Narrador omnisciente.
La tarde sorpresivamente era fría para ser verano y estar en Miami, la gente llevaba grandes bufandas al cuello a pesar que el termómetro apenas y marcaba 50 grados Fahrenheit, el nublado cielo acompañó a Camila en el trayecto por el bus a través de la cuidad. Desde un mes atrás había tenido que vender su automóvil ya que la poca comida que ingería, ropa, zapatos y drogas no se pagaban solas.
Al bajar del camión siguió las indicaciones que su mejor amiga Dinah le había dado, tres calles más al sur y supuestamente debería de llegar a su destino, una casa de empeño situada varios minutos de su hogar.
Con pena miró hacía sus delgadas manos, donde llevaba un alhajero que Allyson le había obsequiado en aquellos tiempos donde aún la quería. Indecisa mordió su labio, lo último que deseaba era empeñar sus joyas pues bien sabía que luego no tendría como pagar las boletas de estas y al final terminaría perdiéndolas como todo lo bueno en su corta vida.
—Hola, buen día —Dijo amable tras la ventanilla—. El aire acondicionado del lugar combinado con los nervios y la desesperación la hicieron tiritar de frío haciendo que la delgada sudadera que llevaba no lograra calentar su esquelético cuerpo por completo.
—Bienvenida. ¿En qué puedo ayudarte? —Devolvió el saludo la trabajadora tras el templado cristal.
—Vengo a vender estas joyas.
— ¿No prefiere empeñar? Tenemos excelentes plazos para evitar que sus joyas pasen a propiedad de otra persona. —Camila escuchó atenta las palabras de Susan, que era el nombre que se situaba bordado en la camisa de la empleada.
—Prefiero venderlas, ya no me son necesarias. —Hizo una mueca de desinterés mientras que temblorosa abría su alhajero y depositaba las joyas en la fría barra metálica.
—Vaya, son muy lindas. —Halagó la chica con la vista fija en las gargantillas, pulseras y anillos que la ex modelo le había pasado—. Susan tomó los instrumentos necesarios para evaluar el kilataje de las joyas pasando apenas un par de minutos hasta que terminó su labor.
—Por las dos pulseras, las tres gargantillas y el anillo te puedo dar diez mil dólares.
La castaña se sorprendió al escuchar la cantidad puesto que el pequeño anillo tan sólo le había costado veinte mil un par de meses atrás.
— ¿Es lo menos que puedes darme? —Preguntó esperanzada.
—Lamento decir que sí. —Susan limpió el líquido de las joyas que verificaban la autenticidad de las mismas mientras miraba fijamente a Camila.
—Bien, que sean diez mil. —Un suspiro de tristeza se escapó de sus labios, y con resignación siguió a la trabajadora a la ventanilla vecina para firmar los trámites de venta al lugar.
Decidió volver a casa caminando aunque quedara un poco retirado del lugar. Camila solía amar los días fríos de Miami, pues le gustaba sentir cuando el aire le movía el cabello y la punta de su nariz se volvía roja de la nada.
Caminó entre callejones para acortar la distancia hasta su casa, con un poco de miedo de perderse ya que antes tenía varios choferes que le facilitaban la tarea de andar por toda la cuidad. Al visualizar el lujoso edificio dónde vivía respiró con tranquilidad.
—A final de cuentas no soy tan imbécil. —Susurró para ella misma. Se adentró en el acogedor lugar e ignoró todas las quejas, cuentas y demás cosas que estaban tiradas en el piso del otro de la puerta.
Pasaron al rededor de diez minutos de paz y tranquilad hasta que secos golpes se hicieron presentes en la puerta de Camila. Se sobresaltó por el ruido estremecedor pues para eso había un lindo timbre con una melodía que no la hacía temer, descalza se encaminó hasta la entrada observando tras la pequeña mirilla con la que contaba.
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Sweet Disposition (Camren)
FanfictionLauren Jauregui: Estrella de rock. Camila Cabello: Modelo arrogante. Dos mundos diferentes, una cosa en común "La perdición" ¿Qué pasa cuando juntas dos polos totalmente opuestos? Exactamente...sienten atracción. Copyright © Todos los Derechos Reser...