Capítulo veintiuno.

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Paso el lapso de los tres días, y Gerard se vio obligado a tener que confesar a su hermano aquella infidelidad.

Tal como lo esperaba, el corazón de su hermano menor se quebró en pedazos, había bastado solo una palabra para que su carita de felicidad cambiara a una colmada de tristeza y lágrimas.

Al no poder creerlo por completo, salió a casa de su novio por una respuesta. Al llegar lo vio sentado junto a un árbol.

  —Hola, Mickey. Hace algunos días no te veo —luce nervioso—, ¿cómo estás? —Se acerca a besarlo.

  —No muy bien, Bob. —Evade aquel beso—. Vengo a hablar contigo... de algo serio...

  —Supongo que Gerard te contó —entrelaza sus manos— lo que hice…

  —Entonces ¿es verdad? Me has engañado con otro chico... —Sus lágrimas estaban a punto de salir—. Seguro es algún malentendido, ¿verdad?

  —¡No, Mickey!, no es ningún malentendido… —Toma su mano—. No sé qué me pasó, un día conocí a Billie y me llamó mucho la atención, la verdad es que a él lo conozco desde antes que a ti…

  —¿Entonces a él lo querías y yo solo fui tu diversión? ¡Dime! —Sus lágrimas no se contuvieron más.

  —¡Claro que no! ¡Yo a ti te amo! Por eso te elegí, mi amor. —Toca su rostro—. Esto fue un desliz solamente. Además, nuestra relación estaba decayendo, ¿no crees?

  —Sí, es verdad... ¡Pero no te creí capaz de hacerme esto! ¡Bien pudimos hablar y arreglarlo!

  —Lo sé, pero tenía miedo —lo mira a los ojos emitiendo temor— de que quisieras dejarme...

  —Pues ese temor se hará realidad ahora, Bob. ¡Porque terminamos! —Quita su mano de entre las suyas—. ¡Espero seas feliz con Billie!

Y salió corriendo sin parar hasta llegar a su casa, más bien, a su habitación.

Quería sacar aquel puñal que le estaba atravesando su corazón, se encerró en su habitación y se tiró a la cama a hacer lo que no podía evitar: llorar por él.

Días sin apetito, con insomnio y una inmensa tristeza se apoderaban de ese chico que había entregado todo: su cuerpo, su alma y su amor; todo le había pertenecido a ese chico rubio. Ya no podía concentrarse en las clases, olvidaba sus tareas y hasta rebelde se había vuelto con sus padres. Todos los días observaba sin parar aquella foto que los mostraba juntos, felices y enamorados, y ante esto se echaba a llorar hasta que sus ojos no emitían más lágrimas, cansados solamente se cerraban para dar paso a sueños llenos de amargura.

Preocupado por su pequeño hermano, Gerard entró a la habitación para conversar con él, como siempre lo hacía.

  —Mickey, ¿estás despierto? —Lo mira esperando respuesta.

  —Sí. ¿Qué quieres, Gee?

  —Estoy muy preocupado por ti, hermanito. —Se sienta a su lado—. Últimamente no comes, no duermes, gritas mucho y estas distraído. La verdad estoy muy preocupado por ti. Extraño a ese chico risueño que eras…

  —Ha muerto, Gee. Yo ya no sé quién solía ser antes de él… Quisiera borrarlo de mi mente pero… —lloraba en exceso— ¡es tan difícil! Dime como le hago, hermano. ¡Por favor!, dime...

  —Sé que es difícil para ti, Mickey, pero tú eres fuerte y lo olvidarás. Mereces alguien mejor. —Lo abraza fuertemente—. Yo siempre estaré cuando me necesites. Te apoyaré, Mickey. Te quiero.

  —Yo a ti, Gee —por un momento logro sonreír—, eres el mejor... Pero no puedes entender como me siento. Le entregué todo…

  —¿Todo? Mickey, tú… —no se atrevía a pensarlo— ¿hiciste el amor con él?

Esquizofrenia // «Frerard».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora