Capítulo treinta y uno.

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-¿De qué hablas, mi ángel?
-Como era él contigo... ¿Qué tal te trataba?
-Ah -suspiró y luego sonrió para sí mismo-, tal y como es ahora. Pero antes era... -permaneció en silencio intentando buscar la palabra correcta- más tierno conmigo. Siempre hablábamos y salíamos juntos. Ahora estoy más tiempo contigo, Frankie.
Besó la mejilla de Frank para luego hundir su rostro en su hombro. Permanecieron en silencio hasta que Frank se decidió a preguntar una vez más.
-¿Era cómo yo ahora?
-Para mí nadie será como tú, mi ángel. Él me hacía sentir bien cuando estaba triste, me decía cosas lindas y me apoyó cuando... sucedió lo de Mikey. Ahora lo hace, pero no es como antes. ¿Crees que ya no me quiera?
El cuerpo de Frank se tensó al oír las palabras de Gerard. Se tomó un tiempo para analizarlas.
Gerard, dentro de su propria inocencia, jamás entendería lo que en realidad significaba la atención de Ray hacia él. Aunque el mismo Ray se lo haya confesado.
Notó la preocupación con que Gerard preguntaba, y aunque Frankie lo negara, eso aumentó un poco los celos en él; se autoconsolaba con la idea de que esa preocupación sólo es otra parte de la inocencia de Gee.
-¿Frankie? -Se repuso en el sofá.
-Sí te quiere, angelito -respondió con una sonrisa fingida-. Ray te quiere demasiado -susurró-, eres su mejor amigo aún después de mucho tiempo, te aseguro que nada cambiará eso.
-Pero ya no me trata igual. Lo extraño mucho. ¿Cuándo volveremos a casa?
-Dentro de medio mes. No falta mucho.
Gerard asintió.
-¿Has tomado tus medicamentos, angelito?
-Todos los días -dijo sonriéndo.
Frank pensó que Gerard estaba más alegre de lo normal, no quería arruinar eso con sus preguntas llenas de celos, y aún peor, causados por su mejor amigo.

Tal vez el poco tiempo que llevaban en New Jersey le alegre más de lo que pensó Frank.
Él estaba alegre con tan sólo ver que su angelito progresaba.

Gerard volvió a recostrarse en el hombro de Frankie, que había logrado calmarse un poco con la seguridad de Gerard.

-¿Quieres salir a dar un paseo, angelito? -Preguntó Frank acariciándo su mejilla-. Debes extrañar un poco New Jersey.
-¡Sí! ¿Podemos ir a ver la puesta del sol? O ir al parque. -Parecía un niño entusiasmado. Frank sonrió.
-Lo que quieras, angelito.
-Tomaré una ducha antes de irnos.
Gerard se levantó del sofá estirando su cuerpo y bostezando.
Antes de darse la vuelta e irse a su habitación tomó los hombros de Frank y lo besó durante un par de segundos.
-Te amo -susurró en su oído.
-Y yo a ti -repondió viendo cómo entraba a su habitación.
Frank cerró los ojos y echo su cabeza hacia atrás, deseándo poder tomar esa ducha con Gee; mordisqueó su labio inferior y sintió como sus mejillas ardían como reacción a esos pensamientos.
En ese momento escuchó la puerta de la cocina abrirse, y como lo supuso, eran los padres de Gerard. Se repuso rápidamente en el sofá y trató de ocultar el color de sus mejillas.
-¿Frank?, ¿acabas de llegar? -preguntó Donna.
-No, llegué hace unos 15 minutos, tal vez. Estuve hablando con Gerard.
-Oh, ¿dónde está?
-Tomando una ducha. Iremos a dar un paseo y tal vez vayamos a la playa en la tarde, si no les molesta...
-Claro que no, Frank.
-Gerard ha mejorado mucho estando contigo en New York, tenemos que agradecerte -dijo Donald sonriéndo-. Gerard necesita ver más que cuatro paredes.
-No tienen que agradecerme. He hecho todo esto porque -«amo a Gerard como para hacer cualquier locura» pensó rápidamente- le tengo un gran afecto a Gerard, desde que lo conocí.
-Muchas gracias, Frankie -dijo Donna con los ojos húmedos por las lágrimas-. ¿Quieres algo?
-No, estoy bien, gracias.
-Te traeré un vaso de limonada -contestó ignorando su respuesta.
Donna se dirigió a la cocina y Donald se sentó en frente de Frank.
-¿Cómo te va en la Universidad?
-Muy bien, señor, a veces siento un poco de presión, pero puedo manejarla, creo...
Donna volvió y le entregó a Frank un vaso de limonada, como le había prometido.
Los tres empezaron a hablar acerca de los avances de Gerard y cómo estaba en New York; los padres de Gerard se veían muy bien desde que regresaron de NY.
Luego de casi veinte minutos, Gerard salió de su habitación con su rojizo cabello aún húmedo.
Detuvieron la conversación, Frank dedujo que a los padres de Gerard no les parecía muy cómodo hablar de la enfermedad de su hijo en frente de su hijo.
Frank se concentró en mirar la camisa que se había colocado, sin mangas, que le permitía apreciar sus brazos. Retiró la mirada antes de que alguien notara que perdía la cabeza con sólo verlo.
Gerard besó en la mejilla a cada uno de sus padres, luego se sentó al lado de Frank.
-¿Nos vamos?
Frank asintió sonriéndo.
Antes de irse, ambos se despidieron de Donald y Donna.
Frank abrió la puerta del copiloto para que Gerard se sentara. Entró al auto.
-¿Adónde vamos primero, angelito?
-Al parque -respondió volviendo a esbozar esa sonrisa inocente que Iero ama.
Condujo despacio hasta el dichoso parque, ese mismo parque donde se conocieron.
Al llegar, aparcó el automóvil cerca de la entrada al parque, pero no apagó el motor.
Se acercó a Gerard y besó sus labios, había luchado por no hacer eso en frente de sus padres. Gerard le correspondió el beso más rápido de lo que Frank podía esperar.

Esquizofrenia // «Frerard».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora