Agnes

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La cara de la joven se puso colorada al instante y yo seguía riendo.

-Era broma.-Miranda rodeó los ojos metiendo dos lechugas en el carro de compras.

-Qué gracioso.-Dijo sarcástica, terminamos de hacer el mandado y nos dirigimos a la caja rápida, habían muchas familias, muchos niños llorándole a sus padres para que les compren un chocolate o un juguete, algunos padres accedían y otros se negaban a comprarles siquiera un chicle. 

La fila avanzaba lentamente y después de unos minutos, fue nuestro turno de pagar nuestras cosas. Todo el ruido familiar se interrumpió por unas bocinas en cada esquina del super mercado, se escuchaba la voz de una joven trabajadora con un tono serio- Atención, se les solicita evacuar el super, hay una persona suelta que está atacando gente, por su seguridad, favor de evacuar el área.-Las mujeres estallaron en gritos, otras cargaron a sus hijos y salieron corriendo, los padres se apresuraron en buscar a sus esposas para salir lo antes posible y los niños miraban su al rededor alterados. Tomé a Miranda de los hombros y la obligué a caminar afuera.

-Espera Jack, las cosas.-Dijo poniéndose tensa y se zafó de mi agarre para coger las bolsas recién pagadas.

-Vamos Miranda, sal rápido.-Dije agarrándola de nuevo, la guíe a la salida bruscamente y escuché un grito a mis espaldas.-Atacaron a alguien.

-Creo que sé qué sucede, entra al auto.-Le ordené firme mientras le daba las llaves.

-Ni se te ocurra volver a entrar allí.- Me dijo Miranda atemorizada, definitivamente no pude evitar conmoverme por su mirada de preocupación que me ofrecía.

-Que entres al carro, he dicho.-La empujé con delicadeza para que se alejara.-Ahora.

En el estacionamiento todos continuaban gritando alarmados y los carros desaparecían poco a poco. La joven corrió al carro algo molesta y entró con una cara seria, pero no me importaba si se enojaba, tenía que mantenerla a salvo. Entré de nuevo al super y estaba vacío de gente, caminé por las cajas registradoras y me palidecí un poco al ver a un joven en el suelo con sangre en su cuello. Tenía su uniforme, trabajaba allí y murió haciendo su trabajo, era algo digno, pensé. Podía oler sangre de otro lado, caminé más adentro, en el pasillo de utensilios, todo estaba muy silencioso y eso no era buena señal. A lo lejos divisé una sombra grande, casi no se movía pero notaba fácilmente que no era humano. Sonreí un poco y cuando doble la esquina del pasillo, me encontré con una furia limando sus filosas uñas con un cuchillo de sierra, a lado tenía un cuerpo de otro joven, le había sacado el corazón y se lo había comido.

-No me sorprende que sigas por aquí.-La furia me miró con sus ojos llenos de flamas ardientes. Se paró y caminó hacia mí.

-Tú no tienes ningún poder sobre mí.- Masculló para mi sorpresa. Las furias sólo eran capaces de ladrar tal como un perro pero de alguna forma le había oído hablar.

-Ya veo que has aprendido a hablar, muy impresionante.-Dije alzando ambas cejas con los brazos cruzados.-Pero te equivocas, yo ejerzo mucho poder sobre ti.

-Ser el demonio de Hades no te hace superior a otros dioses.

-Nuevamente te equivocas, yo no soy el demonio de Hades, soy su hijo.-Contra ataqué a la furia y rápidamente la tomé del cuello.-Y eso es lo que me vuelve mejor que esos dioses del Olimpo.

-Me iré al tártaro y tú vendrás conmigo.-Quitó mi mano de su cuello y en un mini cerrar de ojos, tomó el mío con fuerza, con otra mano me sujetaba ambos brazos y jadee por el dolor que causaban sus uñas en mis muñecas, me esculpió en el rostro haciendo que mi mente se envuelva en una neblina y una sensación de no poder respirar se apoderó de mí. Una vez quedé debilitado, me dejó caer al suelo y antes de poder levantarme, me cogió entre sus brazos y alzó sus alas, quise gritar, me iba a llevar de regreso, la desesperación se adueñaba de mí pero no podía hacer nada, me encontraba tieso. Las patas de la furia dejaron de tocar el suelo y grité como pude.

 
Rápidamente, escuché un grito y no era mío, era de la furia, una espada filosa había traspasado su ala izquierda y la hizo volver al suelo, levanté un poco la mirada y vi una cabellera negra, unos ojos azules con iris negra, reconocía su cara. Cuando la furia cayó, aproveche para zafarme de sus ardientes brazos y me paré tambaleando, aún tenía el efecto de la criatura.

-Maldita perra.-Bramó la furia contra la diosa de cabello negro, era Agnes, la hija de Ares, ella y yo solíamos ser amigos en lo que se puede llamar "infancia", pero dejamos de vernos cuando hubieron problemas en el Olimpo, desde entonces, Agnes y yo dejamos de vernos, todo lo que nos dijimos desapareció. Todo lo que fuimos se esfumó. Agnes me miraba con una sonrisa muy característica de ella y luego reparó en la furia.

-Vamos perro gigante, pégame.-Dijo la diosa con una voz burlona, la furia no dudó en irse sobre ella pero Agnes agarró sus alas con fuerza y tiró de ellas, logró romper la esquina de una de ellas y la furia gimió de dolor.
Agnes sonrió y jalo más haciendo que la criatura se retorciera en el suelo, cayó acostada y la diosa puso su pie sobre su pecho mientras continuaba estirando hacia su dirección ambas alas. Pisó cada vez más, hasta que la furia cedió y se esfumó en el aire.

-Eso fue...

-Nada impresionante.-Dijo entre risas la joven diosa.

-Sí bueno, gracias.-Mi vista volvió a lo normal y la reparé con los brazos en sus caderas alzando una ceja.

-Al menos finge emoción, no te veo desde hace tres años, para mí eso es una eternidad.- Habló Agnes.

-Lo siento Agnes, me alegra verte.-Fui a abrazarle, ella respondió a mi abrazo y su perfume me hizo recordar a Miranda. Me aparte un poco y luego por completo.

- ¿Qué sucede?

-Miranda.-Dije y salí del súper lo más rápido que pude, en el estacionamiento seguía el carro y la chica se encontraba recargada en el cofre de éste. - Oh no...-Dije voz baja y Agnes apareció tras de mí.

-Y esa mortal es....- Escuché a la diosa hablar pero no alcancé a oír el resto de sus palabras, mi vista se enfocaba en la chica de ojos verdes. 

-Miranda.-Dije más fuerte y me acerqué sin más a la joven, ella me miraba aún con su cara de adolescente regañada.-Te dije que esperaras adentro del auto.

-No podía entrar al auto sabiendo que tú estabas en peligro.- Espetó Miranda.

-Me importa una mierda eso, a la próxima que te diga que entres al auto, entras al auto... ¿Entendido? 

-Tú no eres quién para darme órdenes, Jack, pudiste haber salido lastimado...

-He dicho... ¡¿ENTENDIDO?!-Solté con furia. Miranda retrocedió con miedo en sus ojos y entonces me sentí una basura.-No, perdón...-Tomé sus hombros y luego la jalé hacia mí para darle un abrazo.-Pero me preocupas...no quiero que te suceda algo.

-Está bien Jack.-Asintió y luego se reincorporó.- ¿Quién es la chica que nos está mirando?-Voltee mi cara y vi que Agnes seguía allí viéndonos, tomé a la chica de la muñeca y sonreí leve.-Agnes, Miranda... Miranda, ella es Agnes.-Las presenté.

-Un gusto.-Miranda le tendió la mano una vez la diosa se acercó pero no fue respondida, su mano quedó flotando en el aire y luego la retiró. Miré mal a la diosa.

-Lo siento, no me gusta tener contacto con...humanos.-Dijo Agnes a la joven con cierto desprecio.

-No seas así... -Fingí reírme como si bromeara, Agnes sonrió falsamente.

-Jack... hay que ir a la casa a preparar todo.-Me susurró Miranda y asentí.

-Nos retiramos, Agnes, un gusto haberte visto.-Dije empezado a caminar al auto con la chica.

-Ya veo que tienes mejores cosas que hacer que hablar con tu vieja mejor amiga...-Le sonreí leve.

-Ahora estoy ocupado.-Le abrí la puerta del carro a Miranda y luego rodee el carro evitando ver a Agnes, entré a mi asiento y al tomar el volante, aceleré rápido.

El hijo de Hades: El dolor nunca fue tan hermoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora