Joseph's PoV.
—Pregunta, ¿por qué la gallina cruzó la calle? —escuché detrás de mi puerta, yo ya sabía quién era.
—No sé —dije sin abrir, primero tenía que vestirme decentemente.
—Para visitar a la persona más fea del mundo —dijo a través de la puerta.
—Eso no tiene sentido —respondí colocándose una camisa.
—Toc, toc —no entendía nada.
—¿Quién es?
—La gallina.
—Te detesto —respondí mirándola mal, Emilia sonrió.
—Eso es mentira, soy una ternura, es imposible que alguien me odie —respondió inocente antes de tumbarse a mi cama.
—De eso no hay duda —ironicé, ella se limitó a sacarme la lengua —¿Qué haces aquí?
—Me aburría en casa. Decidí pasar a joderte un rato.
—¿Qué no tienes más vida social? —me miró mal.
—Obvio sí, pero siempre será más divertido molestarte a ti —sonrió.
—¿Y si hago esto? —digo y antes de reaccione me le lanzo encima (sin hacerle daño) encerrándola en un abrazo que la deja inmóvil y logrando que suelte un grito de sorpresa mezclado con risa. No me muevo de allí y empieza a forcejear.
—Joseph, quítate, que pesas —se ríe.
—No, tu querías molestar, ahora te aguantas —me río.
Empieza a moverse más fuerte pero la sujeto con más dureza para que no lo haga. Por el forcejeo, casi acabamos al borde de la cama.
—Quédate quieta que me harás caer —le digo y se ríe.
—Bien, así me libro de ti —se mueve más.
—¡Si yo ardo, tu arderás conmigo! —grito.
—¡Deja de mal imitar a los Juegos del...! ¡Ah! —gritó/chilló. Y al final nos caímos, pero claro, el mundo me odia tanto que todo el peso terminó sobre mí.
Caí de espaldas, con Emilia aferrada en mi pecho, el cual había amortiguado su caída, pero a mí me dolió.
Me quejé, ella se rió y yo acabé por hacerlo también.
—Te dije que nos caeríamos —dije aflojando el agarre de su cintura y tumbándome bien.
Se quedó allí, arriba en mi pecho, riendo y burlándose un rato con su cara escondida en mi camisa.
—No seas chillón, que a mí también me dolió —dijo levantando el rostro para verme a los ojos.
Sucedió de nuevo, me volví a perder en ellos, ella también se congeló. Me di cuenta que estábamos muy cerca, sacudí mi cabeza rápidamente apoyándola en el piso de vuelta, riendo nervioso esperando que no se hubiera dado cuenta o al menos no me dijese nada por actuar así.
¿Quieres, por favor, ordenar tus pensamientos? ¿Qué ocurre contigo?
—Merecido te lo tenías —le dije. Se quitó lentamente de encima y me tendió una mano, que acepté, para ayudarme a pararme.
Ella se sentó en la silla de mi escritorio, y yo volví a mi cama.
Una semana después de su cumpleaños, seguía pasándome cosas así, ya me estaba preocupando. Eso no era normal. No para mí.
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Un corazón por sanar
Teen FictionSiempre se está conociendo y descubriendo nuevas personas, la mayor parte del tiempo, lo hacemos por casualidad. Y al final, la mayoría de esta gente cree que una de esas casualidades es lo mejor que les podría haber pasado. A ellos les sucedió así...