Capítulo 32. El viaje de Mheetu

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Sólo tuve que abrí los ojos para recordar de golpe todo lo que había pasado el día anterior con Robert, y un terrible sentimiento de culpa empezó a invadirme. Cerré los párpados con fuerza y me cubrí la cara con las patas, deseando poder volver a dormir para no tener que lidiar con mis pensamientos. Pero era misión imposible: los cachorros ya estaban despiertos y jugaban a perseguirse dando vueltas y saltos entre nosotros.

Me tapé las orejas intentando aislarme de la risa de Bunga.

- Extrañaba esta escena por las mañanas - comentó Mheetu.

Abrí un ojo para verlo. Estaba recostado boca abajo con la cara pegada a la roca. Tenía los ojos entreabiertos y una sonrisilla en la cara.

- Hay cosas que nunca cambian, ¿eh?

- ¿Qué sigue ahora en el itinerario?

Me encogí de hombros. Llevaba tanto tiempo pasando mis días fuera de casa que, ahora que Robert no quería verme, no tenía idea de que hacer. Deseaba quedarme tumbada a reflexionar las estupideces que había cometido el día anterior, pero la cara de Mheetu decía que él tenía otros planes.

- ¿Quieres ir a caminar? Le prometí a Ni que saldríamos hoy.

Tal vez algo de aire fresco me caería bien. Sentía que en cualquier momento mi máscara se caería y el tropel de emociones que luchaba por contener saldría a flote a modo de llanto. Y eso sería un golpe muy bajo para mi ego. Puse la mejor cara que pude y me levanté.

- De acuerdo. El último es un tejón apestoso - le dije, y salté en dirección a la salida.

- ¡Oye! - escuche a Bunga quejarse, pero no me detuve a ver su reacción.

Bastaron un par de saltos para salir de la cueva. El sol estaba ya en una buena posición para empezar el día, y el aire aún estaba fresco como para bajar a la sabana. Mheetu apareció en seguida.

- Gané - le dije.

- Sabes que fue trampa, yo aún estaba acostado.

- En fin, ¿dónde está Ni?

Desde aquella primera noche, el león dormía apartado. No había sido necesaria la intervención protectora de Simba para dejarle claro que no tenía permitido dormir en la guarida con el resto de la manada. Ni se había levantado por cuenta propia y había salido a buscar un sitio donde descansar.

Mheetu me hizo una señal para que lo siguiera y yo obedecí. Empezó a trepar por las piedras de uno de los laterales de la guarida.

- ¿Ha estado durmiendo arriba? - pregunte.

- Es sólo un atajo.

Subí tras él sin decir nada más. Cuando llegamos a la parte posterior de la Roca, Mheetu se acercó a una gran loza. Cuando la rodeé descubrí que debajo de ella había un hueco bastante grande. Ni estaba dormido plácidamente ahí dentro.

El chico colocó un dedo sobre sus labios para indicarme que no hiciera ruido, y buscó algunas piedrecillas que recogió con el hocico. Las colocó al borde de la roca sobre la que estábamos parados y luego golpeó una parte para que cayeran en la cara de Ni. Este se removió e hizo un gesto de disgusto.

- ¡Ni, sal rápido! ¡La loza se está moviendo y va a caer! - gritó Mheetu con una auténtica preocupación impregnada en la voz, antes de golpear el resto de las piedras que cayeron nuevamente sobre Ni.

El mayor abrió los ojos de golpe.

- ¡¿Qué?! - levantó la cabeza repentinamente, golpeándose la nuca contra la loza.

Saltó torpemente hacia afuera con la mirada aterrada y la respiración agitada. Un traspié lo hizo caer de bruces a un costado mío. Permaneció tendido en el suelo, pero giró boca arriba para ver el sitio donde había estado durmiendo.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora