26. Mientras pasa el tiempo.

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Narrador omnisciente's PoV.

Ir al instituto se volvió una tortura para ambos. Las costumbres cambiaron, las rutinas fueron distintas y el sufrimiento de ambos crecía poco a poco.

Todo fue quedando de lado.
El día que decidieron dejar de verse, cada uno liberó tensión a su manera. Emilia volvió al ballet, y cuando eso no le funcionó, trató con el saco de boxeo. Otra vez sin vendas, otra vez lastimada, otra vez llorando.

Joseph, también lloró.
Sí, lloró. Él no era como Emilia, él no tenía otras alternativas para dejar salir todo. El seguía haciéndolo a la vieja usanza.

Esa fue la primera cosa que hizo al llegar a casa, después de encerrarse en su habitación, luego solo quedaba intentar sobrellevarlo.

Dos semanas después ya todo había cambiado completamente.

Joseph que siempre se sentaba con ellos en la misma mesa, empezó a ir a la biblioteca o quedarse vagando con la cabeza en otro mundo mientras caminaba por los jardines.

Emilia, ella se sentía cada vez peor, empezaba a pensar que en vez de ser lo mejor para ambos, como dijo Joseph, era lo más doloroso del mundo. Ella se quedaba en las mesas con Emma y a veces, cuando él no estaba con su amigo, con Luke.

Ella seguía todas sus costumbres, en realidad, Joseph fue el único que tuvo que cambiar sus rutinas, aunque claro, él lo hizo pensando en Emilia. No quería que su vida quedara más afectada de lo que ya estaba y pensó que lo mejor era fingir que nunca la conoció. Era un poco triste, pero no se podía hacer más.

Así que así pasaba el tiempo, siempre pensándose pero ya sin poder verse nunca.

Ahora, Luke estaba haciéndole compañía a Joseph, que estaba en su habitación, sin nada que hacer para pasar el tiempo, además de tarea. Todo pasaba tranquilo, sin problemas, hasta que Luke decidió agitar las cosas.

—¡¿QUIERES POR FAVOR DEJAR DE HACER ESO?! —gritó de repente.

Joseph se quedó estático un momento en su escritorio, sin entender nada.

—¿Qué? No estoy haciendo nada, estoy adelantando el trabajo de hist... —Joseph no pudo terminar la oración, un libro fue lanzado a su cabeza y tuvo que esquivarlo rápidamente.

—¡¿Pero a ti que te pasa?! ¡¿Te volviste loco o qué?! —le gritó de regreso, sujetando el libro que se había estrellado en la pared.

-—¡Me cansa verte compadecerte de ti mismo! ¡Eso pasa!

—¿Qué? —Joseph dejó el enojo a un lado, prestándole toda su atención.

—Me estresa y me frustra verte todos los días decaído, con la cabeza en otro lado y perdido, estás como zombie, no creas que no me he dado cuenta —dijo Luke cansado, tumbándose en la cama.

—Yo no parezco zombie —negó Joseph, y Luke tuvo que reunir toda la paciencia del mundo para no caerle a golpes allí mismo.

—Lo haces —dijo sentándose para mirarlo directamente —No te das cuenta, pero lo haces, ya sé que dijiste que ibas a alejarte de ella, a fingir que nunca pasó nada, ¿pero cómo esperas hacerlo si te la vives pensándola? Y no lo niegues, que sabes que es verdad.

—¿Y qué más quieres que haga? Aún duele, espera sentado, porque pasará mucho antes de que se me olvide totalmente.

—¿Y si tratas de empezar a olvidarla? Esta vez, de verdad.

—¿De verdad crees que puedo hacer eso?

—Claro que puedes, sal más seguido, lo único que vas hecho en toda la semana ha sido encerrarte en tu habitación. Necesitas distraerte. Y urgente.

Joseph río leve, su amigo estaba loco, pero trataba de ayudarlo, asintió en acuerdo con él.

—Vale, vale, saldré más seguido.

—No, saldremos ahora. Nicky, la loca del curso de arte, dará una fiesta por no-se-qué-cosa hoy en la noche, tú y yo vamos a ir. No se lleva con mucha gente, pero ya sabes, si se trata de alcohol y un lugar donde joder, irá todo el mundo.

—¿Quién irá solamente? —Luke entendió, Joseph no quería encontrarse con Emilia, menos ahora que tenía una promesa por cumplir.

—Solo tú, Emma y yo.

—Vale... Está bien, yo voy, sólo déjame hacer una última cosa —dijo abriendo un cajón del escritorio y sacando un sobre de él.

—¿Qué es eso? —preguntó Luke con curiosidad.

—Una carta, la escribí hace una semana. Quiero que cuando pases a recoger a Emma (quien de seguro estará su casa), se la des a Emilia, o dásela a Emma y que ella se la entregue, como prefieras. Es el inicio del fin de esto.

—¿Estás seguro de eso? —obvio que no lo estaba, se encogió de hombros.

—No, pero da lo mismo, no me gusta joder la vida de nadie y menos la tuya.

Dijo refiriéndose a Emma. Y era cierto, dos semanas atrás cuando todo esto había empezado, Luke tuvo que hacerle compañía la mayor parte del tiempo tratando de reanimarlo, y por ende pasaba menos tiempo con Emma; aunque ella también a veces estaba ocupada con Emilia.

—Vale, como prefieras, te veo allá en la noche, sólo ve directamente, recojo a Emma y te veo allá —asintió.

—Vale, adiós —se despidió. Luke se fue con el sobre en la mano y Joseph se tumbó en la cama para pensar un poco.

Bueno, eso era todo, ya no podía hacer nada y no era como si mágicamente algo fuese a cambiar.

Trataría de dormir un poco, seguramente Luke no lo dejaría en paz toda la noche y necesitaba fuerzas.

«Lo siento, Lia, pero ya no puedo hacer esto, ya no», fue lo último que pensó antes de caer dormido.

Un corazón por sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora