Capítulo 41: El acantilado y el rio

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Robert

Me encontraba atrapado entre el acantilado y la escopeta del cazador. 

Tenía miedo, mucho miedo. El humano estaba muy cerca y el arma apuntaba a mi cabeza. Ya había visto muchas veces lo que esa cosa hacía. No quería verlo una vez más.

Cerré los ojos con fuerza y esperé a recibir el golpe.

Escuché el disparo. Pero no sentí nada.

Al abrir los ojos supe la razón. Lian estaba entre el hombre y yo. Había un punto rojo sobre su pelaje. La leona había recibido la bala.

- ¡Lian! - grité.

Ella se balanceó un poco sobre sus patas hasta caer cerca de la orilla de la meseta. Tenía la cara un gesto de dolor, pero no hacía ningún sonido. Ni siquiera se quejaba.

- ¿Qué has hecho? - tartamudeé.

Ella no respondió, no movió ni un pelo. Temí lo peor, pero estaba tan paralizado que no podía acercarme a revisar.

Sentí una mordida en la pierna y vi que el perro había regresado a pelear. Tenía la cara cubierta de sangre y un ojo cerrado, pero aún me estaba atacando. El humano corrió hacia ella y golpeó su nuca con la parte trasera de la escopeta. Eso me hizo enfurecer y entrar en acción. El cazado había disparado a Lian gracias a que yo no había tenido el valor de enfrentarlo, y ahora además el perro tuerto me atacaba. No quería solo seguir observando.

Di un zarpazo al animal, y con eso empezó una pelea por alejarlo de mi y de Lian. Luego me encargaría del humano. El perro era también un cazador y aún con un solo ojo tenía buena vista. Consiguió morderme dos veces más. Eran mordiscos fuertes y calculados para derribarme, pero al final no pudo con la serie de zarpazos a la cara y a las patas traseras que le dí, hasta que conseguí derribarlo. Pensé en todas las lecciones que Lian me había dado desde que la conocí, y en ese momento supe para qué servía todo eso. Por primera vez hice lo que tantas veces me pidió y me dejé llevar por mi instinto: di un golpe con las garras extendidas y mordí al perro en el cuello. Este gruñó, pero luego sus gruñidos se transformaron en chillidos. No lo solté. Tuvieron que pasar algunos segundos segundos para que estos desaparecieran, y el perro dejó de moverse. 

Antes de soltar su cuerpo, busqué al cazador. Lo encontré al lado de Lian, golpeando su cabeza como para comprobar si estaba viva. Estaba mucho más cerca de la orilla que la última vez que la vi. Enseguida el hombre cargó el cañón de la escopeta una vez más.

Corrí hacia ellos y empujé al cazador. Caí a un lado de Lian. Tal vez fue mi peso o un mal movimiento, no estaba seguro, pero el borde del acantilado se movió y escuché un horrible crujido. Alcancé a girar la cabeza a tiempo para ver cómo la tierra detrás de mí se cuarteaba y se separaba del resto de la meseta. Lian aún estaba ahí. Ella no se movió, no puso resistencia, y vi a la leona resbalar por el borde.

Salté hacia ella para alcanzarla. Pero al asomarme por la orilla, ella ya había caído varios metros.

- ¡Lian! - grité de nuevo con desesperación.

Observé su cuerpo en caída libre hasta que finalmente desapareció al entrar al río.

Los brazos me templaron y sentí la garganta cerca.

Los pasos del cazador se escucharon detrás de mi. Y el mismo impulso que me había llevado a acabar con el perro regresó a mi, con más fuerza que hacía unos segundos. 

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora