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-¡Sáquenme de aquí! ¡Por favor!

Me encontraba dentro de una especie de cuarto pequeño, iluminado con luz blanca y azul, todo muy tecnológico pero lo que más me perturbaba eran las imágenes de grabaciones frente a mi ojos que indicaban momentos de mi vida junto con todos mis seres queridos compartiendo las mejores sonrisas y sentimientos, las cuales, estas estaban siendo proyectadas en una pantalla holográfica juntos con las figuras de las cámaras que se encontraban grabando actualmente las calles vacías y los hogares abandonados.

Estaba mareada, fría y adolorida en todo mi cuerpo, especialmente los oídos, que el dolor no había cesado por el tiempo, solo empeoró a gran velocidad porque sabía que había algo malo con ellos y no era agradable no saber qué era pero lo que podía afirmar era que los mismos se encontraban muy dañados.

-La grandiosa Rebecca Priston Klaes suplicando compasión, me recuerdas a la idiota de Lydia, me encanta recordar la imagen y el desespero de tu rostro cuando la estábamos matando dolorosamente.- Esas palabras me dejaron con un intenso dolor en el pecho.

Quería apretar mis puños mas no eso podía hacer, ya que, me encontraba congelada y me refiero a que no me movía, nada, solo mis ojos y mi boca con mi lengua como si de verdad estuviera en estado catatónico. Era claro que nada más podía comunicarme por medio de los movimientos de mi boca y ojos, además que estaba sentada en una silla mirando las escenas que no me agradaban. Necesitaba llorar para poder calmarme, sin embargo, ni eso me ayudaría con el stress que sentía en este instante, la imagen de mis padres me rodeaba la cabeza y me dolía el corazón por lo que me estaban haciendo, lo cual a mi parecer, es asqueroso.

-¡Que valiente eres al no darme la cara y solo halar por los parlantes!- Grité con desespero y molestia, había juntado todas las fuerzas que poseía para hacerlo y cuando mi voz salía de mi gargantas, aquella energía anterior se esfumó dejándome perdida nuevamente y el tono de mi voz volvió a empeorar mis tímpanos débiles.- ¿Dónde está Liam...?- Ahora la preocupación me invadía.

-Donde debe estar, Rebecca.- La puerta se abrió dejándolo ver a cuerpo completo.- Aquí me tienes, para que no digas tonterías sobre mi valentía, espero que entiendas que ese concepto es lo que más me caracteriza.- Niclot me observaba con sus ojos negros huecos y quise escupirle el rostro aunque no pude hacerlo por mi estado catatónico.

-Dime dónde se encuentra Liam.- Me quejé por el dolor auditivo pero intenté de mantenerlo callado y las lágrimas dentro de mis ojos.

La cabeza, la espalda, los brazos y piernas me dolían, el pecho ardía por tanta presión del llanto y la sangre de los oídos se había sacado haciendo una sensación sucia en mi rostro y en todos los lugares donde había caído la misma, no obstante, seguía saliendo sangre fresca de ellos preocupándome más por mi situación.

-Ya te lo dije, donde él deseó estar, muerto.- Sonrió de lado y yo me quebré por dentro sin poder mostrar mi estado por mi situación catatónica.

-Es mentira.- Quise convencerme, no podía creerle a una persona como Niclot, tan vil y farsante.

No podía perder a Liam, la idea de hacerlo me perturbaba porque en este momento no podía imaginarme vivir sin él a mi lado... era necesario admitir que ese castaño me importaba más de lo que creía.

-¿Cómo pensabas que terminaría todo esto? ¿Con un final feliz?- Rió acercándose a mí de manera muy lenta.- No, esto no son tus sueños de niña pequeña, es la realidad y en esta realidad yo vuelvo a ganar, como siempre lo hago.- Golpeó débilmente mi mejilla como un gesto de cariño aunque era otro lo contrario a aquello haciéndome sentir asqueada con solamente sentir su acto sobre mi piel.

2520 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora