Capítulo 16: Recién llegado

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    Esa mañana desperté gracias al sonido de unas voces cercanas. Abrí los ojos de mala gana, encontrándome recostada contra uno de los costados de la cueva.

   Mi mente pronto recordó la noche anterior cuando, después de pasar un rato con Robert, decidimos que estábamos lo bastante cansados como para ir a dormir. Habíamos entrado a la guarida y, a partir de ahí, cada uno tomó su rumbo en busca de un hueco para dormir. Como siempre, Oswald y su grupo me habían reservado un espacio. Por su parte, los otros tres chicos habían ido a acurrucarse en la entrada de la cueva, donde estarían lo bastante apartados del resto.

    — En mi defensa no tengo nada que decir — esa era la voz de Oswald. —Siempre he sido un hijo de p... ¡Yudhenic!

    Y ese un golpe de la leona.

    Me desperecé en mi lugar antes de acercarme a ellos, lenta y silenciosamente, para ver lo que ocurría. Podía ver a dos leonas sentadas en la entrada de la cueva. Sus complexiones no me resultaron familiares, por lo que supuse que debían ser las únicas dos chicas con las que no había hablado hasta ahora: Danny y Arafa.

    — Soy adorable, no pueden odiarme — siguió Oswald mientras yo me acercaba.

    — ¿En serio creen que aún esté vivo? — preguntó Mönche.

    La curvatura del terreno me impedía tener una buena visión, pero estaba casi segura de que el león se encontraba afuera y de frente a la cueva.

    — Mönche, cualquiera puede ver que aún está respirando — respondió una de las leonas, la del pelaje oscuro. Arafa, si mi memoria no me fallaba.

    — ¿Sí? Pues a mí me parece que no va a durar mucho — insistió.

    Para ese punto de la conversación, yo estaba a poco más de un metro detrás de Arafa y Danny. Oswald y Yudhenic estaban sentados sobre el flanco izquierdo de las leonas, y Mönche sobre el derecho. Parecían estar sentados en torno a algo que no alcanzaba a ver.

    — ¿Ves? — inquirió Oswald. — No soy el único que lo opina, este sujeto está muerto.

    — Hola — saludé para integrarme a la plática. Me senté entre Oswald y la que creía que era Danny. Me sorprendí al descubrir que lo que rodeaban era un león inconsciente — ¿Quién es él?

    Su pelaje era dorado, más oscuro que el de mi hermano, y su melena del color de la tierra húmeda. Tenía un par de golpes a lo largo de su cuerpo, y uno que otro en las patas. Debería tener una edad aproximada a la nuestra.

    — Ni idea — Yudhenic se encogió de hombros. — Louis y Sammer lo encontraron esta mañana y ya estaba así.

    — Lo dices como si fuera un objeto — se quejó Oswald.

    Bajé la mirada hasta el desfallecido león. Tenía que admitir que era bastante bien parecido. De facciones masculinas, cejas tupidas, pelaje claro y una melena bastante desarreglada.

    — Da lo mismo, está muerto — sentenció Mönche.

    Las aletas de su nariz se abrían y cerraban lentamente, y su tórax se ensanchaba a su ritmo. Aún respiraba, ¡claro que no estaba muerto!

    — ¡Mönche! — lo reprendió Arafa.

    Entonces, el chico frunció levánteme el ceño y crispó los ojos. Estaba despertando.

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