Damien
Ella sondeó en mis ojos en busca de algo, quizás quería cerciorarse de que mis palabras no implicaran daño hacia su persona y en realidad, prefería cortarme una mano antes de herirla de cualquier forma física posible. Sin embargo, de mi boca no salió una sola palabra, me mantuve en silencio, totalmente exánime. Evaluaba su faz de la misma forma que ella lo hacía conmigo, al final, un suspiro brotó a través de sus labios entreabiertos, acomodó un mechón de su pelo y frotó las palmas contra sus muslos.
—Me apetece ir al mar —musitó con cierto nerviosismo.
—Ahí hay toda la ropa que necesitas —dije señalando una puerta blanca que se encontraba a un extremo de la habitación sin dejar de examinar su mirada chocolate.
—Entiendo —articuló en voz baja
—¿Tienes hambre? —Pregunté antes de irme, dado que no había comido nada desde ayer.
—No, comeré más tarde, solo quiero entrar al agua —explicó más tranquila.
—Bien, ve a nadar, aún tengo trabajo que hacer.
Deposité un beso en su frente, me levanté de la cama y salí de la habitación dándole un poco de privacidad. Me dirigí a la planta baja, los chicos estaban viendo televisión, todos a excepción de Quentin.
—¿Dónde está Quentin? —Pregunté, tomé asiento con ellos.
—Fue por Mónica —respondió Ruslan. Lo miré.
—Bueno, parece que hoy será una buena noche.
Hacia tanto que no torturaba a alguien, mis ansias se mantuvieron a raya todo este tiempo, en parte tenía que ver con los medicamentos que tomaba y que no había dejado de lado, por supuesto las voces solían aparecer de vez en cuando, pero gracias a ellos lograba hacerles frente y no me podían dominarme como antes.
Por esta ocasión sería yo quien tomara la decisión al cien por ciento de asesinar y me reconfortaba —aunque sonara enfermo—, ser dueño de mis acciones. Esta vez no asesinaría porque me obligaban a satisfacer mis deseos demenciales, lo haría porque quería y era necesario. Le advertí a Mónica que no me traicionara e hizo caso omiso, ahora se atendría a las consecuencias de su estupidez.
—Damien, tenemos que contar el dinero del último trabajo —recordó Luka. Efectué una mueca y recliné mi espalda sobre el sofá.
—Ese dinero es suyo, ustedes lo hicieron solos, así que repártanlo como deseen —comenté con la vista fija en la televisión donde estaban dando un episodio de Tom y Jerry.
—Vamos, Damien, somos un equipo, así que déjate de estupideces —replicó Luka.
Se puso de pie y trajo el dinero colocándolo sobre la mesa de centro, Ruslan se disculpó, atendiendo una llamada de Isabela. Le había insistido que se fuera, con ella y con su hijo, pero se negó rotundamente debido a un trabajo que tendríamos en unas semanas más, para mí sería el último, dado que era demasiado dinero y contando con el que ya tenía, sería suficiente para darle a Eira la vida que ella se merecía apartados de todo esto. No quería seguir involucrado en el mundo ilícito poniéndola en peligro, deseaba una vida de paz a su lado.
Luka regresó dejando una cantidad de dinero sobre la mesa que me sorprendió, era demasiado, más de lo que pensé que les dejaría secuestrar a ese tipo. Bien merecido se lo tenía, estaría muerto si yo hubiera planeado su secuestro, era un maldito infeliz que abusaba de cada empleada que tenía en su jodida empresa, las pobres no decían nada debido al miedo y el poder que él tenía, pero ya me encargaría de hacerlo pagar como a mí me gustaba.
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Damien ©
General FictionDamien Masson, un enfermo mental que goza de asesinar; aburrido y cansado de aquella sádica fascinación, toma la decisión de internarse en un psiquiátrico donde decide pasar el resto de su vida... al menos es lo que pensaba hasta que la vio. [Apta p...