Capítulo 7: El árbol y el rayo

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    Negro. Oscuridad. Miedo.

El verse perdido en un laberinto, siendo perseguido por un asesino, no es nada reconfortante. La noche distorsiona las figuras; la lluvia hace lo propio con los sonidos. Tus sentidos parecen divertirse jugando en tu contra. ¿Cómo escapas del demonio en dichas circunstancias?

Ocurría de nuevo. Sus pasos detrás de mí, pisándome los talones y amenazando con atraparme. Su cálida respiración recorriendo mi cuello. La presión de sus ojos, clavados en mi nuca.

Corrí con toda mi energía entre la vegetación amorfa de la selva, con el corazón golpeando contra mis costillas y los pulmones exhalando fuego. La lluvia golpeaba mi rostro con fuerza, como si fuese a desgarrarme la piel.

A mis espaldas, una luz se encendió. La supe por el resplandor amarillento que apareció en el brillo de las hojas mojadas. Lo supe por el fuego que empezó a quemar las ramas de los árboles. Los supe por la ola de calor que azotó mi cuerpo. El cazador estaba ahí. Apareció de la nada frente a mí, con aquella arma alargada que escupía fuego en una mano, y en la otra una antorcha que alzaba sin cuidado y prendía la vegetación.

Frené en seco y derrapé sobre la hojarasca. Cambié de dirección antes de llegar a él, antes de que sus manos pudiesen poner sus alargadas garras sobre mí. Me interné en la selva un par de metros, y tropecé con una rama fuera de lugar. Mi pierna quedó atascada bajo la misma, y el barro que se formaba con la lluvia me había aprisionado cual arena movediza.

Vi el fuego avanzando entre las hojas. El brillo de la antorcha se encontraba cada vez más cerca. Y con el alma en un hilo, luché por liberarme de mi atadura. El fango había aprisionado mi pierna hasta la mitad de la pantorrilla, y estaba tan denso que no me permitía deslizar el miembro fuera de la enredadera. La hojarasca y ramas secas lo habían convertido en una pasta dura y pesada.

Alcé la mirada. El fuego, el brillo dorado que era imposible pasar por alto, se encontraba justo frente a mí. Los ojos rojizos del monstruo me miraron fijo, mientras apuntaba la boca del arma hacia mí. El fuego bajó por los árboles que lo rodeaban, dándole un aspecto aún más macabro.

Desesperada, luché por sacar mi pierna del lodo. Giré sobre mi misma para apreciar el problema desde otro ángulo. El fuego empezaba a extenderse por encima de mi cabeza, ayudándome a ver. Y fue así como descubrí el lío en el que estaba metida. Más que fango, aquella masa lucía como cientos de manos humanas apresando mi extremidad y tirando de ella hacia abajo. Manos alargadas, huesudas, oscuras como sombras, que evitaban que pudiese escapar.

Escuché un clic a mis espaldas. El arma estaba cargada y no iba a permitir que me golpeara. Cerré los ojos con fuerza. Tensé los músculos de mi pierna libre. Escuché el disparo. Y salté para salir de su alcance.

Abrí los ojos al sentir como mi cuerpo golpeaba contra una superficie dura y seca. Estaba en la guarida, con mamá y Simba durmiendo a ambos lados de mi cuerpo. Había sido solo otro sueño.

Una maldita pesadilla, me corregí.

A pesar de ser todo una escena creada por mi imaginación, me sentía agobiada. Había perdido el sueño, y una extraña sensación de calor recorrió mi cuerpo. A mi pesar, levanté la cabeza del suelo. Toda la manada estaba aún ahí, descansando.

Eché un vistazo hacia el exterior. Una densa neblina cubría todo el panorama y no lograba distinguir nada. Era como si al mundo se lo hubiesen tragado durante la noche. Sin embargo, pude distinguir un veloz movimiento a unos pocos metros de la entrada. Instintivamente, me volví hacia mi hermano y Nala. Kiara y Kion dormían dulcemente entre los brazos de ella pero, ¿dónde estaba Kopa?

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora