Fenómeno

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Mi habilidad de hablar o de moverme se había ido, tragaba saliva observando con detenimiento los labios de la chica que estaban a escasos centímetros de los míos, obligandome a acercarme despacio y no con prisa, pero todo en mi mente se esfumó cuando ella se apartó. 

Casi me caía de frente, la fuerza de mis rodillas seguía débil y mis ojos estaban más abiertos que nunca, Miranda se dió la vuelta recogiendo las cosas que le había tirado y yo quedé allí como idiota parado, apretando mis labios repasando todo lo que la chica me dijo. Toda esa sensación de nervios me invadía todo el cuerpo, aún tenía unas ganas inmensas de atacar su boca o simplemente de abrazarle. Sólo que ella se equivocó en varias cosas sobre ella y yo, entre ellas... ella no era más débil que yo, yo era más débil que ella.

- Miranda.- Le hablé viéndola ordenar su escritorio.

- Por favor no digas nada Jack, sólo vamos a salir por allí como siempre.- Miranda agarró una chaqueta de mezclilla que se acomodó arriba de su blusa blanca, y se encaminó a la puerta decidida.- No te voy a esperar todo el día Jack.- Habló una Miranda seria y salió del cuarto, corrí tras ella y bajé las escaleras casi pisando sus talones, preguntándome qué demonios pasaba por su cabeza.

- Miranda, si quieres podemos sólo caminar por el parque de aquí.

- No, me vas a llevar al circo.

- Pero...

- Nada de peros, me dijiste la verdad y la acepto, ahora tú acepta la mía y no me trates diferente.- Me ordenó y luego pintó una sonrisa rígida en su rostro, asenti siguiendola sumiso hasta que me pidió que parara.- Mejor vamos en tu carro como siempre.

Captaba muy bien su idea, ella quería que fuera como siempre eran nuestras salidas, quizá todo estaba mejor así pero cómo le iba a decir a mis demonios que calmaran su deseo de acercarme a ella, de tomar su mano, besar su cabello, joder... Ceostino me lo advirtió, esta chica me humanizaba y me gustaba. 

 Caminamos a mi carro sin decir palabra alguna, no me dejó abrirle la puerta del copiloto haciendo a un lado mi mano y la abrió por sí misma. Rodee el carro y subí tomando el volante.

- Miranda...- Volví a hablar pero ella puso su mano sobre mi boca.

- Shh... sólo conduce a dónde fuimos la otra vez a una feria, allí está el circo.- Tomé con delicadeza su mano y la quité de mi boca, ella se cruzó de brazos y pisé el acelerador antes de hacerla enojar.

- ¿Sabes? Debo admitir que admiro tu habilidad de hacerme sentir como un idiota.- Ella soltó una carcajada.

- Sí... claro.- Dijo sarcásticamente viendo a la ventana.

- Siento que no quieres verme a los ojos.

- Estás en lo correcto.

- Es una lástima... tienes unos ojos muy bonitos.

- Jack, cállate.- Atajó dando un golpecito a la ventana.

- Es lo que pienso Miranda.

- Pues piensa un poco más en mí, ¿quieres? Y deja de decirme esas cosas para ilusionarme.

- No te estoy ilusionando.- Puse freno cuando la luz se puso en rojo.

- Nunca vas a estar conmigo de esa forma Jack, así que detente... no olvides que soy una mortal, y los mortales sentimos dolor.- La miré entre un suspiro rendido, pero la ojiverde tenía razón, asentí y le pedí disculpas, me dijo que estaba bien y continúe conduciendo al dichoso circo. 

 Al cabo de dos minutos conduciendo entre avenida y avenida, llegamos a la plaza repleta de gente. Los niños pequeños sostenían globos y algodónes de azúcar, habían varios vendedores de burbujas gigantes y al fondo una fila interminable para entrar a la enorme carpa del circo. La carpa era de color celeste con rayas verticales amarillas y tenía tres picos grandes arriba que resaltaban con una banderilla roja en la punta del pico mediano.

El hijo de Hades: El dolor nunca fue tan hermoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora