Al terminar aquel crepúsculo ambos muchachos partieron a su hogar, estaba apunto de anochecer por completo cuando montaron el automóvil.
Mientras Frankie conducía pensaba en como el destino se empeñaba en cruzarse entre él y su querido angelito.
—¿Estás enojado conmigo, mi ángel? —Interrumpe sus pensamientos un tanto angustiado.
—¿Qué? —Lo mira de reojo y ve lágrimas rodando por sus mejillas—. ¿Qué pasa, angelito? ¿Por qué lloras? —Detiene el automóvil a la orilla del camino.
—Tú… vienes demasiado silencioso, desde que dejamos la playa no hablas conmigo. Estás enojado conmigo, ¿verdad? ¿Hice algo malo? —Sujeta su mano y lo mira a los ojos.
—Claro que no estoy enojado. Tranquilo, angelito. —Lo abraza para tranquilizarlo—. Calma.
—Tenía miedo... que ya no me quisieras más. Perdón, mi ángel. —Lo abraza fuertemente.
—Te quiero mucho, y eso jamás cambiara, angelito. Sólo iba así porque pensaba en cosas.
—Ya. Yo también te quiero...
Se miraron intensamente y no pudo faltar un beso que diera por entendido aquel amor que ambos seres sentían; no importaba la enfermedad, ni los celos, ni el miedo, ahí sólo podía caber aquel sentimiento que emanaba de sus corazones.
Frankie sintió como su cuerpo comenzaba a acalorarse ante aquel pequeño roce de la mano de su ángel en su cintura, así que llevo sus manos a la camisa de su ángel y la retiró, no ceso de besarlo, luego toco su rostro y sintió humedecer su mano, se percato de que Gee lloraba una vez más.
—Lo… —se detuvo y lo miro— siento… angelito. Lo lamento, no sé qué me paso...—Recordó aquel mal momento que Gee pasó con Jeremy—. ¡Discúlpame...! —Tomo su camisa y vistió al angelito, luego lo abrazo—. Perdóname, por favor...
Lo interrumpió mientras sollozaba y dijo:
—Q...quiero irme de aquí. —Lloraba intensamente—. Quiero irme. —Se alejo de él—. Suéltame... por favor... Quiero irme.
—Calma, angelito. —Trata de abrazarlo pero es arrempujado—. Perdóname... Perdóname, por favor...
—Lleváme con Ray... —Se quedo mirando a la nada y empezó a aferrarse a sus propias piernas.
Frankie no tuvo más que obedecer y conducir a casa.
No tardó mucho para llegar, pero mientras conducía las lágrimas rodaban sus mejillas, temía volver a perder a ese ser que llenaba de felicidad sus días.
Al llegar, Ray, preocupado, los esperaba:
—¿Dónde estaban? ¿Por qué llegan tan tarde? —Pregunta muy preocupado.
—No exageres, Ray, son las... veintiuno... —Frankie trata de evadirlo.
—Ray —Gerard se emociona al verlo—, ¡quiero ir adentro!
—¡Vamos, Gee! ¿Estás cansado?
Ray no recibió respuesta, sólo se limito a seguir al angelito, ya que se preocupó ante aquel comportamiento, lo siguió hasta la habitación donde ya Gerard se encontraba acostado.
—¿Qué te sucede, Gee? ¿Te sientes mal? —Lo mira para cerciorarse que no esté herido.
—¡Tengo miedo, Ray! —Se abraza a sí mismo.
—¿Miedo de qué, Gee? —Se sienta a su lado.
—De mi cuerpo... No sé qué paso hoy con él.