Capítulo 8: Destierro

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La sangre del inocente clama por venganza al cielo, no por justicia, que duerme, o tal vez se nos ha muerto.*

Abrí los ojos lentamente, como si mis los párpados pesaran toneladas. En cierta forma, así era.

Tardé un par de segundos en lograr enfocar mi entorno. Estaba en un lugar rocoso, pero definitivamente esta vez no era la guarida. No, este era un lugar abierto donde el aire laceraba sin cuidado una extraña herida que llevaba en la pata. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?

Alcé la cabeza con cuidado. Solo entonces me percaté de la incómoda postura en la que me había quedado dormida. El cuerpo me dolía. Había sangre en el suelo, alrededor del punto donde había estado recostada mi cabeza. ¡Demonios, mi cabeza! Sentía pulsaciones fuertes, como si fuera a explotarme el cerebro.

Me llevé una pata a la frente para sobarme. Mis garras estaban expuestas y cubiertas de sangre en proceso de secado. Sabía que era sangre por el olor a hierro que desprendía, pues su color había pasado del rojo brillante a un marrón oscuro y apagado. ¿Qué había ocurrido?

Kopa, recordé de golpe, sintiendo un chispazo reactivando mi cuerpo.

Mis músculos se contrajeron de golpe al sentir una punzada de miedo en la boca del estómago. Zira me había hecho caer al cañón y había dejado al cachorro solo con ese monstruo. Me levanté de un salto. No tardé en perder el equilibrio y regresar al suelo. Tosí con fuerza, escupiendo algunos coágulos de sangre que se habían quedado en mi garganta. Observé la mordida que me había hecho la leona. Lucía bastante mal, pero seguro que no tardaría en recuperarse. Sin embargo, de momento representaba una desventaja no poder utilizar dicho miembro.

Volví a levantarme, esta vez un poco más lento. Mi pata herida no soportaba mucho peso, de modo que me vi obligada a cojear. Tenía que subir y regresar a enfrentar a Zira. Levanté la mirada al cielo e inspeccioné rápidamente la pendiente que se alzaba sobre mí, la misma por donde había caído. Era algo difícil reconocer el terreno, pues la neblina ocultaba las zonas más altas. Seguro esta era la razón por la que me había salvado de Zira: no pudo ver donde había caído.

No era muy alta. Había caído en una extraña saliente ubicada, cuando mucho, unos cinco metros por debajo del nivel de la sabana. Sin embargo, no era apta para treparla, pero no tardé en localizar, a unos pocos metros, una zona lo suficientemente escarpada para ascender.

Troté sin apoyar mi pata en el suelo. Salté sobre la primera saliente de piedra que vi, y escalé con cuidado a la siguiente. La pendiente no era tan marcada en esa parte del cañón, así que podía trepar algunos tramos utilizando solo las garras y sin necesidad de un punto de apoyo fijo. Y al cabo de medio minuto, logré subir a la superficie.

Grande fue mi sorpresa al encontrar el pastizal más concurrido de lo que recordaba la última vez. Uzuri, Elena, Diku y Nandaa estaban formadas en medio círculo, gruñéndole a Zira, quien parecía bastante tranquila lamiéndose las patas.

Maldita, gruñí para mis adentros, trepando el último metro que me separaba de mi manada.

— ¿Cómo podría haber hecho algo? — dijo esta, con una paz que me gustó para inquietante. — El mocoso estaba jugando a las escondidas.

Me quedé quieta en mi lugar. ¿A qué se refería? ¿Qué había ocurrido en mi ausencia? Y lo más importante, ¿dónde estaba Kopa? A mi mente regresó la imagen de la florecilla. El campo donde había aparecido estaba vacío. Era como si alguien la hubiese hurtado sin dejar rastros de ella. Ni siquiera el más pequeño pétalo marchito sobre la hierba.

Simba se abalanzó contra la leona en ese momento, derribándola en el acto. Ambos cayeron al suelo con el golpe sordo. Jamás había visto a mi hermano tan molesto, ni siquiera durante la última pelea con Scar. El corazón me latía tan fuerte que sentía que iba a salírseme del pecho. El león mordió la oreja de Zira salvajemente y con una fuerza tal que terminó por arrancarle el pedazo de piel. Un chorro escarlata se impregnó en su hocico como tinta, manchando también el cuello y la mejilla de la leona.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora