Capitulo 7

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-Belén, despierta-dijo Alfonso sobándose los ojos después del sueño.

Sobresaltada me desperté ¿Qué hora era? ¿Mi madre nos habrá visto? No, lo se.

-Alfonso tienes que irte ¡Ahora!-dije buscando la ropa que me había puesto ayer para volvérmela a colocar hay. No tengo mucha ropa. Mientras lo hacía Alfonso se reía de mi ¿Qué era tan chistoso?-¿De qué te ríes?

-De ti ¿De quién más?-dijo desinteresadamente.

-No importa. Tienes que irte, mi madre puede llegar y…-me interrumpió mi frase colocando su dedo índice     sobre el mis labios. Si cualquier persona en el mundo me hubiese hecho eso sería lo más estúpido del mundo pero con Alfonso no lo era.

-Nadie se va a enterar, preciosa- sentía que podía levitar cada vez que me decía eso…Era hermoso. Salió por la misma ventana por la que había entrado en la noche, sin decir nada más se fue.

Después de una cortísima ducha me dirigí a la cocina para ver si había algo para desayunar, pero como ya era rutina, no había nada. Una vez más me fui con el estómago vacío a la casa de Peter.

El camino, como todos los días era un poco largo, muchos artesanos colocaban sus productos cerca de alguna casa de los Slim, esperanzados de que algún familiar vea algo que le guste y lo compre, pero eso solo estaba en la mente de los artesanos ya que eso jamás sucedería.

Golpee la puerta como siempre pero esta ves me abrió un señor que no era Peter, era su padre Antonio Slim, el señor más temido, odiado y con poder de la isla. Pude sentir como la sangre corría mas rápido por mi cuerpo con un calor que quemaba, estaba nerviosa.

-¿Quién eres, pequeña?-pregunto con asco.

-Trabajo aquí, señor-dije sin mirarlo, no podía. Él le había hecho algo a mi familia que era injustificable.

-Pues adelante entonces –dijo haciéndose a un lado para que pudiera pasar a la casa y comenzar con el trabajo.

“Hoy no creo que sea un buen día” pensé en el camino a la cocina.

Busque la escoba ya que como no era sábado ni domingo mis quehaceres hogareños estaban enfocados en la limpieza del living.

-¡Hola, Belén! ¿Qué ha sido de tu pobre vida?-pregunto Kate, mi mayor enemiga y ahora novia de mi mejor amigo.

No respondí a su estúpida pregunta, no iba a rebajarme a su nivel de niña mimada y mal educada. No sé porque lo hace, me refiero a hacerme la vida imposible. Siempre está buscando mi punto débil para atacarme y hacerme daño donde más duele ¿Qué le había hecho yo? Nada, esa era la repuesta. Jamás he cruzado muchas palabras con ella, sin embargo, ella me odia con toda su alma; si es que tiene. Raimundo dice que es envidia ¿Cómo puede ser envidia siendo que Kate lo tiene todo? Lo único que se es que me quiere destruir y no descansara hasta que me vea a 5 mil metros bajo tierra.

Sin pensarlo dos veces me dirigí lo más rápido que pude al living lo cual fue un éxito ya que Kate no me volvió a preguntar cosas, o por lo menos ese rato.

Los cojines de los sillones era lo que menos me gustaba limpiar, eran muy grandes, pesados y guardaban mucho polvo. Desconfiada tome una pero no siquiera pude levantarlo. Segundo intento “Esto no me puede ganar” pensé e intente nuevamente, pero nada ¿Por qué Peter tiene sillones si ni siquiera se sienta en ellos? Tercer intento, nada. No podía, simplemente no podía mis brazos son delgados y levantar un cojín que pesa más que yo era imposible.

-Creo que tienes problemas-dijo Peter que estaba apoyado en el marco de la puerta y con una sonrisa en dibujada en los labios.

-Si la necesito-dije en un suspiro. Peter se acercó y tomó el gigantesco cojín en sus brazos comenzándolo a sacudir de un lado para el otro, lo hacía bien supongo que mucho tiempo veía como se limpiaban las cosas en su casa y las había aprendido solo con mirarlas. Comencé a reír, era mucho el polvo que salía de un solo cojín, Peter igual reía y a la vez estornudaba por el ahogante polvo. Todo  era chistoso hasta que fuimos interrumpidos.

En un lugar muy lejano.Where stories live. Discover now