Capítulo 13: El león de melena negra

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Relamí mis bigotes apenas terminé con el último trozo de carne de mi porción. El resto del grupo ya había finalizado hacía varios minutos, y eso me hacía sentir ligeramente incómoda. ¿Ser más lenta para comer era bueno o malo? ¿Era realmente ese mi ritmo o era una costumbre adquirida en casa?

Recostada panza abajo, limpié la herida de mi brazo con la lengua. La marca que los dientes de Zira habían dejado eran ahora una serie de puntos tintos tatuados en mi piel, señal de que las heridas empezaban a cerrar. Sabía que ya no era necesario mantener tantos cuidados con ella, pero prefería estar segura.

Una sombra bloqueó la luz del sol que caía sobre mi rostro. Detuve mi tarea para percatarme que había un par de patas morenas paradas frente a mí. Levanté la cabeza hacia el cielo para toparme con una sonrisa amigable y un par de ojos marrones que me resultaron familiares. Robert.

— Hola.

— Hola — respondí.

Una segunda figura apareció detrás del chico. Era una leona que, hasta ese momento, no había visto antes en la manada. Era delgada y de una estatura baja. Tenía un mechón de pelo que crecía sobre su frente y, en las puntas, se tornaba marrón como sus ojos. Ella me sonrió.

— ¿Qué tal? Así que tú eres la nueva. Robert me habló de ti esta mañana.

— Ah, ¿sí? — miré de reojo al aludido.

— Sip — saltó en mi dirección y se detuvo justo frente a mí. — Todos dicen que casi te ahogas en el río y que Edward te encontró — soltó un par de risitas.

Su mirada parecía escanearme de pies a cabeza. Era como si me acabara de convertir en su juguete nuevo. La chica sacudió mi fleco con la pata y empezó a caminar a mí alrededor. Me observaba como si fuese un bicho raro.

— Me llamo...

— Lian — interrumpió ella. — Lo sé, Robert me lo dijo.

Giré la cabeza para verla con encima de mi hombro. La leona se había puesto a jugar con el mechón de mi cola. La moví en un intento por alejarla de ella, pero la chica empezó a perseguirla. Era como un cachorro.

— ¿Y tú eres?

— Palmira — la leona volvió a mirarme a los ojos para dedicarme una sonrisa.

Saltó de regreso al lado del moreno. Aproveché que se había colocado a una distancia más prudente para ponerme de pie. Palmira ensanchó sus sonrisa hasta una proporción que lucía extremadamente forzada, pero no por ello menos divertida.

— Bien... vinimos a preguntarte si te gustaría salir a pasear un rato con nosotros — dijo el león.

— ¿De paseo? ¿A dónde?

— Tú no hagas preguntas, solo síguenos y disfruta — Palmira dio media vuelta y empezó a caminar, alejándose de nuestra posición.

Observé como avanzaba entre los pastos, miré a Robert, y luego de nuevo a la leona. Era tan pequeña que su cabeza apenas sobresalía entre la hierba que a mí me llegaba al hombro.

— ¿Quieres venir? — insistió el moreno, volviendo a sonreír como lo había hecho la noche anterior.

— De acuerdo — asentí, y empecé a caminar en la misma dirección que la otra chica.

Robert me siguió los pasos al poco tiempo. Y en cuestión de segundos, los tres ya estábamos marchando a un mismo ritmo por la sabana, alejándonos gradualmente de la manada. Sentí una punzada de miedo al pensar en que el resto podrían irse en cualquier momento y dejarnos a la deriva, pero mis acompañantes lucían bastante relajados. Esa paranoia mía no era normal.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora