Capítulo 28: Buscar y Encontrar

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    Golpeé el guijarro que llevaba pateando durante todo el camino. Este rebotó dos veces sobre la tierra antes de detenerse definitivamente entre la hierba, a unos tres metros de mí. Solo necesité un par de pasos para llegar hasta él de nuevo y volver a patearlo.

— Debiste ver la cara de Simba cuando vio a Kion y su Guardia — reí. — Cuando habló de su idea de crear un grupo de patrulleros imaginé muchas cosas... excepto que Kion eligiera a sus amigos como integrantes.

— ¿Y por qué sigue llamándose Guardia del León? — preguntó Robert, caminando a mi ritmo sin perder de vista mi guijarro. — Solo hay un león. Ni siquiera los predadores son mayoría. No tiene sentido.

— Siempre se ha llamado Guardia del León — respondí simplemente.

— Pero es porque antes sí eran leones.

— ¿Cómo les llamarías tú? — arqueé una ceja.

— Yo qué sé... Los Caza-hienas o algo así — se encogió de hombros. — Aunque por lo que cuentas, no creo que sean muy buenos cazando hienas.

Alcancé la piedrecilla y la golpeé mucho más fuerte que las veces anteriores. Rodó casi el triple de la distancia, dando saltos erráticos que por poco la alejaban de mi ruta.

— No puedo creer que se hayan enterado tan pronto. Apenas habían pasado un par de días con Kion como nuevo líder y ellas ya estaban dando problemas. Odio a esas estúpidas hienas — gruñí.

— Al menos sirvió como prueba para ellos.

— Creo que eso es cuestionable. De cualquier forma, Kiara resultó herida y las leonas no cazaron ninguna gacela. Hicieron un buen trabajo al ahuyentar a las hienas de la praderas, pero aun así...

— Entonces, ¿cuál es tu plan?

Empujé el guijarro de regreso al camino que estábamos siguiendo y lego volví a patearlo.

— Vamos a buscar su escondite. Lo mejor es eliminar el problema de raíz.

— ¿Solo nosotros dos? — dijo el león con sorna. — Lian, tu hermano ha estado rastreándolas durante días con un grupo de cazadoras. Y aún no encuentran nada. ¿Por qué crees que nosotros podríamos hacer algo?

— Porque nosotros vamos a hacer algo diferente a lo que ellos han estado haciendo.

— Ah, ¿sí? ¿Y qué vamos a hacer?

— ¿Alguna vez has ido al límite norte del reino? — pregunté.

Robert se quedó callado unos segundos. Aproveché para buscar mi piedrecilla y patearla una vez más.

— No. Creo que no.

— Bien, pues hoy será tu día de suerte.

— No me gusta cómo suena eso — se quejó.

— A ti no te gusta nada — reí. — Estaremos bien. Es solo uno de los extremos del Cementerio de Elefantes. Cuando este termina, el terreno se convierte en una grieta gigante. A cierta altura, Las Praderas quedan separadas de la grieta por un río, pero antes de eso solo están divididas por un montón de piedras. Creo que es por ahí por donde las hienas cruzan para entrar. Y nosotros cruzaremos por ahí para salir.

— Debimos haber venido con alguien más — sopesó. — Efia y Gina estaban ahí...

— No las necesitamos— lo interrumpí. — Podemos con esto.

Y en verdad lo creía... al menos la parte sobre no necesitar ayuda de las hermanas. No pensaba hacer nada estúpido, de lo contrario hubiese ido sola. Y esas hienas eran tan particularmente torpes que no podía salir nada mal.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora