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- ¿Quieres un poco de huevo?

-Como sea...

Lo que menos deseaba ahora era comer. Mentiría si dijera que mi mente estaba centrada en mi entorno. Los nervios no me dejaban en paz, mis manos temblaban sin control y mi corazón latía dolorosamente por lo asustada que yacía, sin embargo, padres no parecían entender nada de lo que me ocurría frente a sus propios ojos, deseé estar al lado de la señora Klose en ese momento para que me ayudara a hacerle frente a lo que sucedería en pocas horas.

Tenía pavor.

-Dale un poco. – Mi padre se dirigió sin mucha expresión a mi madre, ella asintió en silencio mirándome preocupada algo que me costó entenderlo.

Era la primera vez desde que tengo memoria que ella me miraba de esa manera, como si estuviera dudando por mi destino y cuestionándose si era lo correcto para su hija.

-Te veo distraída. – Me sirvió un poco en el plato, aunque yo no me inmuté o moví en ningún instante. Además de que aún estaba en pijama con ojeras bajos mis ojos gracias a los nervios que no me permitieron dormir.

Este era el día que siempre quise que no llegara.

-Supongo que sí lo estoy. – Hablé sin ver a nadie, observando como una perturbada el plato que me parecía más hondo de lo que en verdad era.

Todo parecía estar fuera de lugar o... simplemente era yo.

-Son las ocho y veinte. Tienes que apurarte, no podemos llegar tarde. – La voz de mi padre fue firme, pero, aun así, no salía de mi trance mental recordando a cada segundo que mi vida cambiaría complemente en menos de un día, sé que me estaría mudando con un hombre para formar una "familia" y la idea de que fuera mi novio ni siquiera pudo calmarme.

Estaba descompuesta, totalmente.

-Come rápido, tienes que bañarte y arreglarte. – La mujer de ojos opacos se sentó también a comer para verme directamente a los ojos, le di un asentimiento con la cabeza sin ganas.

Hizo una mueca que capté rápidamente y quise que, de alguna manera, me ayudara a escapar de todo esto.

Luego de comer apenas tres bocados de mi desayuno. Decidí ir hacia mi habitación para arreglarme a recibir lo peor que me puede pasar en la vida, todos dicen que deberías estar feliz porque ya eras un adulto oficial, que conocerías a lo que se supone que era el amor de tu vida en cuanto a romanticismo, que estarías por fin al lado de tu pareja perfecto, aunque para mí nada de ello tenía sentido.

No podía hacer nada para evitarlo, no podía escapar de esto. Sólo debía que actuar como si esto fuera lo mejor de mi vida, sin importar que me doliera hasta morir lo que estaba a punto de arruinar mi vida, lo que arruinaría todo aquello que Rebecca Klaes representaba.

Aunque viera mi vida caerse poco a poco como un edificio en demolición.

Tenía que afrontar mi perdición, no podía escapar.

¿Esto se supone que se trata la vida?

Caminé hasta el baño para darme una buena ducha con agua fría porque era necesario que me despertara de este pesar tan fuerte que mi cuerpo presenciaba, lo cual me hacía sentir me sentir en una especie de plano extra al que realmente me encontraba. Ya estaba vistiéndome después de unos diez minutos, tomé toda la ropa de color blanco porque este era el color representativo de las asignaciones ocasionando que todos los participantes tuvieran que vestir de blanco también, sin nada que no fuera de esa tonalidad.

Se supone que el blanco era un color simbólico de la paz y pureza. Por eso el significado de tener que usarlo en un evento como este. Agarré una pequeña chaqueta blanca para ponerle encima de una blusa del mismo tono de cuello redondo, con unos pantalones y me coloqué unas zapatillas del mismo color, unos zarcillos y ya, además de que peiné mi cabello en una cola alta con un listón dorado.

2520 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora