Capítulo 29

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Damien

—Damien —musitó Eira, paralizada por el terror, tomándome firme del brazo.

—¡Vámonos de aquí! —Presionó Ruslan. Lo miré un momento.

—No, quiero saber quién es el hijo de puta que se atrevió a venir aquí y amenazarme —espeté furioso sin que los disparos se detuvieran.

—Eira está con nosotros, Damien, entiéndelo, ¡con un carajo!

Apreté los labios con rabia. Él tenía razón, pero yo jamás huía de nada y me negaba a que esta fuera la primera vez, mi orgullo no me lo permitía; sin embargo, cuando Eira volvió a tirar de mi cuerpo, enfrenté nuestros rostros y atrapó mi mirada.

—Por favor, vámonos —apoyó a mi hermano. Asentí resignado, los guardias no iban a detener a los atacantes por más tiempo.

Abrí la puerta con prisa, la hice subir, las balas ya estaban sobre nosotros, pero no me detuve a evaluar la situación; me subí a su lado y antes de que pudiera cerrar la puerta, sentí un dolor agudo en mi costado derecho. Efectué una mueca sin quejarme en lo absoluto y la camioneta aceleró, siendo cubierta por una lluvia de disparos que no perforaron el blindaje.

—¿Estás bien, mi Sol? —Pregunté, revisándola entera. Estaba pálida, temblaba de miedo, aunque lo hacía por mí, siempre por mí.

—Sí, ¿y tú? —Me miró y sus ojos se concentraron en la mancha roja que comenzaba a hacerse notar en mi camisa blanca—. Oh, por Dios —exclamó llevando sus manos a la herida de bala.

—Tranquila, no es nada que no pueda soportar —le resté importancia, sin denotar el dolor punzante que atravesaba mi costado.

Ruslan se volvió a mirarme a través del asiento, vio la sangre y su rostro se crispó por la preocupación.

—Demonios, Damien —espetó—. Tenemos que atenderte.

—No es nada, conduce, ya me encargaré de esto después —lo calmé.

—Vas a desangrarte, estás perdiendo demasiada sangre, es una herida de bala, ¡por Dios! —Exclamó Eira, angustiada.

—No te preocupes, mi Sol —susurré con una media sonrisa.

—Maldito idiota —dijo con lágrimas en los ojos—. ¿No entiendes que eres mi vida? —Tomó mi rostro entre sus manos— No puedo perderte.

—No, no lo harás —aseguré, cubriéndole las manos entre las mías, que comenzaban a temblar.

Maldita sea, estaba perdiendo fuerzas, sentía el cuerpo más entumido con cada minuto que transcurría. Eira cogió un trozo de tela que Ruslan le dio e hizo presión para tratar de controlar el sangrado.

—Vas a estar bien —afirmó sollozante. Limpié sus lágrimas, manchándole el rostro con mi sangre.

—Lo estaré, no voy a dejarte.

—No lo hagas, Damien, no me dejes.

Presioné mi frente contra la suya, cerrando mis ojos, todo daba vueltas y no pude resistir más.

Caí en una oscuridad infinita que más que temer, me hizo sentir en paz.

♠️♠️♠️

—¿Ya bajó su temperatura? —Escuché la voz de Ruslan y sentí un par de manos cálidas a través de mi cara que yo conocía a la perfección.

—Sí, está mejor que anoche —musitó Eira con voz neutra.

Alcé los parpados con lentitud, la escasa luz me molestó, sentía la boca seca y un dolor atravesar mi costado, ahora podía sentirlo más, era molesto. En cuanto enfoqué la vista, lo primero que vi fue el rostro preocupado de mi esposa, pero al ver mis ojos abiertos un alivio la inundó.

Damien ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora