»Capítulo 24.

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Raven

Genial, no solo tengo que manejar después de no hacerlo por un montón de tiempo, si no que también tengo que controlar que Theo se golpee la cabeza contra la ventanilla en cada giro que doy.

No puedo evitar preguntarme que broma nos hubieran hecho si Noah no le hubiera pegado un sartenazo en...

Ahora que lo pienso, no tengo idea de donde le pegó.
¿Que voy a decirle al doctor?

Si le digo que mi hermana lo golpeó con una sartén, parecemos criminales.
Si le digo que él se metio en mi casa sin que lo sepamos y eso resultó en el sartenazo, probablemente parezca un criminal y lo detengan por allanamiento de morada.

En cualquier caso, parecemos criminales.

Un golpe seco me saca de mis pensamientos y hago una mueca; olvidé sostener a Theo y se golpeó contra la ventanilla.

Bueno, esa se la merecía por meterse en mi casa sin permiso.

Finalmente estaciono fuera del hospital y me pregunto a mi misma como voy a levantar al maldito gigante desmayado sin ayuda.

Bajo del auto mientras pienso diferentes soluciones para mi situación.

—¡Ey, vos! —grito obteniendo la atención de una chica que estaba a unos metros lejos.—¡Si, vos! ¡La de la remera de unicornios!

Ella se acerca trotando a mí y me mira con confusión.

—¿Te conozco? —pregunta con un notable acento Australiano.

—No, pero necesito tu ayuda. ¿Como te llamas?

—Elizabeth, pero mis amigos me dicen Lizzie.

—Perfecto, yo te llamaré Lizz. Mi nombre es Raven. Ahora, te voy a pedir un gran favor.

—Em...Okey, ¿cual es? —pregunta.

Honestamente, está siendo más colaborativa de lo que pensé que iba a ser.

—Necesito que me ayudes a levantar a este gigantón. —hablo y señalo a el castaño en mi auto.

—¿Está muerto? —pregunta frunciendo el ceño.

—Sé que lo aparenta, pero si estuviera muerto no estaría en un hospital, estaría enterrándolo en algún lado.

—Es verdad. —asiente y luego suena sus dedos.

—Entonces, ¿me ayudas? —ella asiente y hago un un movimiento de victoria en mi mente.

—Solo porque me caíste bien. —accede.—Mi novio también está en el hospital, ¿sabes? —me cuenta cuando ya nos encontramos levantándolo.

—Ah no, no es mi novio. —niego.—Y dudo que algún día lo sea. —murmuro luego.

(...)

—Entonces, dices que lo encontraste dentro de tu casa. —repite el doctor.

—Si, mi hermana le pegó un sartenazo.

—¿Quieres que llamemos a la policía? Podría ser un ladrón. —pregunta mientras se dirige al teléfono, pero lo detengo.

Mis sospechas se confirmaron.

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