12. Gatófonos.

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Joseph's PoV.

—¿Me repites de nuevo por qué estamos aquí? —le pregunto por décima vez a Lucía, ella bufa por onceava vez.

Estábamos caminando por una calle que no conocía, habíamos quedado de vernos en una heladería para partir desde allí. Sí, me había dicho que íbamos a retirar un gatito a la tienda de mascotas, sabía que era un regalo para su tía que estaba de cumpleaños, lo que me preguntaba era que papel cumplía yo aquí.

—Porque tengo que retirar a un gatito y me dan miedo, así que estás como apoyo moral —me dice.

—Esa es, por fin, una respuesta real.

—Te dije respuestas reales todo el camino —dice obviada.

—No, lo único que dijiste todo este tiempo fue ''porque sí y punto'', eso no es una respuesta real.

Bufa de nuevo y rueda los ojos, me río y cambio de tema, seguimos hablando hasta que llegamos por fin a la tienda. Lucía habla con la chica del mostrador mientras ésta me está viendo como psicópata o como si me quisiera comer. Dios, que miedo.

De la nada aparece una señora que le dice a la chica que se ha acabado su turno y la manda volando detrás de la tienda, ella es la que se encarga de completar los papeles de venta y arreglar todo.

—El que pediste está en esta sección con los demás —le muestra un espacio —Quédate un rato con él para que se adapte a ti y no le den ganas de asesinarte —sonríe sarcástica la señora y Lucía pone una cara de horror que da risa.

Nos acercamos al borde del pequeño espacio cercado en el que están los animalitos, nos arrodillamos y Lucía se apoya en mi espalda con temor.

—¿Qué haces? —le pregunto al darme cuenta de esto.

—Tengo miedo de que me arañe —dice asomando su cabeza por mi hombro, me río y me golpea en la cabeza para que me calle, poniéndose levemente roja y refunfuñando cosas por lo bajo. La verdad, es que se ve tierna así.

—Lo siento, fue inevitable reírme, pero es que es absurdo —le respondo —Tiene creo que dos meses, no te hará daño.

—Bien, pero si me deja rayas en los brazos será tu culpa —me señala amenazadoramente.

Le pregunto cuál de todas las bolas de pelo es la suya, y me señala un pequeño minino grisáceo atigrado que está sentado lamiéndose una patita. Lo agarro y lo pongo en mis brazos acariciándolo, enseguida empieza a ronronear. Se lo acerco a Lucía que lo mira como si fuese el bicho más feo del mundo, pero al final lo toma, con cuidado de no asustarlo. El pequeñito se acomoda en sus brazos y ronronea de nuevo, ella sonríe más tranquila.

—¿Qué nombre le ponemos? —le pregunto.

—No le podemos poner nombre, si lo hacemos se acostumbrara a él y mi tía no pondrá cambiárselo si no le gusta —responde.

—Bien, ¿al menos podemos ponerle un nombre temporal? No lo llamaremos así, pero servirá para no tener que decirle ''el gato'' cada vez que hablemos de él.

—Vale, ¿Qué te parece Barry?

—¿En serio? Estaba pensando en algo mas como Jelly.

—Tendrá nombre de gelatina, no. ¿Blackberry? —enarco una ceja.

—¿No me permites llamarlo Jelly pero sí puede sonar como teléfono? —me río y empiezo a señalar a los demás gatitos —El de allá será Nokia, el otro será Samsung, el de acá será Apple y el amarillo será Huawei, los llevaremos todos y tendremos nuestros propios gatófonos, ¿te parece? —me río causando que me golpee levemente en la cabeza pero termina riéndose también.

Un corazón por sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora