18. La caja de los recuerdos

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Harry

Habían pasado ya varias horas que prevalecía en mi pecho una arcana sensación. Muchas veces la había sentido con mi hermano en vida. Cada vez que uno de nosotros se encontraba en una situación de estrés o peligrosa, una horrible sensación afloraba en el pecho del otro. Los días posteriores a su muerte, la presencié más fuerte que nunca. Claramente para ese momento, era imposible que algo malo le estuviese ocurriendo. Terminé por atribuirle la sensación a mi colosal angustia.

Pero ahora la sensación no me causaba más que desconcierto ¿Serían acaso nervios por el viaje en avión que mañana haría? Aunque ya he viajado otras veces en avión, la posibilidad era viable.

Traté de olvidarla poniendo toda mi atención sobre lo que necesitaría durante estos días.

Mientras buscaba debajo de la cama las zapatillas que había utilizado escasos días atrás, mi celular sonó. No conocía el número, sin embargo opté por atender porque podría tratarse de algo sobre el viaje.

- Hola - dije, pero nadie respondió - ¿Quién es? - me recosté en la cama, la opresión en el pecho parecía aumentar con cada uno de mis latidos - Si no contesta, voy a colgar - aseguré.

Una voz temblorosa e increíblemente idéntica a la mía dijo hola. Quedé entumecido. Si no siguiera vivo pensaría que el corazón se me detuvo.

- ¿Sigues ahí? - continuó sorprendiéndome con la similitud a mi voz.

- Seas quién seas - me armé de valor - no me interesan tus bromas.

Antes de presionar el botón rojo, la voz volvió a hablar.

- Soy yo Harry, Edward.

- No, no puede ser - me negué a aceptarlo.

- ¿Qué tengo que hacer para que me creas?

- ¿Qué guardamos en la caja de los recuerdos? - titubeé nervioso, a la vez que ansioso por oír lo que "Edward" diría.

Una risita leve se oyó, y eso me atemorizó aún más. Edward se reiría si le hubiese preguntado algo como eso. Tal vez por recordar las niñadas que hacíamos, tal vez porque le provoca risa que escoja justamente esa pregunta.

- Tu guardaste un diente que se te había caído el día anterior porque querías comprobar si se podría con el tiempo, también pusiste tu más valiosa carta de Dragon Ball Z. Ambos pusimos un billete y una foto familiar cada uno. Yo puse el reloj de papá porque estaba enfadado con él, una piedra y un auto de juguete. Después cerramos la caja y la enterramos junto al árbol de limones.

Quedé shockeado, enmudecido, sin aliento y con lágrimas brotándome de los ojos. Me sentí defraudado, engañado, a la vez que infinitamente agradecido por saber que mi hermano estaba con vida en algún lugar.

- Pero ¿cómo? - expresé con un hilo de voz.

- No puedo explicártelo ahora y tampoco debería hacerlo. Te llamé porque necesito tu ayuda.

- Lo que sea, considéralo hecho - aseguré sin dudar.

- Supongo que estás al tanto de que Carol se encuentra en Nueva York – afirmé - Ella cree que tú estás aquí, pues me vio en casa de mi amigo Adam. Necesito que desaparezcas por unos días y digas que fuiste allí. Porque tarde o temprano le contará a Zayn y él sabrá que tu estuviste allí con él, y no aquí. Porque Carol se lo cuente no hay problema, puesto que averié su celular e intervine su notebook.

- La cuestión es que estoy empacando para ir a Nueva York. La facultad me otorgó una pasantía en dicho lugar - expliqué.

- Qué coincidencia. No sé si es un alivio, o debería preocuparme - dijo pensativo.

Verdades Peligrosas(Zayn, Edward Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora