Capítulo treinta y tres.

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Desperté horas después de haber notado que no había salido de casa de Gee y, obviamente, había pasado toda la noche allí. Él había dormido sin siquiera soltar mi brazo, y yo había dormido sin notar siquiera las llamadas de mis padres o los mensajes diciendo cosas como:

"Hola Frank, ¿a qué hora vuelves a casa?"
"Frank se hace tarde, ¿dónde estás?"
"Quiero mi automóvil devuelta A H O R A"

O los molestos mensajes de mi hermanita diciendo cosas como:

"Mis padres te matarán"
"Frank están alterados"
"RESPONDEME"

Sonó tanto que tuve que llamarla poco antes de apagar el celular, y pedirle que les dijera a mis padres que me quedé en casa de un amigo porque el coche no encendía, entonces mi madre se preocupó más por el coche que por mí. Aunque sea (y en mi defensa) hizo pensar a mi padre que tal vez estuviese con mi novia en su casa, cosa que por supuesto era cierta, a excepción de que es novio, en masculino.

Moví un poco a Gee para saber si ya había despertado, no quería ser el único en despertar y mucho menos quería salir sin despedirme.
Seguía dormido, lamentablemente, así que no podría irme aún.
Lo miré fijamente unos instantes, se veía muy dulce durmiendo, es tan delicado y tan tierno; para mí él es perfecto, lo mejor que pudo haberme pasado en tanto tiempo.
Esperaba con ansias volver a New York, siendo sincero, para poder volver a estar con mi angelito, sin restricciones.
Mientras lo observaba me resigné de nuevo a salir de su casa, sabía que al moverme, él se despertaría, y preferí verlo dormir a salvarme del posible regaño de mis padres, que de todas maneras: no había manera de salvarme.
Minutos luego, Gee empezó a moverse entre las sábanas, hasta que abrió sus ojos, y se aferró más a mí.
-Buenos días, mi ángel -dijo sonriendo-. ¡Te quedaste toda la noche conmigo! -Reafirmó emocionado, como un niño pequeño.
-Sí, angelito, pero debo irme rápido, mis padres están preocupados.
En ese instante su ojos se llenaron de tristeza.
-Quédate un poco más, por favor...
Empezó a besar mi mejilla tiernamente, hasta encontrarse con mis labios. Empezó a besarme de manera tierna, entrecerrando sus ojitos cada vez más, hasta que su lengua rozó mis labios, iniciando un juego entre nuestras lenguas, así profundizó el beso, sentía como su lengua se movía al mismo ritmo que la mía. Sus labios son muy suaves, amo sus tiernos roces, me hacen pensar que es un verdadero ángel.
-Me quedaré un poco más, pero con una condición.
-¿Cuál...? -preguntó mirándome directo a los ojos, tenía las pupilas dilatadas, eso hacía que sus ojos lucieran grandes, mucho más hermosos de lo normal.
-Sigue besándome de esa manera, es increíble para mí.
Y así lo hizo, hacía que me llenara de éxtasis con cada beso.
Empezaba a sentir calor, y tomé control del beso. Lo besaba de manera salvaje, él seguía mi juego, me miraba de manera pícara y sonreía cada vez que nos separábamos para respirar. Eso hacía que me excitara más.
Bajé hasta su cuello y empecé a besarlo allí, succionando su piel con mi boca, pero con cuidado de no dejarle marcas, también hacía círculos con mi lengua alrededor de sus clavículas. Él gemia de manera aguda, lo combinaba con suspiros largos.
Quería tenerlo, quería hacerlo mío de nuevo, pero no era el momento, ni el lugar correcto. No tenía más opción que conformarme con eso por los momentos.
A los pocos minutos sentí una puerta abrirse, inmediatamente paramos de besarnos; segundos después entró la madre de Gerard, sin siquiera tocar la puerta...
-Buenos días, muchachos. Frank, qué bien que decidiste quedarte -dijo Donna con una sonrisa inocente.
-Haha -ya sentía los nervios apoderarse de mí-, me quedé dormido accidentalmente...
-No te preocupes. ¿Llamaste a tus padres?, ¿saben que estás aquí?
-Sí, sí, los llamé hace poco.
-Está bien, Frankie, dentro de un rato bajen a desayunar. -Nos sonrió una vez más y salió de la habitación luego de saludar a su hijo.
Si tan sólo supiera que Gerard y yo somos algo más que simples "amigos" y que yo lo quiero mucho más que un simple "hermano", creo que no estaría sonriéndome de esa manera...

Bajamos a desayunar tiempo después.
Todo estaba normal, como una familia común y corriente, con un invitado (secretamente el amante de su hijo) en la mesa, terminando el desayudo, hasta que alguien tocó la puerta.
Donna abrió la puerta, yo estaba ayudándola a recoger la mesa con Gerard.
-Ray, ¿cómo estás? -dijo Donna, y yo morí por dentro al ver que era Ray quien tocaba la puerta.
Ray saludó a Donna, y ella lo invitó a que se sentara en el sofá. Gerard fue a abrazarlo inmediatamente, y se sentó sobre sus piernas para abrazarlo mejor; no evitaré decir que estuve celoso por un momento, pero supe controlarme.
-Hola, Frank. Supuse que estarías aquí.
-¿Por qué?
-Fui hasta tu casa, y tu madre dijo que no habías pasado la noche allí.
-Estuve llamándote...
-Y yo a ti...
-¿Qué? Claro que no.
-Revisa tu celular, estuve llamándote hace dos horas.
-Lo apagué... No importa, el punto es que estás aquí. Deberíamos hablar.
-No hay nada de qué hablar, dejé todo claro.
Las palabras parecían balas, y nuestras miradas eran agresivas, intensas, teníamos una guerra.
-Entonces, ¿por qué me evitabas?
-No lo hacía, estaba ocupado.
-¿Quieren helado? -Nos interrumpió Gee, ignorando nuestro tema.
-Sí, Gee, gracias -respondió Ray acariciándo su cabello.
Gerard bajó de las piernas de Ray, y fue a la cocina. En ese momento aproveché para sentarme al otro lado del sofá e iniciar un interrogatorio.
-¿Qué hacías ayer con Bob en una cafetería?
Noté que se sonrojó y apartó la vista de mí.
-¿Cómo lo sabes y por qué quieres-? -Estaba nervioso, algo tenía qué contarme. No deje que terminara la pregunta cuando agregué otra cosa:
-Pregunté primero.
-Estábamos hablando, necesitaba a alguien con quien desahogarme. Le conté que te había confesado lo sucedido con Gerard hace años. También debo contarte algo...
-Podías hablar conmigo, Ray...
-No, Frank, no podía, no lo entiendes. Tú lo amas, y sólo te pondrás celoso-
-¡Claro que no!
-Sólo escuchate. Necesitaba mi espacio, aclarar las dudas en mi cabeza. Estoy mejor, estoy bien.
En ese momento entendí que mal la pasaba Ray entonces, me puse en su lugar, y supe que no era fácil ver a la persona que creíste amar por un tiempo con alguien más, mucho menos que ese alguien más sea tu mejor amigo.
Me sentí mal por un momento, él es mi mejor amigo y no quería que estuviese así, no quería que pasara por eso, pero tampoco quería rechazar mi felicidad, de todos modos Gerard no lo correspondía de esa manera...
Gee volvió a la sala, con helado y tres cucharas, y se sentó en medio de los dos, finalizando así la conversación, por los momentos...
-¿Cómo has estado, Gee? -preguntó Ray acercándose a tomar un poco de helado.
-¡Muy bien, Ray! Anoche mi ángel se quedó conmigo toooda la noche, y dormí de maravilla. Lo extrañaba mucho, y a ti también -los ojos de Ray mostraban tristeza al oír cómo hablaba de mí, se volvían a llenar de alegría cuando él decía que lo extrañaba, eso significa algo para él, le recuerda que Gerard lo quiere, no de la manera que él desea, pero lo hace-, extraño jugar contigo y extraño la comida que preparas. Espero ir a casa pronto.
-Yo también te extraño mucho, Gee. A ti, y a Frank.
Escuchar me sacó una sonrisa.
Ellos seguían hablando, mientras yo seguía pensando todo lo que había ocurrido, y admiraba mucho la forma en la que Ray no tenía rencor alguno.
No podía preguntarle nada a Ray en frente de Gee, y tenía que volver a casa también.
Seguimos hablando un par de minutos, entonces me ofrecí a llevar a Ray a su casa para poder hablar con él.
Me despedí de mi angelito y le prometí volver en unos días antes de volver a New York. También le prometí terminar lo que iniciamos en su habitación...

Ahora Ray y yo sí podríamos hablar bien, y podría salir de todas mis dudas.

-Continuará-

Esquizofrenia // «Frerard».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora