Todo lo que comienza mal, termina mal

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Harry estaba acurrucado contra su puerta, abrazando sus piernas y escondiendo su rostro entre sus brazos. Su cuerpo temblaba incontrolablemente y sus sollozos eran fuertes. Harry se sentía solo e incomprendido. No podía asimilarlo aún. Nunca ha sido bueno en aceptar cambios tan grandes como este. Aunque había intentado conocerlo, aceptando el reto de Andy, por un momento nisiquiera pensó en el desafío sino en relacionarse con él.

"Eres un idiota, Harry, un grandísimo idiota"

Harry casi nunca solía juzgar a las personas sin conocerlas, pero esta vez lo hizo con su gemelo. Al principio desconfiaba mucho de él, hasta tal punto de creer que era impostor, un intruso que quiso tomar parte de su vida. Pero, al conocer su pasado y su gris infancia supo que su origen provenía de ellos, un hermano e hijo legítimo, pero aunque su corazón comenzaba a aceptarlo, su cerebro no lo hizo.

Era cierto, a veces lo odiaba, pero eso es parte de tener un hermano ¿No? Peleas, gritos y travesuras. Nunca vivió ese tipo de situaciones con Gemma.

Estaba preocupado por su futuro, su carrera musical, por los chicos quienes se convirtieron en sus hermanos mucho antes de la llegada de Edward. Su mayor temor era perderlos, que todo se acabara de repente. Harry siempre deseó ser de esas personas que no le importa lo que digan los demás, pero no lo era y jamás lo sería. Ama a sus fans, se preocupa e intenta convivir con ellas lo más que puede. Le inquieta el hecho de que algún día ellas lo rechacen por todo esto, que mal interpreten la situación, si bien muchas de ellas mostraban su apoyo incondicional y le defendían de los haters con capa y espada.

Pensar en eso no le hacía sentir mejor como creyó. Oyó a Edward irse y no se molestó en detenerlo. Ambos están enojados y necesitan su espacio, pensar un poco sobre eso. Harry se arrepintió de haber dicho esas cosas horribles, de no pensar antes de hablar. Estaba desconcertado de sí mismo, de lo que el odio podía llegar a hacer. Sus ojos los sentía tan hinchados e irritados, comenzaba a dolerle la cabeza y apenas podía respirar. Debía calmarse aunque estuviera desecho mentalmente. Bajó a la cocina, arrastrando los pies. Tomó un vaso con agua cuando divisó un sobre bajo su puerta. Ladeó la cabeza, preguntándose de quien sería la correspondencia. Cogió el sobre blanco, buscando la procedencia de la carta.

"Doctor James Crowell, pediatra"

Harry tragó saliva con dificultad y su corazón bombeada tan rápido que alteraba el movimiento de sus manos. Rasgó el sobre blanco y sacó la hoja de papel.

Probabilidad de Parentesco Familiar: 98.99%.

Harry volvió a llorar, dejando caer el papel. Se sentía tan culpable, causante de tanto daño hacia su hermano que por un momento deseo morir, no existir jamás. Corrió hacia su habitación, dando tropezones con los escalones, cerró la puerta y se lanzó en la cama. Todo este tiempo fue un necio, cabezota y crítico de un hecho que siempre fue verdadero. Ya no había necesidad de pruebas o demostraciones. La verdad siempre estuvo allí, delante de él y ahora estaba fuera de casa.

***

Edward ya no podía llorar. Era como si las lágrimas se le hubiesen secado. Toda su cólera la demostraba en la forma en como apretaba el volante, sus nudillos pálidos y sus brazos tensos. Por varias horas manejó sin destino alguno que por un momento creyó que se había extraviado. Gracias al vendedor de un kiosco supo que se encontraba en Northwich, Cheshire. Le preguntó al joven comerciante un lugar donde podía tomar un buen trago y le señaló una taberna llamada Hazel Pear. El cielo comenzaba a oscurecerse y como no conocía el camino de vuelta a casa, decidió quedarse un rato para amainar sus pesares. Entró al sitio y un calor reconfortarle le envolvió los huesos. La luz era tenue y la decoración rudimentaria, pero lo que más le agradó es que hubiesen pocas personas distribuidas en el amplio bar.

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