DIECIOCHO.

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—Aquí hay un asiento — dice él sonriente, señalando la silla vacía a su lado; pero viéndolo bien, la mitad del aula estaba vacía. Evan es el chico que trabaja como bar tender en el local de mi tío. La única vez que he hablado con él fue muy amable y cortes conmigo. No creo que seamos amigos de inmediato pero al menor ya tengo un conocido o algo así y no estaré sola.

—Sí, gracias — intento sonreír, pero creo que no lo consigo porque Evan hace una mueca arrugando su nariz —. Creo que llegamos muy temprano — Y esta es la extraña manera en la que Jourdan Haynes trata de crear una conversación. Que incómodo.

—Sí, algo —él ríe, sé que ha notado cuan incomoda estoy.

— ¿Es tu primer clase de hoy? — pregunta estúpida, puesto que son las ocho de la mañana y a menos que tenga una clase a las siete tiene que ser su primer clase.

—Si. Pero estoy volviendo a tomar esta materia, el año pasado la suspendí por faltas.

—Oh — digo simple.

— ¿Te gustaría saber porque? — el gira en su asiento para quedar frente, yo solo me inclino levemente hacia él.

Niego —No quisiera entrometerme en tu vida.

—La mayoría de las personas saben porque me ausente el año pasado, no es ningún secreto, y ahora ya no me siento tan mal porque lo mencionen.

—De acuerdo.

—Entonces ¿quieres saber? — Asiento — mi madre murió de cáncer de mama. Ahora solo quedamos mi padre, mi hermano menor y yo —vuelvo a asentir — Al principio dolía ¿sabes? Pero después, el dolor se fue, y se convirtió en algo más natural, papá durmió por meses en un sillón en la sala de estar porque no soportaba estar en su habitación por más de cinco minutos, todo le recordaba a mamá. Así que vendió esa casa y compro otra. Vivo en los suburbios, es por eso que suelo llegar temprano a clases, procuro tener tiempo de sobra —asiento otra vez, el ríe —. Es raro el ambiente en mi casa porque todo lo hacemos tres hombres: la colada, la comida, la limpieza, todo. Cuando mamá murió, las vecinas solían llevarnos comida para la cena, pero después de un tiempo dejaron de hacerlo así que nos las tuvimos que arreglar. Mi padre compro un montón de libros de recetas, cuando comenzamos a hacerlas, todo se nos quemaba y la alarma contra incendios se encendió más de un par de veces, pero creo que eso nos unió mas a los tres, intentar cocinarnos la cena — el rio, negando —. Creo que estoy hablando mucho.

Sonrió —Descuida. Te comprendo. Mis padres fallecieron recientemente, es por eso que estoy en Chicago.

— ¿De dónde eres?

—California. Nacida y criada.

—Yo soy de Chicago, nacido y criado, y viviendo en esta hermosa ciudad. ¿Ya las has conocido?

—He salido un par de veces con Colton y con Justin.

Evan se me queda viendo fijamente y una sonrisa dulce se apodera de sus labios —Tienes unos ojos muy bonitos.

Bajo la mirada y puedo sentir el sonrojo subiendo por mi cuello hasta mis mejillas.

Mis ojos son exactamente iguales a los de Colton, ese color entre azul, verde y aqua marina. Y son aún más llamativos porque mi cabello es castaño y mis pestañas son negras, mi mamá solía decirme que mis ojos son un rayo de luz en medio de toda esa negrura.

Trago saliva —Gracias.

—No tienes por qué agradecerme, solo digo la verdad.

Él sonríe ampliamente y entrecierra sus ojos hacia mí, humedece sus labios con su lengua y mi vista viaja hasta ellos. Sus labios son muy bonitos; son delgados pero a la vez gruesos y la forma que tiene los hace muy tentadores, justo en ese momento entra el profesor al aula y aparto mi mirada de sus labios y de él para volver mi vista al frente.

El profesor (o medico debo decir) se presentó y comenzó con su clase, la cual duraba dos horas.

Me sentía extremadamente nerviosa. Pero estaba feliz, demasiado, también estaba extremadamente emocionada por este giro que mi carrera universitaria estaba tomando, pero estoy completamente segura que esto es para mí, esta carrera y profesión junto con este estilo de vida.

Cuando las clases del día terminaron, le llame a Colton para avisarle. Solo he venido al campus dos veces y hoy fue la segunda, por lo que no estoy muy segura de como regresar al departamento.

—Ay Jo, ¿crees que puedas esperarme? Estoy realmente ocupado justo ahora y Justin también, ninguno de los dos puede ir por ti ahora mismo.

—Colton — me quejo. Detengo mi caminar y me quedo de pie con en un pequeño parque — ¿y si pido un taxi?

—No — dijo rotundo —. Tú sola en un taxi ya sabes que no.

—De acuerdo ¿Cómo cuánto tiempo tengo que esperarte? — pregunto a Colton.

— ¿Cuánto tiempo tienes que esperar a quién? — pregunta Evan, acercándose a mí.

—A Colton— le respondo.

—¿A mí qué? — pregunta mi tío.

—Es solo Evan — digo a mi móvil — me ha preguntado cuanto tengo que esperarte.

— ¿Evan está ahí? — pregunta extrañado, le hago una seña a Evan para que me espere y le pongo atención a Colton.

—Sí, compartimos varias clases.

— ¡Ey! — Mi tío dice — tal vez Evan te pueda llevar a casa, al menos al bar y más tarde paso por ti ¿te parece?

—Sí, está bien.

—De acuerdo, pregúntale.

Le hago las preguntas pertinentes a Evan y él está de acuerdo, me despido de mi tío y comenzamos a caminar hacia la estación del metro para acercarnos al bar.

— ¿Qué tal tu primer día? — pregunta Evan, mientras caminamos lado a lado sobre la plataforma del metro.

—Bien, más calmado de lo que me lo imaginaba — sonrió. El viento frio golpea mi rostro pero me sienta bien.

—Solo espera a que el semestre avance — ríe él.

— ¿Tan malo es?

—No solo algunas veces. Pero es dependiendo de los médicos que te den clases.

Minutos después llegamos al bar, Evan me muestra donde está la oficina de Colton y Justin, me quedo en ella y comienzo a hacer la poca tarea que me han encargado el día de hoy. Un par de horas después alguien llama a la puerta.

—Adelante — digo. Es Evan.

—Hola, creí que tendrías hambre así que te traje esto, fue preparado aquí, así que espero que te guste.

Asiento — Gracias — él coloca la charola en la mesa del escritorio y huele realmente bien.

—Colton quiere extender el bar para que sea un restaurante también, pero apenas hemos comenzado con algunos platillos.

Doy un primer bocado y esto, sea lo que sea, sabe tan bien como huele — Esto está delicioso.

—Gracias — ¿es acaso un sonrojo lo que noto?

— ¿No me digas que lo hiciste tú?

El asiente —Si, es mi primer día en la cocina.

—Bueno, pues esto está tan bueno como el mojito que me preparaste el otro día.

Evan sonríe —No puedo creer que te acuerdes de eso.

— ¿Por qué no lo haría? — Rio — Es decir, yo sé que tengo mala memoria y sé que soy muy olvidadiza pero no es para tanto.

Hago una mueca y los dos reímos a carcajadas.

Justo en ese momento la puerta de la oficina se abre y aparece Justin, con el ceño profundamente fruncido y frunciendo los labios. 

El hombre de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora