Capítulo treinta y uno: "Lo que la maldad esconde"

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La carretera iba oscureciendo a medida que nos acercábamos al refugio. Habíamos caminado por mucho tiempo, tanto que perdí la cuenta, y mis piernas temblaban con cada paso. O quizás temblaban por el temor que se albergaba en el fondo de mi estómago. Subía por mi garganta y me extrangulaba. 

Bruce y Malcolm, como pude averiguar que se llamaban los dos chicos que me escoltaban hacia el refugio, estaban tan silenciosos que me daba pena tan sólo respirar.  Su altura y sus espaldas anchas no me permitían observar más allá de sus cabezas.

A mis costados crecían los helechos más grandes que había visto. Estaban descuidados y secos a causa de la magnitud del sol. Más allá todo se encontraba en un oscuro e interminable negro, que se extendía hasta el horizonte. El viento soplaba fuerte en una temperatura templada. Volaba mi cabello hacia atrás y llegaba a relajarme un poco de la tensión. 

Mi mano encerraba el walkie con el fin de que las interferencias no se oyeran. Éste se me resbalaba en diversas ocasiones por el sudor que desprendía la palma de mi mano. 

Las pequeñas luces centelleantes en el cielo parecían ser la única compañía que tenía en ese momento. El fulgor de la medialuna que colgaba en el cielo se arrastraba a mi lado con cada paso que avanzaba. Lo único que se oía entre tanta negrura era el sonido de las botas dentadas de los chicos arrastrarse por el camino cubierto de pequeñas piedras combinadas con polvo de tierra. 

Todavía no me había hecho la idea de que quizás mi familia esté cautiva ahí dentro. Quizás era momento de regenerar ese pequeño montón de esperanza que me quedaba y buscarlos. Si ellos estaban allí y yo no movía un pelo para encontrarlos, fracasaría como hija.

—¿Tienes sed?—Me sobresalté al oír la voz profunda de Malcolm. 

Me costó unos segundos procesar su pregunta y entender que me estaba hablando a mí.

—No, estoy bien—me limité a contestar. 

Observé un árbol a lo lejos, y me pregunté si Justin seguía dormido. Él tenía sueño pesado, pero existían noches en las que despertaba a mitad de la noche y observaba el techo por horas. Debía hablar con él. Él tenía que saber que estaba yendo al refugio acompañada de dos tipos.

Justin no podía venir conmigo por el simple hecho de que él era uno de los líderes Rebeldes. Por lo tanto el refugio enemigo sabía quién era él, y si él me acompañaba no sólo no entraríamos, sino también que seríamos parte de un tiroteo. Y teniendo en cuenta la magnitud del grupo enemigo, no podríamos salir de ahí sin balas dentro de nuestros cuerpos.

Solté un quejido fingido, haciendo que ambos chicos se voltearan. Puse mis manos sobre mi pelvis y fingí que me hacía pis. ¿Ya les he dicho que mi manera de actuar es pésima? Bueno, esta no es la excepción. Creo que mi actuación se asemejaba más a una convulsión.

—Oigan, de veras tengo que desagotar. Vuelvo en un minuto.  

Ambos se miraron confundidos, pero no protestaron al respecto. Casi al instante me dirigí trotando hacia el árbol alejado de la carretera. Estaba inundado en una oscuridad aterrorizante, pero aquello no me importó en lo más mínimo en ese instante.

Tomé el walkie y apreté el botón. El aparato emitió una interferencia antes de serenarse por completo, dándome la señal para hablar.

—Justin, oye, ¿estás ahí?— Otra interferencia se oyó, pero más allá de eso no recibí respuesta alguna. Apreté mis ojos cansados con una mano y solté un suspiro antes de volver a intentar— ¿Estás ah-

—Aquí estoy, ¿estás bien?—Ya podía imaginar sus ojos achinados y la marca de la almohada en su mejilla.

Sonreí.

Deserto » bieber [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora