Capítulo 1:Kopa

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    Simba daba vueltas frente a la entrada de la cueva una y otra vez, trazando círculos imaginarios, con la frente arrugada en un claro gesto de estrés. Había perdido la cuenta de las vueltas que daba cuando llegué a la número cuarenta y ocho. Llevaba así casi quince minutos, y era imposible hacerlo parar. Aunque en su situación, era comprensible.

Ser padre primerizo no debe ser fácil.

Mucho menos cuando eres el padre de un príncipe. Un príncipe que ha sido fervientemente esperado por la familia, y el reino entero, durante tres largos meses.

Timón y Pumba nos acompañaban, parados al otro lado de la entrada de la cueva y observando a Simba caminar. Todos estábamos ahí para hacer compañía al nervioso padre e intentar mantenerlo calmado.

El resultado era bastante cuestionable.

— Intenta tranquilizarte, Simba — le aconsejó Mheetu, sentado a un lado mío.

— Estoy tranquilo — respondió el aludido, sin detenerse siquiera para mirarlo.

— No es cierto — intervine. — Deja de hacer eso, me mareas.

Mi hermano dio media vuelta y me miró con cara de pocos amigos. Luego, soltó un suspiro, relajó sus tensas facciones, y se sentó frente a mí y Mheetu.

— Tienes razón — aceptó, agachando la mirada. — Pero... es difícil mantener la cabeza fría en casos como este. ¿Es normal que tarde tanto?

Mheetu y yo intercambiamos una mirada, esperando a que el otro contestara algo. Lo cierto es que ninguno de los dos tenía la más mínima idea sobre partos puesto que el único al que habíamos asistido era al propio, y eso solamente porque era obligatorio. Simba se tensó de nuevo al no recibir una respuesta y gimoteó por lo bajo, recordándome aquel cachorro que alguna vez fue.

— Piensa cosas positivas, compañero — escuchamos la voz de Timón, seguida por el repiquetear de las pezuñas de Pumba contra la roca.

Ambos aparecieron por detrás de la espalda del león. El jabalí se sentó a un lado suyo, y el suricato se recargó contra este para observar a Simba.

— Lo que sea que pase, estaremos contigo — aseguró el otro.

Mi hermano les dedicó una sonrisa, pero esta no le llegó a los ojos. Lo conocía de toda la vida, no podía engañarme a mí, y sabía que esas palabras no le ayudaban mucho.

— Todo saldrá bien, Simba — me recliné ligeramente hacia adelante, apenas lo suficiente para alcanzar a posar mi pata suavemente sobre la suya. Sus ojos se cruzaron con los míos. — Las leonas están con ella. Mamá y Sarafina no dejarán que les pase nada, ni a Nala ni al cachorro.

— Lo sé, pero...

— Pero nada — lo interrumpí. — Pronto, alguna de las leonas saldrá de ahí y será solo para decirte que puedes pasar a ver a tu familia.

El león me dedicó una media sonrisa. Había logrado convencerlo un poco más que Timón y Pumba, pero aun así no era suficiente. Y no podía esperar que fuera de otra forma cuando ni siquiera yo estaba segura de la veracidad de mis palabras. Quería creer que todo ocurriría tal como se lo decía a mi hermano, me aferraba con fuerza a esa idea. Pero siempre existe una posibilidad, por pequeña que sea, de que algo salga mal. Y un solo segundo, un instante crucial o un movimiento equívoco pueden hacer la diferencia.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora