Capítulo nueve.

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Al despertar pude ver unos ojos color verde esmeralda bañados de inocencia, que eran acompañados de una tierna sonrisita y me observaban tímidamente, tenia su mano aferrada entre las mías.

-Buenos días, mi ángel
-Buenos días, mi angelito -beso su frente-, ¿cómo te sientes?
-¡Confundido! -me mira a los ojos.
-¿Por qué... Gee?
-No sé... que es lo que debo hacer. Te quiero mi ángel -aprieta mi mano y comienza a llorar-, tú… ¡no dejaste que me fuera!
-¿Qué te fueras? ¿Ir a dónde, angelito? ¿A donde no te deje ir? -ahora el confundido era yo.
-Con él. Anoche estuvo aquí. Vino mi hermano...

Y al escuchar sus palabras me asuste. Recordé mi sueño de la noche pasada y el miedo me invadió, en realidad había sentido que ése tal “sueño” era más que eso. ¿Acaso realmente había sucedido? Ok no.

-Tú… ¿querías irte con él? -me angustio ante la incertidumbre, agacho la mirada y beso su mano.
-Yo… ¡no! Al principio si lo deseaba… pero luego escuche tu voz y vi tu rostro y ése deseo de irme se desvaneció. Tome su mano pero luego la solté. Tengo miedo, mi ángel. Miedo de morir y no verte más.
-Yo… también tengo miedo, mi angelito. ¡Mucho miedo! -lo abrazo fuertemente aferrándome a él.

Comenzó a calmarse poco a poco, la mañana se hacia presente y el doctor encargado de Gerard, entró y nos sorprendió abrazados.

-Buenos días -dice cerrando la puerta a su paso-, ¿qué hace aquí, jovencito? -se me queda viendo severamente- ¿Quién le dijo que podía ver al paciente?
-Pues, nadie. Entre porque estaba preocupado y quería ver cómo estaba.
-No debió hacerlo... Pero, bueno, ya nada podemos hacerle. Vamos a revisar al muchachito.

Se puso a revisar a mi angelito, su temperatura, le suministro sus medicamentos y blah, blah, blah.

-Ya está muy bien. Iré a firmar el alta para que se puedan ir a su casa. Además de darles una receta que deberá llevar al pie de la letra para que ése virus muera en el tiempo que debe ser. No debe descuidar ninguno,  ¿de acuerdo? -mira a Gerard y éste se cubre la cabeza con la sabana- ¿Pasa algo? ¿Hable en tono gruñón?
-No… no es éso, doctor. Yo seguiré sus instrucciones cómo usted lo indique -me acerco a mi angelito-. Tranquilo, Gee. El te ayudara a que te cures. No te hará daño.

El doctor nos miraba extrañado, pero a la vez comprensivo, ya me imaginé lo que pudo haber pasado en ése momento por su mente, solo nos miraba y no se atrevía a interrumpirnos.

-Puede venir conmigo para darle la receta. -se apresura cuándo al fin nos separamos.
-No puedo dejar sólo a mi amigo. Lo siento, doctor. ¿Podría traérmela aquí? Por favor. -me sentí apenado.
-¡Claro! Con su permiso.

Salió de la habitación y ayude a mi angelito a vestirse, en ése momento entra Ray acompañado del medico.

-Hola, muchachos. Hola, Gerard, ¿cómo te sientes? -Ray acaricia su cabeza dulcemente.
-Bien, Ray. ¡Gracias por preguntar!
-Bueno, ya le explique las instrucciones a su... amigo. Pueden irse.
-¡Muchas gracias, doctor!

Salimos del hospital y nos fuimos a casa.

*

Dos semanas pasaron rápidamente, y mi angelito se había curado por completo de ése virus; también continuamos con sus terapias y se encontraba tranquilo.
Ésa tarde esperaba a Gerard fuera del consultorio de Jared, escuchaba música para ocupar mi mente, ya que el nerviosismo de que algo pudiera pasarle no se me había quitado. La hora se hizo eterna, pero al fin paso y Jared me solicito a la sala, lucia serio y su mirada no parecía de buenas noticias. Entre y me senté en el sofá muy nervioso de lo que pudiera decirme, Gerard por su parte se sienta a mi lado y se abraza a mi brazo.

Esquizofrenia // «Frerard».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora