Secreto Descubierto

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 Edward permaneció inmóvil, detallando la melodía que poco a poco se desvanecía de su memoria, pero el chirrido de la puerta le hizo desconcentrarse y sus pupilas se dilataron al reconocer dos siluetas que destilaban la maldad misma, y asombrándose de que uno de ellos era muy joven.

A pesar del pánico, Edward trató de ignorar aquel sentimiento bajando la cabeza, fingiendo ignorarlos.

- Buenos días, querido Harry- Walter se aproximó con pasos largos y una sonrisa hipócrita-. Espero que hayas pasado una espléndida noche.

- Es curioso - contestó Edward sin mirarlo-. Yo me preguntaba como usted puede dormir tranquilo.

- Harry, te pido que te controles. Afortunadamente hoy amanecí de un humor increíble y por eso dejaré pasar tu comentario. ¿Tienes hambre?

El mencionado negó efervescentemente con la cabeza, con rencor y orgullo, esperando así que ellos se fueran de la habitación; pero el rugido de sus tripas retorciéndose en su interior le suplicaban que dijera lo contrario. Walter sonrió con sorna.

- Eres muy necio. Le diré a Dave que te desate para que puedas comer e ir hacer tus necesidades - dictaminó, observando a su víctima-. Considérate muy afortunado, su alteza, eres el primero que recibe tanta amabilidad de mi parte.

Un gesto con la cabeza y el más joven del grupo se acercó al rizado con visible timidez, mientras el resto abandonó la habitación. Edward alzó sus agotados ojos hacia el chico, detallando que era apenas un niño comenzando la pubertad. Llevaba en sus manos y simple sándwich envuelto en servilletas, dejándolo reposar en el escritorio del jefe.

Edward no podía quitar la mirada de Dave. Estaba realmente pasmado, desconcertado por el hecho de que siendo tan joven le obliguen a realizar un acto de crueldad. El muchacho se colocó tras la silla, e inclinándola con ayuda de su pie, comenzó a arrastrarla hacia un sitio.

Edward sintió que la sangre se le bajó a sus pies.

- ¿A-A donde me llevas? - interrogó sin pensar.

- Silencio - ordenó el niño con nerviosismo, sin dirigirle la mirada.

Escuchó una puerta abrirse y al ser arrastrado de nuevo, se adentró en una habitación de cerámica, con una ligera capa amarillenta y algunas manchas negras debido a la escasa limpieza que recibía. Un desagradable olor inundó sus fosas nasales, reconociendo que eran las aguas negras, cloro y otro olor que no estaba seguro de reconocer. La luz blanca de la sucia habitación era débil, pero la suficiente para que Edward pudiera detallar la presencia de un lavamanos y un inodoro.

Las ásperas cuerdas de deslizaron por sus brazos, sintiendo un alivio que luego se convirtió en dolor, pues la piel de sus muñecas estaba irritada y con algunas heridas cubiertas por sangrantes costras. Dave desató sus pies, sus manos un poco torpes. Edward supo que el chico jamás había interactuado con alguna víctima.

Al verse liberado, sintió el deseoso impulso de huir, escapar de esta horrible pesadilla; pero al levantarse sus piernas no respondieron y cayó de bruces, sus manos frenando un posible golpe contra su rostro y el suelo. El sencillo sándwich se deslizó a su lado, seguido de la infantil y púber voz del chico:

- Tienes cinco minutos.

El sonido de la puerta al cerrarse produjo un escalofriante sonido que erizo los vellos de su nuca, pero al estudiar el significado de sus palabras, se arrastró hasta el sándwich y comenzó a devorarlo como todo un animal. Su estómago pareció aliviarse al sentir los grandes trozos de pan y queso bajar por su garganta y tal vez, algunos pedacillos de servilleta. En menos de un minuto, el alimento ya había desaparecido.

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