Al día siguiente fui a clases. No hubo nada fuera de lo común, sin embargo me parecieron eternas porque me moría de ganas por llegar a casa y ver a mi angelito. Ahora me sentía más enamorado que nunca, a pesar de su enfermedad, me alienta a seguir y aleja mis temores con sus dulces palabras. Pero cómo no creerle. Es la inocencia y la pureza andando.
Caminaba por los pasillos de la escuela, directo a la salida, cuando sentí un abrazo por mi espalda, sabía claramente quién demonios era: mi ex novio, Bert. Me besó nuevamente la mejilla, le encantaba hacer esas cosas, creo que de cierta manera se toma mucha confiancita ahora que somos amigos. Lo separé de mí y voltee a mirarlo.
—¿Qué pasa, Bert? ¿Por qué haces eso? —Me alejo más de él.
—Siempre lo hago, Frankie, ¿ahora te alejas de mí? ¿Qué te sucede? Todo este día has estado evitándome.
—Sí, bueno… ni yo mismo sé qué me pasa. Estoy un poco emocionado y extraño...
—¿Estás enamorado o algo así? ¡¿Quién es el chico?! ¿Con quién me engañas? —Lo dice en tono de sarcasmo—. No, ya. En serio, ¿quién es?
—No lo conoces... Y además ¡creo que no te importa! Déjame en paz. ¡Nos vemos mañana! —Corrí, pero vi de reojo que me observaba, luego lo vi correr tras de mí, me alcanzó y me detuvo.
—Más vale que me expliques qué es lo que te sucede. Somos amigos ¿no? —Se veía molesto.
—Sí, lo somos, pero no puedo decirte qué sucede. Lo único que sé es que debo irme ya. Nos vemos mañana. —Y sin más me fui corriendo sin parar.
Tomé el autobús un tanto preocupado, sé que Bert me pidió que llevásemos una amistad a pesar de lo que pasó entre nosotros, lo acepté porque aún era especial para mí, pero ahora sentía diferente, para mí sólo existía mi angelito y ese constante “acoso” de mi ex no me iba a resultar cómodo, debía hablar con él sin decirle con quién estaba.
Llegué a casa y encontré a Ray listo para salir, se veía más relajado y sostenía mi mirada cuando le hablaba.
Se fue muy pronto ya que estaba retrasado y me indicó que mi angelito dormía plácidamente. Fui a la habitación y me acosté a su lado, tenía sueño y decidí dormir un rato para no despertarlo. Me dejé arrastrar rápidamente por Morfeo.
Desperté unas dos horas más tarde y Gee seguía durmiendo. Toqué su frente y parecía normal su temperatura, me levanté con cuidado para evitar que algún movimiento brusco lo despertara, pero cuando casi bajé de la cama sentí un jalón fuerte que me hizo volver a acostarme. Era él.
—Soñé contigo, mi ángel. Estás aquí, sano y salvo. Por favor, no me dejes solo... —Se lanzó encima de mí, era algo pesado, pero es el doble de adorable que su peso.
—¿Tuviste una pesadilla? —Retiré sus cabellos del rostro, lo miré a sus ojos.
—Sí. Fue horrible. No quiero que pase nunca... ¿Los sueños se hacen realidad? —Me miraba asustado.
—Bueno… —no sabía qué decirle— dicen que si cuantas un sueño es menos posible que se realice, si es un mal sueño debes contarlo para que no se haga realidad. —Acaricié su rostro—. ¿Qué soñaste, angelito?
—Fue ¡terrible! Por alguna razón, estaba solo en un camino oscuro, sólo podía ver hacia adelante gracias a una luz blanca, tenía miedo de seguirla porque eso significaría morir y no volver a verte. —Hablaba muy rápido y hacia expresiones muy graciosas—. Pero era la única fuente de luz que me guiaba, no podía resistirme, claramente. Caminé por horas como si fuese un limbo que no tiene fin, hasta que la luz se disipó. Hubiera querido seguir en la oscuridad de haber sabido lo que me esperaba. Estabas de espaldas a mí, vestido de negro totalmente y lucias muy delgado, casi esquelético. Te hablaba, te gritaba, mejor dicho, pero no me mirabas ni volteabas a mí. Caminé y llegué a tu lado, seguías dándome la espalda. Toqué tu hombro y quise voltearte para que me miraras. Tapaste tu rostro con ambas manos y te negabas aún a darme la cara. Susurrabas palabras que al principio no entendí, luego se hicieron más fuertes. Te hice voltear, asustado de lo que pudiese descubrir, pero estaba decidido. Te voltee hacia mí y te retiré las manos del rostro. Grité de horror… —Se detuvo.