Esther se puso a formular un plan para que Frankie pudiera, al fin, ver una vez más a Gerard.
Cuando el reloj marco las dos de la tarde la mujer partió con rumbo a la clínica a cumplir su jornada diaria de trabajo.
Después de suministrar el medicamento a otros pacientes llego a la “habitación” de Gerard. Al entrar lo miro recostado en la cama, tal como siempre.
—Hola, Gerard. ¡Te tengo buenas noticias! —Lucia emocionada.
—¿Buenas noticias? —Le dedico una leve mirada.
—Sí. Noticias sobre tu ángel.
—¿Lo viste? ¿Hablaste con él? —Su emoción salió a flote de inmediato.
—Está vivo. Lo vi y hable con él. Me dijo que quería que supieras-
—Shh —cubre sus labios—, habla bajo, Esther. Ellos podrían escucharte —miraba a su alrededor—, podría hacerle daño a mi ángel otra vez —temblaba.
—Tienes razón, Gerard. Hablaré bajo.
—Gracias, Esther. Debemos actuar como si estuviéramos de su parte.
—Sí. Actuemos —prepara su medicina—. Debes tomarla.
—Sí...
—¡Hola, Gerard! ¿Cómo estas? —Jared se aparece de repente.
Gerard solo miro a su psicólogo decepcionado. Esther no tuvo más remedio que salir de la habitación.
—Hola —Ni siquiera lo miro.
—¿Cómo estas hoy?
—¡Feliz! —Su mirada se torno un tanto intimidante.
—¡Me alegro mucho! Cuéntame, ¿por qué estáis feliz? —Le sonreía dulcemente.
—Es un secreto.
—Oh, si... Venga, cuéntame. Yo soy tu amigo.
—¡Los amigos no mienten!
—¿Por qué dices eso, Gerard?
—Por nada —Se levanto de la cama y se sentó en un rincón de la habitación.
—Gerard...
—¡Quiero que me dejéis solo, Jared! ¡Tú me mentiste!
—Pero… —Lucia un tanto desconcertado.
—¡Déjame! —comenzó a gritar repetidamente— ¡Déjame! ¡Vete!
Jared comenzó a imaginarse el por qué Gerard se comportaba de esa manera, y no tuvo más remedio que alejarse de él.
—Muy bien... Nos vemos otro día. Adiós, Gerard...
Gerard solo miraba fijo al dibujo que tenía pegado en la pared, obra que había creado recientemente que mostraba a su ángel a la orilla del mar, contemplando una puesta de sol con una mirada nostálgica, no se cansaba de mirarlo e imaginar que nuevamente en próximos días volvería a estar en brazos de su ángel, mirando la inmensidad del mar y el sol ocultándose en el horizonte.
Una lágrima rodó por su mejilla acompañada de una pequeña sonrisa, tan solo recordar esos momentos lo hacían sentir feliz. Un lapso breve paso, aproximadamente dos horas, y Esther se hizo presente en aquella habitación.***
Mientras tanto Frank ya estaba listo para partir al consultorio del doctor, para su cita de las diecisiete.
Al llegar Ray de sus clases partieron rápidamente a dicha clínica, no tardaron mucho en llegar ya que no estaba lejos. Al llegar fueron recibidos por un par de enfermeros de complexión musculosa, con miradas dominantes y un tanto intimidantes, el lugar aterro de inmediato a Frankie, mucho esfuerzo tuvo que hacer para no terminar hecho un río de lagrimas, prefirió no mirar a su alrededor y continuo su trayecto. Al llegar a su destino fueron recibidos por el hombre del día anterior, quien los recibió amablemente.
—Pasen, por favor y tomen asiento —Les tiende la mano.
—Muchas gracias —Se sentaron al compás frente su escritorio.
—Estoy al tanto de la situación que sucedió con el paciente número diecisiete. El licenciado Jared, quien es el encargado de este caso, me lo contó todo, en lo personal no creo que ustedes hayan sido culpables de lo sucedido. Así que por eso accedí a decirles sobre el estado del muchacho...
—Por favor, doctor, dígame cómo esta él.
—Cuando él fue ingresado aquí estaba en un shock muy profundo, fue necesaria una hospitalización para hacerlo volver en sí. Días después comenzamos a medicarlo ya que constantemente tenía crisis que lo hacia golpearse a si mismo ó a sus enfermeras. Duro tiempo negándose a comer y a dormir, así que tuvimos que obligarlo a comer ya que bajo de peso considerablemente...
—Y ahora, ¿cómo esta?
—Podría decir que no ha mejorado mucho, no ha querido interactuar con los demás, come muy poco, no duerme y cada vez se vuelve más agresivo con los enfermeros. El licenciado Jared comenta que es necesario que se le sigan aplicando diversos tratamientos así como llevar terapia psicológica.
—Ya veo —Ray solo se limito a decir eso.
—¿Y cuánto tiempo permanecerá aquí doctor? —Frank no perdió tiempo.
—Un mes más. Luego será enviado con su familia.
—¿Cree que puedo verlo?
—No es debido... El licenciado Jared me comento que seria una impresión muy grande para el joven Gerard, ya que él piensa que usted murió ese día.
—Pero también podría ser mejor para él —Ray expresa su sentir—. Mi amigo Frank y Gerard se llevaban muy bien. Gerard encontraba en él un apoyo, lo quiere mucho. Más que hacerle daño le hará un bien...
—Lo siento. Son las indicaciones que me da nuestro psicólogo...
—Pero usted es el director de esta clínica. Algo puede hacer, permítale a mi amigo verlo un momento.
—No es el momento adecuado. Les arreglare una cita para la semana entrante. Por favor, llámame el Lunes antes de las doce de la tarde —Se dirige a Frankie.
—Claro, doctor. Muchas gracias por habernos recibido —Frank le tiende la mano.
—No hay que agradecer, los enfermeros los acompañaran a la salida...
—Con su permiso —Se despiden ambos.
Ambos salieron de la clínica nuevamente acompañados de los enfermeros, al encontrarse a las afueras de aquel edificio se dedicaron a poner en acción el plan de Esther. Rodearon completamente las altas paredes que protegían el lugar hasta encontrar una pequeña puerta por donde recibían los alimentos cada semana. Solo se abría los lunes y el resto de la semana permanecía oculta a la vista de todos. Cuando al fin la encontraron permanecieron un momento a esperar la señal.
Por otra parte, Esther se encontraba en la habitación de Gerard tratando de convencerlo para que saliera al patio trasero, donde al fin los dos muchachos se encontrarían de nuevo.
—Vamos, Gerard. ¡Salgamos un rato al patio! Debéis tomar aire fresco —No podía hablar del plan ya que la habitación era monitoreada las veinticuatro horas del día.
—No tengo ánimos, Esther. Quiero quedarme aquí y terminar este dibujo —Le muestra un dibujo nuevo.
—Mira, solo será un momento. Tú me dijiste que deseabas ver una puesta de sol, ¿no? Pues, casi es hora. Tengo que platicarte de tu ángel, estoy segura que afuera no nos escucharan.
—Solo será un momento, ¿verdad? —Sus ojos brillaban intensamente mientras contemplaba su obra de arte.
—Sí. ¡Te aseguro que no te arrepentirás!
—Esta bien. Confiare en ti, Esther.
—Te lo agradezco, Gerard... ¡Vamos!
Le coloco sus zapatos de descanso y cepillo un poco su cabello, al terminar de arreglarlo se dirigieron lentamente al patio trasero. Al llegar Gerard se sentó en una de las bancas que era poco visible y se puso a contemplar silenciosamente la puesta de sol. Esther por su parte al mirarlo entretenido se escabullo rápidamente a la puerta que de inmediato fue abierta, solo se le permitió a uno pasar. A Frank, por supuesto.
—Está por allá —indica la banca—. Solo puedo permitirte que lo veáis diez minutos, yo te cubriré.
—¡Muchas gracias, Esther! No se como agradecerle...
—Luego, muchacho. Ahora ve con él.
Tras estas palabras Frankie se dirigió lentamente hacia la banca donde su angelito se encontraba, estaba emocionado y las lágrimas salieron sin cesar. No pudo más, al tenerlo cerca se lanzo hacia él y lo tomo en sus brazos.
—Mi angelito. Al fin pude verte —Lo abrazaba fuertemente.
El chico de ojos esmeraldas se quedo paralizado, no imaginaba escuchar nuevamente su voz, lo abrazo para cerciorarse de que no era un sueño y al sentirlo tan firmemente comenzó a llorar de alegría.
—¡Mi ángel! Eres tú. ¡Era verdad, estáis vivo! —Lo miraba angelicalmente con sus ojitos llenos de lágrimas.
—Sí. Estoy vivo, te prometí que no te dejaría. ¿Acaso lo olvidaste, angelito? —Limpia sus lágrimas.
—No, mi ángel. No lo olvide. Perdóname, mi ángel... Por mi culpa casi mueres —Se abrazan fuertemente.
—No digáis eso, angelito. Tú no fuiste culpable de nada. Ya todo estará bien. Ya verás...
—¿Puedo irme contigo?
—Por ahora no es posible... Pronto irás de nuevo con tus padres y yo te visitare seguido cuando tenga vacaciones...
—¡Pero yo quiero estar contigo! ¡Como antes! —Se aferra aún más a sus brazos.
—Haré lo posible para que podáis volver conmigo. ¿Confías en mí, angelito? —Acaricio su mejilla.
—¡Más que a nadie, mi ángel! Se que cumplirás tu promesa —Le dedica una sonrisa—. ¿Te quedáis a ver la puesta de sol conmigo?
—Solo unos minutos... Tengo que irme.
—¿Cuando volverás? —Su mirada esta fija al horizonte.
—Pronto, angelito. Confiad en Esther. Ella es nuestra amiga —beso su frente—, ¿me lo prometes?
—Sí, mi ángel...
—Ah, y también alimentate bien. No quiero que te enfermes. Te quiero, mi angelito. Recordad mi promesa, ¿si?
—Lo haré, mi ángel...Un beso tierno se apodero de los labios de Frankie, había extrañado tanto besar a su querido angelito que ese beso le supo a cielo. Lo abrazo por última vez y se marcho agradeciéndole nuevamente a aquella mujer por aquel inolvidable momento.
Gerard fue de vuelta a su habitación para continuar con su mundo interno.
Frank y Ray por su parte regresaron a casa y se dedicaron a sus respectivas labores. Como diariamente Ray, se dedico a preparar la cena, y Frankie esperaba.
—¿Y qué tal esta Gerard? No me has contado nada mientras conducíamos de regreso —Ray rompe el silencio.
—Pues… lucia triste —la mirada de Frankie reflejaba tristeza—. Pobre mi angelito... Se esta "dejando morir".
—¿Pero no le alegro verte? ¿Cómo reacciono?
—¡Se alegro! ¡Quiere volver con nosotros!
—Ya verás que así será —Ray se las daba de ser optimista.
—¡Eso espero, amigo! ¿Qué habrá para cenar?
—Pues, hay caldo de verduras y un trozo de carne para ti. Y también un poco de macarrones con queso. Pufff.
—¡Excelente!
Y así ambos amigos se dispusieron a cenar y después a domir.~Continuará~
~~~~~~~~~~~