»Capítulo 33.

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Raven

—¡Deja eso! —me grita mi amiga.—¡No vamos a llevar más chocolates! —exclama y hago un puchero.—¿A quien engaño? Dámelos. —una gigantesca sonrisa se extiende en mis labios y le paso las barras de chocolates.

Lo que pasa (porque en mi vida SIEMPRE pasa algo) es que olvidé que los reflejos de Sydney son un asco.
Por esta razón ella no llegó a atajarlos y estos salieron volando en dirección a una chica que caminaba detrás de ella, golpeándola.

Genial, lo que me faltaba.

¿¡Toda la población de California se basa en adolescentes!?

Sydney se gira a ver que sucedió y luego me mira con los ojos gigantes.

—Mierda. —murmuro y comienzo a acercarme hacia ella.—Ey, ¿estás bien? —pregunto recibiendo una mirada confundida.

—¿Raven? —pregunta la chica de acento australiano.

—¡Lizz!—exclamo feliz, honestamente me había olvidado de que ella existía.

Sydney llega corriendo hasta nosotras.

—¡Hola! ¡Perdón! ¡Raven no sabe tirar! —la miro con enojo.— Okey, la verdad es que yo no se atajar..

—Ah, no hay problema. —ríe restándole importancia.—¡Rae! ¿Como está Theo? —me pregunta y las facciones de Sydney demuestran confusión.

—Bien, ya se encuentra bien. Igual de irritante que siempre. —respondo sonriendo y ella ríe.

—Es bueno saberlo.

—Y contame, ¿como esta tu novio? —pregunto tratando de seguir la conversación mientras Sydney toca mi hombro repetidas veces tratando de llamar mi atención.

—Bien, bien. Resulta que clavarse un vidrio chiquito en el pie no es tan serio como creí. —asiento, pensando otra pregunta para hacerle a mi amiga australiana.

—¡RAVEN! —finalmente exclama Sydney, por lo que me giro a mirarla.—¿Quien es ella? —pregunta en un susurro bastante audible.

—"Ella" tiene nombre. —ríe Lizz ante la indiscreción de mi mejor amiga.—Y es Elizabeth, un gusto. —estira su mano y la estrecha con la de Sydney.—Conocí a Rae en el hospital el día que Theo se desmayó. —Syd asiente finalmente entendiendo.

—Bueno, mi nombre es Sydney y conocí a Rae cuando...nací —las tres reímos.

—Bueno chicas, lamento decir esto pero tengo que irme. Rae, ¿aún tienes mi número? —me pregunta y asiento.— Bien, ¡hay que juntarnos las tres algún día! —exclama y asiento con una sonrisa.

—Nos vemos. —ella sacude su mano y se aleja a pagar, para luego irse.

—Veo que ya me reemplazaste... —dice mi mejor amiga haciéndose la ofendida, girando la mirada hacia otro lado.

—Nunca. —respondo de manera dramática, abrazándola por los hombros.—Pero no se que esperas que haga mientras vos no estás... —agrego.

—¡Pudrirte sola en tu habitación! —exclama ella entre risas.

—Ah, genial. Vamos. —digo mientras me separo, pero agarro su brazo y la arrastro hasta la caja.

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