El sol matutino se encontraba a la altura suficiente como para tornar el cielo de un bello color salmón sin desaparecer por completo las estrellas. La luz había despertado ya a las manadas y, con ellas, a la sabana entera.
Tenía casi veinte minutos escuchando el canto de las grullas y los chillidos distantes de las cebras, mismos que me habían despertado apenas los primeros rayos de Sol asomaron sobre el horizonte. Toda la manada había despertado ya, pero yo no quería levantarme. Escuchaba sus voces afuera de la guarida, pero no estaba de humor para ir con ellos.
Solo quería quedarme ahí tendida, fingiendo que no existía. Dejando que la oscuridad de la cueva se tragara mi existencia por un rato.
Inhalé hondo e intenté poner mi mente en blanco. La noche anterior no había conseguido dormir pues mis pensamientos se habían dado vuelo con la inesperada noticia de Mheetu, torturándome mientras los demás descansaban. En el silencio de sus pacíficos sueños había llorado un poco, y ahora sentía el rastro de la sal seca de aquellas lágrimas en el pelaje de mis mejillas.
Debo estar hecha un desastre, me lamenté para mis adentros.
No iba a salir en tales condiciones. Una princesa nunca luce como un desastre.
No. Lian nunca luce como un desastre. Al menos no en público. Lo mejor era quedarme ahí mientras Mheetu hacía lo suyo. No quería estar presente cuando lo hiciera.
— ¿Lian? — me llamó la voz del castaño a mis espaldas. La pregunta hizo eco tanto en las paredes vacías de la cueva como en mis oídos.
No puedes evitarlo por más tiempo, lo prometiste, susurró una voz al fondo de mi cabeza.
Y con el mayor desgano y tristeza que había sentido en muchos años, levanté la cabeza del frío suelo rocoso para ver a Mheetu por encima del hombro. El castaño estaba de pie en la entrada de la cueva, observándome atento y cauteloso como un gatito con miedo.
— Ya es hora — me recordó.
— Lo sé — susurré. — En un momento salgo.
Escuché el sonido de sus pasos al alejarse. Solo entonces giré para ponerme boca abajo y poder levantarme. Bostecé con pesar y estiré las patas. El cuerpo me dolía como si el día anterior hubiese peleado con una jauría entera de hienas. Un par de vertebras en mi cuello se reacomodaron ante el estímulo haciendo un leve chasquido. Como pude, me limpié el rastro de las lágrimas y la tierra del rostro. Respiré profundo y salí a enfrentar los problemas como se suponía que debía haberlo hecho desde el comienzo de esa mañana. Como se suponía que papá me había enseñado: de frente y sin flaquear, aún a pesar del miedo.
Imitando la mejor versión de mí, avancé con la cabeza en alto hacia la boca de nuestra guarida. Una ráfaga de aire matutina me dio la bienvenida y reacomodó mi pelaje, estropeado por el movimiento de la noche anterior que había causado mi insomnio.
Mheetu se acercó a mí. Su aparente jovialidad y alegría terminaba al llegar a sus ojos, donde podía verse claramente su nerviosismo y ansiedad. Seguro debía estar más preocupado que yo por el desenlace de todo esto.
— ¿Te sientes bien? — inquirió, arqueando una ceja.
Eso confirmaba mi mal aspecto. Intenté mantener la calma inflando el pecho con aire fresco y dedicándole la sonrisa más sincera que pude.
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Lian's Story
Fanfiction(Basada en la película de Disney, The Lion King) "Supongo que esta es la parte donde escribo un montón de frases cursis y ridículas para engancharlos con la historia. Pero no lo haré. Después de todo, ¿cómo puedes resum...