Capitulo 30

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Capitulo 30

Llegamos a puerto, dejamos a Bruno inconsciente en la habitación donde estábamos. Como habíamos llegado, no había nadie por los pasillos y la escapada fue más fácil de lo que pensábamos.

Nuestros pies tocaron la tierra, sentí un cosquilleo que me recorrió la espalda, no sabía si era bueno o malo, pero no me agradaba demasiado.

Raimundo y yo miramos para todos lados, me sentía sumamente asustada. Miré a Mia y Federico, que maravillados por la belleza de la isla, estaban con la boca abierta.

“Debe ser fácil admirar algo hermoso, pero sin conocerlo bien. Debe ser fácil dejarse llevar por las apariencias” pensé, pero me di cuenta de que yo también dejé llevar por las apariencias. Las apariencias de Alfonso, sentía que lo conocía, pero no era así.

Raimundo me tomó la mano, para dirigirnos a su casa. Mia y Federico nos siguieron unos pasos más atrás. Se quedaban mirando cada flor, cada árbol, cada pájaro, cada mariposa, cada coso que para ellos era exótico.

No había mucha gente en las calles, y las que estaban nos miraban extraño, pero nadie se atrevía a preguntar, por el medio que podía causa o por la inseguridad.

Después de unos cinco minutos llegamos a la casa de Raimundo. Se me encogió el estómago al pensar en que Amelia pudo haber pasado mucha hambre o frío, se me encogió el estómago al pensar que Peter estuviera molesto conmigo por dejarle una carga tan pesada.

Raimundo tocó y puerta y yo apreté más fuerte su mano. Él me miro, igual estaba preocupado.

Antes Raimundo ocultaba muy bien sus expresiones y sentimientos, pero ahora lo conocía mejor que nunca y había aprendido a leerlos.

Mia y Federico, no lo entendía, para ellos esto era solo un viaje a un lugar aparentemente hermoso, no podían sentir nuestros nervios y ansias.

Sentí los pasos que se acercaban a la puerta y sentía que el mundo se me caía encima. La puerta se abrió lentamente y no podía ver quién era. Así que la empujé con fuerza ansiosa por ver quien era.

Peter.

El que había abierto la puerta era Peter, sentí que volaba. Me lancé a sus brazos y comencé a llorar, lloraba y lloraba, lágrimas y lágrimas salían de  mis ojos. Sentí alivio pero saber que Peter se había hecho cargo de mi hermana, mi madre y el padre de Raimundo. Esto era algo que jamás en la vida se lo podría pagar, jamás. El agradecimiento que sentía hacia el era simplemente infinito.

El me respondió el abrazo, me apretaba contra su cuerpo y yo escondía mu cara en la curvatura de su cuello, y lloraba. Creo que me decía algo al oído, pero no pude entenderlo, los gemidos que salían con las lágrimas me lo impedían.

Estuvimos mucho tiempo los dos abrazados. No me importaba que a Raimundo no le agradara Peter, el era mi amigo. Sí, mi amigo ¿Qué hubiera sido de mi familia sin Peter? Seguramente nada.

-Te extrañé-me dijo cuando nos separamos. Sus manos tomaban mi cara y con el dedo pulgar, limpiaba mis interminables lágrimas.

-Yo también-respondí con mi típica risa nerviosa.

Nos abrazamos durante unos segundos más. Luego Peter saludó a Raimundo, extrañamente también se abrazaron unos segundos. Quizás Raimundo comprendió que sin la ayuda de Peter, nada de esto estaría pasando, seguramente no nos estaríamos abrazando, más bien dándonos un pésame. Quizás comprendió que Peter no era como su padre, si no que mil veces mejor. Quizás comprendió que gracias a él nuestras familias estaban vivas.

-¿Y Amelia?-pregunté cuando ya las lágrimas no se disparaban de mis ojos.

-Amelia…-temí lo peor: su muerte- Ella está en mi casa-respiré aliviada.

En un lugar muy lejano.Where stories live. Discover now