Capítulo 21: In-comodidad

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¿Recuerdan que les dije que no olvidara a Zuna?
Espero que no lo hayan hecho porque este capítulo tiene que ver con ella ;)

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    Las semanas siguientes, el clima continuó de forma similar. Y tras las lluvias de las noches anteriores, la sabana estaba fresca y húmeda por las mañanas. Aquel día no era la excepción. Aproveché la tranquilidad matutina para ir hasta la guarida de nuestros invitados con la idea de mostrarles a mis amigos una de las pocas partes del reino que no conocían: el extremo sur. Sin embargo, la frescura del ambiente matutino se convirtió, horas más tarde, en una sauna natural: el sol abrazador evaporaba el agua del suelo lentamente y sofocaba la atmósfera.

    Ante tal inconveniente, todo lo que podíamos hacer era esperar. Nadie quería mover un solo músculo, así que conduje a Robert y Palmira a un pequeño bosque de árboles donde podríamos resguardarnos del calor. A la sombra, la frescura de la lluvia aún no desaparecía, y se convertía en una cura a nuestro malestar.

    Nos tendimos bajo la protección de las hojas y retoños de los árboles. Las pequeñas flores que empezaban a abrir por la magia de la estación emanaban un aroma dulce y agradable. La lluvia anterior había arrancado muchos de aquellos pequeños botones de colores cálidos de las ramas donde habían brotado, y la hierba donde reposábamos estaba tapizada por una fina capa de pétalos desperdigados en todas direcciones. Y cada vez que la brisa corría más rápido entre el follaje, una nueva serie de flores caían sobre nosotros.

    Me descubrí a mí misma retirando los pétalos que caían sobre la melena de Robert, lo cual, me resultó un gesto extraño. Pero más extraño fue darme cuenta que disfrutaba del contacto. El solo hecho de pasar mis dedos entre sus oscuros cabellos era tan agradable que incluso, en momentos, despertaba de nuevo esa sensación en la boca de mi estómago.

    Aquello empezaba a intrigarme. Una parte de mi disfrutaba de ese cosquilleo, pero la otra lo aborrecía profundamente. Y esa nueva dualidad no ayudaba a resolver mis dudas. Incluso, contrariamente, empeoraba la situación confundiéndome más. ¿Qué era, exactamente, esto que se me estaba presentado?

    El león estaba acostado boca arriba frente a mí, con los ojos cerrados mientras disfrutaba mis cuidados. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío, desde donde podía observarlo a detalle sin temor a ser descubierta. Palmira parloteaba alguna anécdota de su infancia a la que ocasionalmente respondía con un "ajá" o un asentimiento de cabeza. Aunque quisiera escucharla, había algo en el rostro del chico que terminaba por acaparar mi atención.

    Repentinamente se había vuelto la cosa más interesante del mundo. La forma semicurva de sus cejas, la expresión relajada de sus facciones, sus bigotes oscuros y esa curiosa curva en su nariz. El conjunto creaba un cuadro que me parecía lindo. Empezaba a tenerle afecto. Verdadero afecto.

    — Si continuas acariciando así mi melena harás que me duerma — dijo entre dientes.

    — ¿Prefieres que tire de tus cabellos para que despiertes? — sonreí.

    Entre abrió un ojo y me devolvió la sonrisa.

    — Lo único que tú quieres es molestar, ¿cierto?

    — No. A veces también quiero comer o dormir.

    — Yo quiero comer — intervino Palmira. — ¿Creen que ya haya salido la partida de caza?

    — Con este calor, lo dudo — respondí.

    — Vayamos a ver.

    — Tengo calor — alegó Robert.

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