Todo parecía ir normal en las vidas de los tres muchachos; Gerard seguía yendo a sus terapias, Ray con sus clases de posgrado y Frank con su carrera de Medicina.
Al fin habían llegado las vacaciones de navidad, un mes y medio de vacaciones, de las cuales solo podrían disfrutar con sus familias tres semanas.
Se montaron en el auto esa mañana, viajarían un par de horas hacia Belleville, New Jersey.
Todo era quietud, cada quien iba sumido en sus pensamientos y mirando el paisaje que la naturaleza les regalaba.
Frank iba atrás junto con Gerard y este recargaba su cabeza sobre su hombro, mientras tarareaba una canción.
A los ojos de Frank, su mejor amigo aún seguía comportándose extraño, pero decidió darle su espacio y esperar a que él mismo quisiera hablar.
Gee se quedó dormido en las piernas de Frank y este también fue vencido por el cansancio, hacia días que no podía dormir producto de las pesadillas.
—Frank Iero—
Desperté y ya estábamos fuera de la casa de los padres de Gee. Me levanté levemente esperando no despertarlo y me tallé lo ojos, apenas había podido disfrutar de un rato de descanso. Tomé la mejilla de Gerard y la acaricié suavemente, pareció sentir mi toque y fue abriendo sus ojos poco a poco.
—Ya llegamos a casa de tus padres. —Sonrió dulcemente—. ¿Estás emocionado por ver a tus padres?
—Sí, mi ángel. Aunque te voy a extrañar porque no estaremos juntos por algunos días. ¿Vendrás a verme? ¿No me vas a abandonar, Frankie?
—Claro que no. Yo jamás te abandonaría.
Quería besarlo pero ahí estaba Ray, mirando la escena algo serio, no sé qué le pasaba, estaba aún muy raro, es definitivo: debo hablar con él.
Ayudé a Gerard a que se levantara y nos bajamos del auto. Ray abrió el maletero del auto y sacó las maletas de Gerard, luego nos dirigimos a la puerta de aquella casa color azul, tocamos y fuimos recibidos por la madre de Gee.
—¡Gee!, hijo, te extrañé tanto. ¿Cómo estás, cariño? —Se le podían ver algunas lágrimas rodar por sus ojos—. Pasen. ¿Cómo están? -Nos miró después de abrazar a su hijo.
—Estamos muy bien, gracias, Donna. —La saludé ofreciendo la mano pero ella me dio un abrazo—. ¿Cómo están ustedes?
—Muy bien, aunque extrañamos mucho a nuestro hijo. —Lo volvió a abrazar y le dio un beso en la mejilla.
—También te extrañé mucho, mamá. ¿Dónde está papá?
—Fue al súper pero volverá pronto. Pasen, les preparé galletas y limonada. —Nos sonrió y nos guió a la sala.
Entramos y nos sentamos en la sala, la casa lucía igual que cuando nos fuimos.
Ray estaba un poco impaciente, supongo que estar en la casa de Gerard lo ponía nervioso. Donna se fue a la cocina y después volvió con un plato repleto de galletas con chispas de chocolate, lucían deliciosas.
Charlamos de cosas triviales y después de un rato se escuchó la puerta abrirse. El padre de Gerard había regresado a casa.
—¡Gerard! —Corrió hacia él y lo abrazó como si fuera un niño que acaba de ver a su mejor amigo en mucho tiempo—. ¿Cómo estás?
—Bien, papá. Te extrañé mucho.
Se veían muy contentos al volver a ver a su hijo, era tan tierno ver a la familia nuevamente junta; luego un miedo me invadió, sabía que nos iban a cuestionar sobre la ausencia de noticias durante todo ese mes en el que estuve en el hospital y Gee en aquel "manicomio". Estuvimos charlando de cosas cotidianas, cómo se portaba Gerard, si iba bien con su terapia, si había tenido crisis fuertes, su medicamento.
No mencionamos aquel percance para no preocuparlos, luego de dos horas decidimos que era momento de irnos a nuestras respectivas casas.
Nos despedimos pero antes debí acompañar a Gee a su habitación para despedirme en privado.
—Te amo. Te prometo que vendré a verte mañana ¿sí? Ahora debes disfrutar estos días y estar con tus padres.
—Sí... Te voy a extrañar. —Sonrió amargamente y luego se recostó en su cama, supongo que estaba cansado del viaje.
—¿Estás cansado?
—Mucho. —Suspiró.
Un ruido en el pasillo me hizo separarme de él rápidamente. Besé su frente y acaricié nuevamente su mejilla.
—Vendré por ti temprano, hasta mañana, Gee.
—Hasta mañana, Frankie.
Ray y yo salimos de su casa y posteriormente nos dirigimos a la mía, el silencio que nos invadía era algo incómodo, miré a Ray e iba atento al camino. Desde hace días puedo notar que su mirada no es de molestia o rencor, sino de tristeza.
—Hey... ¿Ray, estás bien? —Rompí el silencio un tanto nervioso.
—¿Por qué lo dices, enano? —Me miró levemente, luego al semáforo, que estaba en rojo.
—Últimamente has estado extraño... ¿Hay algo que te moleste o preocupa? Somos amigos, ¿no? Para eso estamos.
—Sí, me pasa algo, Frankie... —Hizo una pausa— pero ahora no me siento bien para contártelo. En sí, no he sido totalmente sincero contigo. Así que dame tiempo y prometo contarte, ¿de acuerdo? —Me sonrió y me miró rápidamente.
—Está bien, amigo...
Llegamos a mi casa y Ray me ayudó con mi maleta, saludo a mis padres y luego se fue a su casa.
Por mi parte me emocionaba volver a ver a mi familia.
*
La velada en compañía de mi familia fue muy agradable, hasta que mis padres comenzaron a asaltarme con miles de preguntas sobre porqué no me había dignado a contestar sus llamadas en todo un mes y medio.
Era obvio que no podía contarles que estuve grave en el hospital por una herida que casi me cuesta la vida gracias a un psicópata que se obsesionó con el que ahora es mi novio, así que tuve que inventar una historia creíble.
—Lamento haberlos preocupado pero... —Me quedé en silencio esperando a que los Dioses me ayuden—estaba muy ocupado con la escuela. Tengo un amigo, que ya está más avanzado que yo y sufrió un accidente... así que de favor me pidió que cumpliera con su interinado al menos hasta que él se encontrara bien... Aprendí mucho de los doctores del hospital...
—¡Pero pudiste llamarnos de todas formas, Frank! —Mi padre parecía molesto.
—Lo sé, papá, pero no tenía descanso, en sí, salía de la escuela y debía irme directo al hospital. Llegaba a las diez de la noche y suponía que ya era muy tarde para llamarlos. —Bajé la mirada ya dándome por vencido—. Lo siento mucho, no volverá a pasar...
Me miraron severamente, me asusté, nunca los había visto tan molestos pero sabía que se habían preocupado por mí y comprendía su enojo.
Bajé la mirada ante la mirada intimidante de mi padre y la de decepción de mi madre, pero luego sentí una mano en mi hombro y volví a mirarlos, ahora sus miradas estaban suaves y tranquilas.
—Estamos orgullosos de ti, hijo —comentó mi padre—, pero no vuelvas a preocuparnos así, ¿vale?
—Lo prometo, papá. Lo siento. —Me abrazó fraternalmente y luego mi madre.
—Te queremos mucho, Frankie. —Besó mi mejilla y luego me sonrió.
Mis padres eran maravillosos, pero aún así me sentía mal al engañarlos...
Ya era algo tarde y me dirigí a mi habitación, estaba muy limpia, distendí la cama. Estaba tan cansado que no tarde mucho en dormirme plácidamente.
—Continuará—