Capítulo diecinueve.

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Luego de un momento se dieron cuenta de que aún se encontraban en el supermercado, y la gente ya se comenzaba a molestar, así que para seguir la conversación ambos muchachos partieron a un lugar más propio: la casa de Frankie.
Debido al asombro, Ray se había olvidado de aquella cena, que era su favorita.

No se percataron de cuanto tiempo estuvieron hablando, recordando viejos tiempos y riéndose juntos, solo que al mirar la ventana algo intimido a Ray.
—Me gustaría ver a Gerard... aunque sea por un momento —el chico rubio hablaba seriamente—. ¿Tú crees que pueda esperar a que llegue? Hace mucho no lo veo...
—No sé si sea buena idea. No sabemos como reaccionaría si te ve. Mejor en otra ocasión. —Trata de no ser grosero—. Hablando de eso, creo que es mejor que te vayas, porque ya...  llegaran a casa...
—Pero, Ray… —Trata de insistir.
—Entiende las circunstancias; la enfermedad de Gee. Vale, debo prepararlo para la impresión… Te llamo luego, ¿sí? —Lo mira amistoso.
—Está bien, Ray. Me dio gusto verte de nuevo. Te llamo luego —dijo triste.
—¡Claro! —Lo acompaña hasta la puerta.
Se tendieron la mano siguiendo con un abrazo amistoso. En ese momento, Ray no se había percatado que Frank y Gee se bajaban del automóvil para encontrarse con él.
—¡Ray! —Gee corrió hacia sus brazos.
—¡Hola, Gee!, ¿cómo te fue? —Acaricia su frente.
—Lo siento, olvidé mi cartera y... —Él rubio miró detenidamente—. Hola, Gee... —Se emociona al verlo.
Gerard lo miró sorprendido, como si se tratase de su peor pesadilla, no tardó mucho para que los sentimientos de rabia se apoderaran de su ser; recuerdos volvieron a su mente y lágrimas corrieron por sus pálidas mejillas.
—Bob... Tú... ¡¿Qué haces aquí?! Eres un demonio... ¡El mayor! —Grito furioso—. ¡Te odio! Por tu culpa... ¡Por tu culpa él murió! ¡Hijo de perra!
Ya no pudo contenerse más, Gerard con una furia incontenible se lanzó contra aquel rubio que hasta ese momento esperaba un abrazo por ver a su viejo amigo una vez más.
Gerard no cesaba de golpearlo, mientras Frank y Ray trataban de evitar aquella golpiza.
—¡Te voy a matar! ¡Así como lo hiciste con él! —Seguía llorando—. ¡Eres un jodido demonio!
—¡Estás equivocado, Gee! ¡Yo lo ame con toda mi alma! —Sólo cubría sus golpes.
Las fuerza de Gerard se esfumó y éste cayó sobre sus rodillas, estaba exhausto, pero el llanto no cesaba.
—¡Calma, Gerard! Yo estoy aquí. —Frankie corre a abrazarlo.
—¡Será mejor que te vayas, Bob! ¡Te advertí sobre esto! —Ray ayuda al chico—. Lamento esto, amigo, espérame en mi auto. Te llevaré a casa...
—No te preocupe, Ray... Estaré bien, tomare un taxi. Te llamo después. Dile a Gerard que lo lamento... —Tomo su chaqueta y partió adolorido.
Al verlo partir, Gerard volvió a desquiciarse, era obvio que no deseaba dejarlo partir.
—¡No huyas, maldito! ¡Regresa...!
—¡Ya!, angelito. Calma. —Frankie lloraba de desesperación—. Estoy contigo...
—Cuídalo un momento, Frank. Ya vuelvo...
Y así tan pronto Ray entro a la casa, preparó un fuerte calmante para tranquilizar al furioso Gerard, en este caso era lo único que se podía hacer. Regreso de inmediato al lado de ambos chicos.
—Sujétalo, Frank —Ray ordenó a su amigo.
—Hostia... —Apenas susurro Frank antes que cumplirá la orden.
—¡¿Qué van hacer?! —Mira a Ray con gran terror—. ¡Ray! Amigo ... ¡no lo hagas! —Suplicaba horrorizado.
—¡Tranquilo, Gee! Esto te ayudará a calmarte. No te hará daño. Verás que mañana estarás bien. Confía en mí, ¿sí? —Ray acaricia su frente.
—Confía en nosotros, angelito. Esto te ayudara. Te lo prometo. —Lo abraza fuerte para evitar que vea aquella aguja.
—Sí, mi ángel. Confío en vosotros dos...
Y correspondió aquel abrazo de su ser amado, mientras era presa de aquel efecto endormecedor; deseaba estar siempre así, con esa paz calurosa que le provocaban los abrazos de Frankie, pensaba en su adorado hermano y la vida que el llevaría si no tuviera esa enfermedad. Podría decirse que eran momentos muy breves de añorada lucidez.
Al verlo totalmente dormido, Ray, como siempre, tomó a Gerard en sus brazos y lo llevó hasta su reposo: su cama, compartida. Frank, con ganas de respuestas, siguió a Ray hasta su habitación, ya que a éste le urgía huir.
—¡Ray! —entra a la alcoba—, ¿qué sucedió? ¡Estoy confundido! Podrías explicarme quién era ese tío, ¡¿qué causo esa alteración en Gee?!
—¡Basta, Frank! —Se encontraba realmente alterado por los anteriores gritos—. Estoy cansado y deseo dormir.
—No me vengas con eso, Ray. Merezco una explicación...
—¡Lo sé!, ¡lo sé! Pero ahora no, Frank. No estoy de humor —trato de evitarlo.
—¿Cuándo me dirás?
—¡Mañana! Te prometo que mañana te cuento todo... Pero ahora déjame, ¡¿sí?! —dijo exhausto.
—Está bien, Ray. Descansa... Hablaremos mañana.
Noto que su amigo comenzaba a llorar pero no dijo nada ni cuestiono mas, sabia que algo estaba pasando pero aunque su curiosidad era grande, decidió dejar las cosas como estaban. Cerró la puerta de aquella habitación y se fue a la suya para velar por los sueños de su ángel amado.
Por otra parte Ray tomo varias pastillas para evitar esa migraña que se aproximaba, se recostó en su cómoda cama pero no logro sentirse en confort, intento varias posiciones pero al final se dio por vencido. después de un rato logro caer en un profundo sueño, que mas que eso era una película vieja que relataba aquellos recuerdos que su mente deseaba reprimir.

Continuará

Esquizofrenia // «Frerard».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora