EiraOcultaba los cortes en mis antebrazos bajo las largas mangas de mi suéter, ese que era dos tallas más grandes que la mía, pero que, debido a los acontecimientos en mi vida, tuve que comenzar a usar. Los vestidos quedaron de lado mientras atravesaba las vacaciones. La preparatoria terminó y en poco tiempo me iría de la casa de mi madre. No tenía la menor idea de donde viviría, pero bajo un puente era una buena idea, una opción mejor a quedarme aquí soportando los toqueteos del novio de mi madre.
América me ayudó a conseguir un trabajo en una tienda de regalos, era de medio tiempo y me ayudaría para pagarme la universidad. Lo demás ya llegaría con el tiempo, no pensaba preocuparme mucho por donde fuera a dormir o lo que fuera a comer, estaba segura que de hambre no me moriría. Mi único objetivo era acabar mi carrera y comenzar mi pasantía en alguna escuela o algún hospital, ya sea general o psiquiátrico y conseguir quedarme allí, trabajar y salir adelante. Esa era mi meta, estuve determinada a cumplirla.
—Voy a trabajar. Preparas la comida para Willy —dijo esa mujer que no debería llamar madre.
—No voy a prepararle nada. Tiene manos, puede hacerlo él.
—Él trabaja, lo que tú no haces —replicó.
—¿Y para qué lo hace? Dinero no te da, se lo gasta todo bebiendo. Solo eres un techo y una vagina disponible para él —escupí en tono grosero. Hace mucho que le perdí el respeto.
Ella se precipitó a donde mí, me miró furiosa y con el deseo de abofetearme, pero se contuvo.
—No veo la hora para que te largues de aquí.
—Créeme que yo también estoy deseosa de irme y no verte la cara nunca más —sentencié, poniéndome de pie.
—Eres una mala hija.
—Sí, la peor de todas —mascullé.
Entré a mi habitación y me arrojé sobre el colchón que distaba de parecer cama. Los resortes en su mayoría estaban salidos, la espalda me dolía cada mañana al despertar, pero, en fin, podría ser peor.
Escuché la puerta de entrada cerrándose fuerte. No me inmuté, me hice un ovillo sobre la cama y permanecí recostada, mis dedos acariciaban los cortes en mi antebrazo, los había hecho con un cúter, y debo mencionar que la sensación que me causó el herirme, me gustó demasiado. Me ayudaba a centrarme en el dolor físico y no en el emocional. Un dolor para eludir otro. Como quien va a recibir una inyección y se pellizca para sentir solo el pellizco y no la aguja atravesándole la piel.
Ignoré el tiempo que transcurrió, a esto se resumían mis días, simples momentos de permanecer sobre la cama con pensamientos perdidos, sueños inalcanzables, el deseo impetuoso de salir y correr, irme sin importar a donde, solo escapar, deseaba no tener raíces.
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Damien ©
General FictionDamien Masson, un enfermo mental que goza de asesinar; aburrido y cansado de aquella sádica fascinación, toma la decisión de internarse en un psiquiátrico donde decide pasar el resto de su vida... al menos es lo que pensaba hasta que la vio. [Apta p...