Capítulo 25: Niñera

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Tal vez me había vuelto más vieja.

Tal vez empezaba a volverme más intolerante.

Tal vez extrañaba a mi vieja pandilla.

O quizá tal vez era que no estaba preparada para tanta actividad después de un largo periodo sin preocuparme por cuidar crías ajenas.

Bien podía ser todo, bien podía ser otra cosa. Pero me sentía extraña... sentía que aquella era una actividad diferente a la que solía hacer antes. Es decir, ¿qué tan diferente debía de ser cuidar a un grupo de cachorros que de otros?

Parecía que bastante.

Sea como fuese, la verdad era que me estaba resultando más difícil lidiar con mis sobrinos, Bunga, Tiifu y Zuri, a quien, convenientemente, Tojo había decidido traer ese día mientras Tama salía de caza con mi familia. Claro que Zuna estaba ahí para ayudarme a cuidarlos, pero era mucho más inexperta que yo y, con tan corta edad, parecía más bien ser parte del conjunto que debía cuidar.

Hacía ya algunas semanas que la rutina era esa. Pasaba las mañana con Zuna y los cachorros y, después de comer, caminaba hasta la guarida de mis amigos para buscar a Robert y hablar con él un poco. Obviamente, no lo veía tanto tiempo como antes, pero era mejor que nada. Incluso había empezado a convivir un poco con las hermanas Efia y Gina, y aunque aún me parecían insufribles, al menos nos llevábamos bien.

Esa mañana había empezado de lo más normal, tanto que incluso me recordó a los viejos tiempos: Kiara, Kion y Bunga nos despertaron con sus risas, la manada se alistó para salir dividiéndose en los dos grupos ya establecidos, Tojo y Tama aparecieron con su cachorra, y Zuna se apuntó para ayudarme a cuidarlos. Y al igual que en esas otras ocasiones, llevé a las crías a jugar en la pradera, siguiendo incluso la misma ruta que solíamos tomar antaño. Kion y Bunga tomaron la delantera, jugando a perseguirse mutuamente. Kiara y Zuri caminaban frente a mi, hablando sobre algo que no alcanzaba a escuchar. Y la adolescente llevaba a su cría en el hocico.

Con la intensión de no obligarla a esforzarse demasiado, opté por llevarlos a la sombra de la acacia que creía entre dos piedras, lugar donde habíamos pasado dormitando el último día normal. Los cachorros podían correr en las cercanías, yo podía vigilarlos desde lo alto, y Zuna podía encargarse de Tiifu, quien ya empezaba a desear poder ir con los demás cachorros. Todo estaría tranquilo así...

...o eso creí.

- ¡Bunga, baja de ahí! - gruñí, parada sobre mis dos patas y recargada contra el tronco de aquel alto sicomoro.

- ¿Por qué? ¡Se ve todo desde aquí arriba! - gritó el tejón desde la copa del árbol.

Los cachorros de león observaban a mis espaldas la patética escena que yo debía estar haciendo. El tronco del árbol era alto, pero poco grueso. Sus ramas no soportarían mi peso y no podía subir para bajar al inquieto ser.

Una parte de mí se burlaba de mi idea inicial de pasar la tarde recostada junto a Zuna.

- ¡Voy a llamar a Timón y Pumba si no bajas ahora!

- ¡Sí! Diles que vengan. Quiero que vean esto - respondió con inocencia.

- Yo puedo subir por él - propuso Kion.

- Yo quiero ver desde arriba - dijo Kiara.

Miré a mis sobrinos por encima del hombro.

- Nadie más va a subir - repuse, al borde de mi paciencia. - Si Bunga cae ya tendré suficientes problemas. Ustedes son hijos del rey, ¿entienden lo que eso significa?

Ambos retrajeron las orejas: Kiara con total desinterés, y Kion como una muestra de obediencia.

- Sí - respondieron a coro los hermanos.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora