21. Feliz Cumpleaños, Lia. (Parte 1)

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Joseph's PoV.

—¡Hola! —saludó Emilia al llegar hasta mí.

—Hola —dije fingiendo indiferencia.

Adivinen que día es hoy. Es el cumpleaños de ella.

Todo había salido de acuerdo a lo planeado, su padre me había puesto en contacto con su abuela y ella ya estaba preparada, Emma tenía los libros, y los chicos habían conseguido lo necesario para la fiesta.

Solo faltaba que sea la hora adecuada para llevarlo a cabo. En unas dos horas tenía que inventarme algo para llevarla donde su abuela, quien se había hospedado en un hotel unos días. Estaba bajo cuidado de una enfermera que contrató porque por su edad andaba delicada (esa era otra de las razones por las que ella no venía hasta acá).

El punto es que todos tenían que fingir que hoy era un día común y corriente, y si podían, ignorar olímpicamente a Emilia, llevábamos medio día haciéndolo.

Me sentía muy mal por hacerle esto, pero Emma dijo que así la sorpresa sería mayor.

—¿Cómo estás? —pregunté por inercia.

—Normal, supongo, hoy... —se detuvo a verme.

—¿Hoy qué? —pregunté por mantener el papel.

—¿Sabes qué día es hoy? —me preguntó. Solo con ver su expresión me daba cuenta que esperaba que me acordara de su cumpleaños y que probablemente esto le esté doliendo un poco.

—19 de abril, ¿se supone que pase algo hoy? —pregunté.

—No, nada —fingió que no tenía importancia.

Lo que no ella sabía era que después de todo este tiempo, yo ya conocía cada expresión facial suya y podía distinguir cuando se enojaba, molestaba, estaba feliz o algo le daba pena o tristeza, aunque su cara estuviera aparentemente neutra.

—Ah, vale —respondí.

Sigo revisando mi celular, ella se ha quedado a mi lado leyendo en el suyo con la excusa de que Emma estaba ocupada y no tenía nada por hacer, en eso me llega un mensaje.

De: Emma.

Todo listo, tú empiezas. Ya sabes el resto del plan. ¡Suerte!

No contesté porque al instante mi teléfono sonó con una llamada. Hora de empezar el acto.

—Hola, madre —saludé.

Obviamente no era ella quien me llamaba en realidad, sino Emma. La primera parte del plan era que ella llamaría cuando yo le avisara que tenía a Emilia conmigo (cosa que hice sin que ésta se diese cuenta), fingiría ser mi madre y me mandaría a hacer un encargo; yo tenía que convencer a Emilia de acompañarme, solo que en vez de hacer un encargo la llevaría con su abuela, quien en este momento debería estar ya en mi casa.

Fingí hablar, escuchar, y al final, quejarme por su pedido, de a poco llamé la atención de Emilia. Cuando colgué, ella me estaba viendo con curiosidad.

—¿Pasa algo? —me preguntó.

—Mi madre, quiere que vaya a su oficina y recoja unas carpetas con documentos súper importantes o algo así. Al parecer se le olvidaron, junto con el hecho de que tiene dos hijos y no solo uno a quien molestar.

—Que malo eres —rió —Vamos, te acompaño.

—¿En serio? —tal vez esto me saliera más fácil de lo que pensé.

—Claro, ¿por qué no? Además no tengo nada que hacer, avisaré a mi padre.

—Bueno, vamos entonces —dije parándome del árbol en el que estaba apoyado.

Un corazón por sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora