»Capítulo 6.

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Raven

Comienzo a cantar una canción que no quiere salir de mi cabeza.

—¡YA CÁLLATE! —me gritan desde la habitación de al lado, y yo me limito a, maduramente, comenzar a gritar la letra de la canción a todo pulmón.

Al pasar bailando por al lado de la ventana admiro como el último camión de mudanzas se aleja en la distancia.

La puerta de mi habitación se abre y se asoma la melena castaña de Sydney, mirándome algo triste.

—Me duele la espalda. —es lo único que digo.

No me juzguen, dormí en el piso.

—Que idiota. ¡Vení acá! —estira sus brazos para juntarnos en un abrazo, probablemente el último por un tiempo.

—Quiero que sepas que ni bien cumpla 18 me voy a mudar a California, y juntas vamos a comprar un departamento como habíamos arreglado, ¿okey?

Asiento con lágrimas en los ojos y ella suspira.

—Espero que para cuando te vea hayas cortado con todos tus "novios" y tengas uno que de verdad exista. ¡Por lo menos algún chico que te guste!

—Meh. —suspiro. —No hay chicos perfectos en la vida real.

—Lo sé, pero hay algunos que están cerca.. —me alienta, es verdad que Dylan O'brien es una persona real.

—Tienes razón.. —ella me sonríe. Claramente no sabe que estoy pensando en celebridades inalcanzables.

Nuestra charla se ve interrumpida por mi mamá gritando desde abajo.

—¡TROPA! NO SE OLVIDEN DE IR AL BAÑO, NO QUIERO EMERGENCIAS EN EL AEROPUERTO, YA VAMOS TARDE.

Ella siempre tan discreta.

—Bueno, Syd...Creo que ya es la hora.. —murmuro

—Espera. Quiero que tengas esto. —dice mientras me entrega una caja mediana celeste con un moño.

Al abrirla, es una cámara digital.

—¡Sydney! ¿Sabes lo que salen estas cosas?

—¡Claro que sí! Yo la pagué, idiota.

—¡Exacto! —exclamo.—No puedo aceptarla.

—Bueno, no hay garantías así que cuando quieras podes tirarla. —me reta de manera desafiante.

Suspiro y le doy unas vueltas en mi mano.

—Adivino, quieres que haga un álbum de recuerdos. —murmuro mirando el aparato plateado en mis manos.

—¿Estas loca? ¡No! Quiero que grabes chicos lindos.

Hago un merecido facepalm y la miro.

—Además, es un regalo para que no te olvides de mí. —agrega con lágrimas amenazando por salir. Sabía que su actitud dura no iba a durar mucho.

Asiento lentamente y trago saliva.

—Te voy a extrañar mucho, maldita. —ambas nos abrazamos una última vez y bajamos las escaleras juntas; una vez en la puerta, ella se va por su lado y yo hago lo posible por despejar mi mente.

Voy con mamá, quien le está dando las llaves de ambos autos a unos compañeros de trabajo para que de alguna manera —Desconocida ahora y por siempre— los lleven a California.

Entro otra vez a la casa y subo a mi habitación, meto los parlantes y mi celular en mi bolso para entretenerme en el vuelo, me cuelgo el bolso del hombro, salgo de la habitación cerrando la puerta detrás de mí y bajo las escaleras, todo está vacío.

Numerosos VecinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora