corriendo en dirección a la casa de Emilia.

Toco la puerta con insistencia, Carmen me abre y en su rostro, la expresión que lleva, lo dice todo. Siento el aire pesado, ella no me pide explicaciones, ya debe saber porque estoy aquí, y me deja entrar. Cuando llego a su cuarto y abro la puerta, me descoloco totalmente. Ella esta allí, tiene un saco de boxeo al frente, está golpeándolo con fuerza, con ira, no tiene vendas en las manos para protegerlas, sus nudillos sangran, y está llorando.

Un corazón por sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora